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El Teatro Concha Espina se inauguró en 2007, trece años después del fallecimiento de uno de los alcaldes significativos de Torrelavega, el socialista José Gutiérrez ... Portilla. Fue durante diez años (1984-1994) uno de esos 'alcaldones' que con pocos miramientos, y formas administrativas un tanto heterodoxas, consiguieron trasformar la ciudad venciendo el siglo XX. A pesar de no haberse distinguido por su intelectualidad, su fino instinto le hizo intuir que si Torrelavega seguía careciendo de medios culturales, nunca dejaría de ser un pueblón. Así, por ejemplo, puso las bases para crear un triángulo cultural que sigue vigente. Negoció con el Ministerio de Justicia para convertir el Palacete de los Condes de Torreanaz (antiguos Juzgados) en la Biblioteca Municipal Gabino Teira (1988) y compró dos propiedades a la familia Berrazueta para hacer de sus antiguas caballerizas el Centro Cultural Mauro Muriedas (1999) y del vetusto Cine Concha Espina, el teatro público.
El nuevo coliseo supuso abrir interesantes expectativas culturales a una ciudad que comenzaba a advertir los primeros ruidos de un tsunami que terminaría asolando parte de su estructura económica. Rodaba el dinero, y llenar de contenidos de cierta altura el flamante teatro no era problema; sólo había que disponer de un gestor con buenas ideas. Y se consiguió, convirtiéndose en un generador de ocio y agitador de la ciudad: Ainhoa Arteta, La Fura dels Baus, La Cubana, El Brujo, Tricicle, óperas, teatro… Había fondos públicos para pagar altos cachés. Con el tiempo, y el arrasamiento económico y social que ha supuesto la crisis industrial –y la derivada limitación de las subvenciones– el decaimiento del teatro como inspirador cultural ha sido evidente; es un error creer que todo puede asegurarse.
La falta de medios lo ha encorsetado, adelgazado sus posibilidades, déficit que no se ha sabido compensar con alternativas de vuelo bajo. Orillar contenidos 'low cost', las iniciativas sencillas –populares– puede terminar pagándose con el distanciamiento o la indiferencia de los ciudadanos, posibilitando, además, el riesgo del 'cortijismo'. En lo público, nadie es dueño de nada y todo no tiene que ser rentable.
Torrelavega, a veces plañidera por el centralismo provinciano, ha permitido que uno de los eventos más populares –la zarzuela– haya «viajado» a Santander porque el teatro, aquí, estaba de «vacaciones». Y es un evento solidario. Todo es empezar.
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Ana del Castillo
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