Esta ronda va por Chema

Porque si hubiera que hacer una guía turística de Torrelavega, el bar Chema sería, sin duda, una de las paradas obligatorias. Y no es que haya muchos museos en la ciudad precisamente, pero este santuario, una institución de la hostelería, el blanco, la partida, las tertulias, los encurtidos y los buenos recuerdos, es, sin duda, uno de ellos. Por eso la Cámara le brindará este jueves un tributo junto a once negocios en el Teatro Concha Espina, en la Gala Homenaje al Comercio Local. Esa ronda va por Chema.

Él era un niño cuando, en plena Guerra Civil, viajó desde su tierra natal cogido de la mano de su madre, Socorro Gutiérrez, a la que desde entonces sería su ciudad de adopción. Aún faltaban siete años para que aquella familia empezara a hacer historia en la hostelería, pero ese sentimiento de pertenencia que el Besaya inspiró en ellos ya era incipiente.

Chema haría el Bachiller con los frailes y empezaría -y casi termina- Derecho en Oviedo, pero un día su padre le pidió que le ayudara un «ratuco» en el bar. Total, que se quedó para siempre. Dice: «Este sitio tiene algo familiar. El negocio es secundario. Es como un lugar de acogida. Nos gusta ver a la gente. Y si alguno deja de venir, te preocupas».

Ese ambiente está 100% adherido a las paredes del local, desde las pinturas de López Padilla hasta la barrica que, sólo el 19 de marzo (San José), sacia las gargantas desde hace años. Nunca hubo peleas, si acaso alguna «chispa»; sólo partidas, tertulias, algún Farias y buenos amigos. Blancos, por la mañana; tintos, por la tarde; y quizá un plato de seis anchoas en aceite y ajo. Eso sí, la nueva generación tiene «una mano especial» con los pinchos.

Y si no que hablen sus clientes por él. El actor Antonio Resines, por ejemplo, es uno de esos torrelaveguenses que alterna, como casi todo el mundo, en esta casa tradicional. O como diría este: «El Chema es el mejor bar que hay no en Torrelavega, en Cantabria o en España, sino en el mundo. No tengo ninguna duda». Otra reseña la deja el cineasta y escritor Manuel Gutiérrez Aragón: «Un bar de amigos, con la característica de ofrecer un pincho de patatas fritas pinchadas en un palillo y recién sacadas de la sartén. Muy buenas para quemarse la lengua y beber luego un sorbo del excelente blanco de barrica. Te ibas a casa tan contento...». Por último, Javier Castillo, Poty, gran amigo de la casa, dedica así: «El Chema y Chemari. ¡Un gran referente en Torrelavega. Establecimiento y persona únicos. Mi cariño y admiración, siempre!».