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La cuerda con la que Luisfer hace sonar la campana de la ermita tiene como quince años. Para muchos siempre ha sido esa. Igual que la campana misma, que ya descubre un color tiarando a verde propio de la edad, pero sigue sonando a gloria ... para todos. Ese 'todos' no lo integran sólo fieles practicantes; todos son taniegos y, como tal, profesan devoción hacia su patrona, Santa Ana y Nuestra Señora Virgen de las Nieves, esa que, aunque con residencia en la capilla desde 1667, sigue estando más viva que nunca al grito de la gente. El de los niños, que aprenden a ponerse el pañueluco por primera vez; el de la chavalada, que progresa adecuadamente en esto de la gala patronal y alterna nudos distintos en cada edición; el de los mayores, voz autorizada por antonomasia a la hora de hablar del asunto… Todos dedican palabras a la patrona y se ablandan al verla pasar sobre los hombros de sus amigos. Da igual que lleven puesto el traje tradicional o no, que estén cobijados a la sombra o soporten el sol –que pegó fuerte ayer en Torrelavega–. Todos encarnan esa veneración por Santa Ana y esa cosa familiar que, cada verano, distingue a esta fiesta creada por y para los residentes taniegos. Ese sentimiento tiene muchos nombres y cada cual lo llama por el que más le gusta. «Tradición», «amigos», «recuerdos», «emoción», «alegría», alternan. Pero Luisfer, que ya está preparado para tirar de la cuerda y hacer sonar la campana justo al terminar la misa a la una del mediodía, lo llama tirón. El tirón de las fiestas de Santa Ana.
La campana ha dado como quinientas vueltas sin exagerar. Y Luisfer, que hasta se ha permitido un pequeño receso y se ha valido del relevo de veteranos y pequeños por igual, se ha encargado de que ese timbre replicara durante toda la procesión, una ronda que ha rodeado la Plaza de Los Picayos y ha sido flanqueada por decenas de personas en una comitiva formada por fieles y representantes de toda la Corporación municipal –incluido el alcalde en funciones, José Luis Urraca–.
Pero las miradas no han estado fijas en estos sino en la patrona, que ha salido a hombros de la ermita y ha saludado a Tanos al ritmo de los obturadores de las cámaras de fotos, algunos sollozos y, sobre todo, los bailes multicolor de la Agrupación de Danzas de Nuestro Señora Virgen de las Nieves. No hay año en que los devotos de Santa Ana no contagien sus lágrimas a alguno de sus bailarines, mozos o mozas. Y este no fue una excepción. Esa emoción incontenible, las letras y la forma en que ellos y ellas se han rendido ante la imagen de la figura, ha vuelto a ser una de las imágenes más especiales de esta jornada festiva, una de las más señaladas dentro de un calendario que, hasta el domingo 6 de agosto, promete diferentes actividades para todos los residentes de la localidad.
Pero este miércoles lo que tocaba después de la misa, la procesión y los cohetes era la tradicional tarde blancos, una de esas rutinas que permite a los taniegos ponerse al día, reencontrarse y, claro, refugiarse del sol con un vino de solera fresco entre las manos. «¿Qué, como va el curro?», «Si no es en fiestas no te veo» o «¿este es tu chaval? ¿Once años ya?» son sólo algunos de los saludos y presentaciones que ha vuelto a dejar la localidad a partir de las dos de la tarde. Tanto la Avenida Joaquín Fernández Vallejo, empapelada de colores por las fiestas, como la propia Plaza de los Picayos, engalanada en cada esquina, han sido testigos directos del ir y venir de los pañuelos, las cañas y las tapas durante varias horas.
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