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Sniace y el Ayuntamiento de Torrelavega tienen cuentas pendientes desde años antes de que cerrara la empresa, hace justo un lustro. Dentro de ese ... balance de números, una de las patas clave que se sigue alargando en las negociaciones y los tribunales de Justicia es la que tiene que ver con el complejo polideportivo Óscar Freire, justipreciado desde finales de 2022 por el Tribunal Superior de Justicia de Cantabria (TSJC) en 2,7 millones de euros. Pero el Consistorio no solo quiere dar la batalla en lo referente a la tasación de este espacio deportivo -para lo cual ya avanzó su intención de elevar esa causa al Tribunal Supremo-; además, hay un intenso debate sobre la forma en la que, sea cual sea el valor de cada cosa, puedan repartirse las deudas cada uno el día de mañana.
Haciendo un resumen, el debate se podría reducir a esto: mientras la empresa reclama esos 2,7 millones de euros al margen de cualquier otra cuenta pendiente, el Ayuntamiento quiere afrontar parte de esa suma con créditos privilegiados que posee a favor de la compañía. Es en esta derivada donde, en los últimos días, ha presentado novedades la Administración torrelaveguense, apoyándose en la Ley General Tributaria (LGT) para iniciar un procedimiento de compensación y pagar así una parte del valor del complejo deportivo. La empresa no está de acuerdo y quiere percibir la integridad de dicha tasación, al margen de cualquiera de estos créditos.
Y esta es solo una derivada del debate de fondo, que es el precio del Óscar Freire. Han pasado ya más de dos años desde que la Sala de lo Contencioso Administrativo del TSJC estimó la apelación de la factoría y condenó al Consistorio a pagar esos 2,7 millones por las instalaciones, una cantidad que supera en más de un millón de euros a la calculada antes por el Juzgado de Expropiación Forzosa (casi 1,6 millones). Dicho sea de paso, esa tasación también se quedó lejos de los casi 3,4 millones que la firma exigía por los terrenos.
LAS CLAVES
Inicio del procedimiento El Consistorio se apoya en la Ley General Tributaria para pagar parte del valor de las instalaciones
Sentencia firme del Supremo El litigio por el otro 'trozo' de la firma, El Patatal, ya acabó con un precio para el parque de 322.302 euros
Principio del conflicto Hace catorce años ya que el Ayuntamiento dejó atrás su papel como arrendatario del Óscar Freire, en 2011
El precio del complejo deportivo es la última de las dos patas que mantienen esta discusión en pie desde hace años. La cadena de juicios y recursos alrededor del otro 'pedazo' de Sniace en liza, el parque de Las Tablas, terminó también en 2022, con un resultado óptimo esta vez para los intereses del Ayuntamiento.
Aquí no había 2,7 sino 10 millones de euros en juego, la mayor reclamación que ha encarado la ciudad en toda su historia, que se dice pronto. Y por fortuna para las arcas públicas, el municipio se libró de pagarlos bajo sentencia firme de, precisamente, el Tribunal Supremo. Tras aquel fallo, quedó claro que El Patatal costará 322.302 euros -218.822 el suelo, 88.132 el arbolado y 15.347 en base al premio de afección-.
Estos días se recuerdan los cinco años del cierre de la fábrica. Pero hay otras efemérides importantes en esta relación. Han pasado ya catorce años desde que, en tiempos de Calderón en la Alcaldía (2011), el Ayuntamiento dejó atrás su papel como arrendatario en las fincas de El Patatal y el Óscar Freire. Hasta entonces, fecha de caducidad de un acuerdo suscrito en 1999 -en el primer mandato de Gómez Morante- los torrelaveguenses venían pagando un alquiler de 88.000 euros anuales por la instalación.
La industria exigió una revisión de precios, lo que derivó en una etapa de seis años marcada no ya por la falta de consenso sino por la precariedad y la ausencia de mantenimiento. Llegó 2017 y, con él, un arduo proceso de expropiación que empezó bajo el gobierno de Viadero y que, aún hoy, con el bastón de mando en manos de López Estrada, sigue sin ofrecer un horizonte del todo claro. Tras su cierre en febrero de 2020, la histórica Sniace dejó atrás 81 de vida en Torrelavega, pero su legado, aunque sin pulso, sigue alargándose.
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Ana del Castillo
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