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Las terrazas que conquistaron unos metros extra de espacio público durante la pandemia tienen los días contados. Al menos en Torrelavega. Aquí, el Ayuntamiento se adelantará al cambio de ordenanza y aprobará este mismo mes una resolución de alcaldía para poner orden y rebobinar ... los usos de la calle al contexto previo a la crisis sanitaria. Y lo hará con carácter «inmediato», como avanza el concejal de Economía, Hacienda, Industria y Seguridad, Pedro Pérez Noriega, responsable de impulsar una reforma que, si bien estaba prevista para el pasado verano, fue acumulando retrasos, generando debate alrededor de la vigencia de la era covid y recibiendo una fuerte presión por parte de la hostelería. En un guiño a este sector, Pérez Noriega asegura que el decreto nace con el compromiso de «complicar lo menos posible» la rutina de los empresarios. Sus terrazas, cerca de 200, tendrán que revisar sus medidas este otoño después de dos años de excepcionalidad pandémica.
Ha pasado bastante tiempo como para olvidar cuál era el aspecto original de las plazas y calles de Torrelavega antes de que el coronavirus llegara y rediseñara esos tableros. El Bulevar Luciano Demetrio Herrero, la plaza Baldomero Iglesias, las calles San José, Consolación... Pueden darse un paseo por el centro y comprobar la pujanza con que resisten las mesas al aire libre en estas vías, aún hoy, a mediados del mes de octubre. Y existe un baremo infalible para distinguir las que sobran de las que no: todos aquellos locales que, durante la pandemia, tuvieron permiso para añadir más filas de mesas o ampliar su espacio de actividad, ahora se verán obligados a devolver esos metros de más. «Tienen que volver a su estado anterior», añade el concejal de Economía, antes de avanzar el fin de una autorización que, mal que bien, ayudó a muchos locales a sobreponerse a esa odisea por el desierto que fue la crisis sanitaria.
De entonces en adelante, Torrelavega vio nacer a dos nuevos tipos de terrazas -al menos desde el punto de vista de la ordenanza-: aquellas que crecieron a lo ancho, siempre con permiso de los edificios colindantes; y las que se dispersaron a lo largo, nunca sobrepasando más del 50% de la calle y dejando 1,80 metros para el tránsito de personas.
FUERTE OPOSICIÓN
REGRESO A 2019
La pandemia había comenzado y, con ella, este tipo de salvavidas llamados a conciliar el riesgo de contagio con la actividad hostelera. Los propietarios de bares y restaurantes tiraron de ingenio -y bolsillo- para sacar el negocio adelante. Y no sólo moviendo mesas. Se ganaron metros, se instalaron celosías en las plazas y hasta tarimas en zonas de estacionamiento. De hecho, este último recurso es una de las pocas excepciones que contempla el regreso a la vieja normativo -salvo en contadas ocasiones-.
Esas distinciones no han bastado a una parte de los hosteleros en los últimos meses. Así lo demostró a principios del verano la Asociación Empresarial de Hostelería de Cantabria (AEHC), convencida de la fuerza con que el coronavirus venía atacando hasta la octava ola y de la «necesidad» de mantener este periodo de excepcionalidad. «La situación del covid no ha terminado», razonaba entonces el abogado de la entidad, Jesús Vélez.
Cuatro meses después, el camino hacia las viejas rutinas sigue dejando claros y oscuros. Argumentos a favor y en contra. Por un lado, el derecho de todos los vecinos a disfrutar de la vía público; y, por otro, una incidencia que viene experimentando un repunte en las últimas semanas. Para hacerse una idea, sólo el lunes, el Servicio Cántabro de Salud (SCS) comunicó 53 nuevos contagios en mayores de 60 años -el único colectivo del que hoy se ofrecen datos de transmisión-.
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