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«Es difícil que aparezca algo, pero nunca se sabe lo que hay debajo de nuestros pies», afirma Rafael Bolado, director de los trabajos de ... control arqueológico de la obra de construcción de la vía por la que circularán los trenes en los próximos años mientras se lleva a cabo el soterramiento de la línea férrea a su paso por Torrelavega. La inversión se realiza en el arco norte de la ronda de circunvalación (Bulevar Ronda), entre el puente sobre el río Besaya en Torres y la salida de la ciudad hacia Santander, una zona de terrazas fluviales intensamente urbanizada.
Bolado recuerda que, según la normativa vigente, es obligatorio realizar este tipo de informes en estas obras y que ya se llevó a cabo un estudio técnico previo en 2018. Este, firmado por el arqueólogo José Manuel Morlote, indicaba que, tras un primer análisis del patrimonio histórico de la zona afectada, se podía determinar que el área no presentaba mayores inconvenientes en relación a los bienes culturales, dado que «los elementos conocidos se encuentran relativamente alejados del trazado propuesto».
Morlote señalaba que, aunque el potencial arqueológico del lugar no es muy alto, es probable la existencia de yacimientos o evidencias del pasado remoto en las zonas directamente afectadas por el proyecto. Para asegurar la compatibilización de las obras con la conservación del patrimonio histórico, recomendaba la realización del seguimiento arqueológico de las mismas.
Para llevar a cabo esa misión, la Consejería de Cultura ha autorizado las labores de control que está llevando a cabo desde hace unas semanas Rafael Bolado, que tendrá que presentar un informe preliminar dentro de los tres meses siguientes a la finalización del trabajo y una memoria científica de los resultados y de los materiales que aparezcan, en un plazo no superior a un año.
También está obligado a asumir personalmente la dirección de los trabajos de campo y llevar un inventario o registro numerado de las piezas y materiales que aparezcan, así como entregarlos al museo de titularidad autonómica que determine la Dirección General de Cultura y Patrimonio Histórico.
«Dado que el estudio previo de impacto arqueológico que realizaron otros compañeros determinó que no había ningún yacimiento que pudiera verse afectado, mi labor es más bien preventiva. Se procede a hacer una vigilancia, un seguimiento de los movimientos de tierra a niveles cuaternarios», explica Bolado. «Mi trabajo diario -añade- consiste en venir aquí y ver si los niveles sobre los que se está actuando son fértiles o estériles desde el punto de vista arqueológico. Son terrazas fluviales o zonas alteradas con materiales de construcción. No hay ningún tipo de aporte antrópico».
La previsión es la de no encontrar restos significativos: «Podría aparece algo casual, como por ejemplo una moneda. También me han hablado de la posible existencia en la zona de las pistas de skate de un canal de agua de la antigua fábrica de hilados del Duque del Infantado, del siglo XVIII, pero es difícil que aparezca porque las obras se ejecutan a poca profundidad».
En el caso de que Bolado detecte algo, se deberá proceder a parar las obras en ese lugar para «analizar los restos y ver si tienen o no entidad». En el caso de que sí la tengan, se debe comunicar a la Consejería de Cultura para que «decida qué se hace». «A no ser que sea algo muy significativo, el procedimiento no es nada complicado», indica el arqueólogo, que tiene 42 años y ha participado en diversos proyectos a lo largo de Cantabria desde hace más de una década.
El municipio de Torrelavega posee una baja densidad de yacimientos arqueológicos catalogados, debido, sobre todo, a la alta urbanización del territorio y a las características geológicas de los suelos, dominados por terrazas de los ríos, por lo que son poco aptos para la conservación de depósitos de un pasado remoto. La intensa alteración de las riberas del Saja y el Besaya por parte del hombre habría hecho desaparecer los pocos vestigios que quedaban en la ciudad y su entorno.
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