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Aunque Steve Javier Enríquez Gallo (Torrelavega, 1992) iba en realidad para futbolista y se hinchaba a meter goles en la Gimnástica, el Racing y otros equipos fuera de Cantabria, el póker se topó en su camino y vaya si apostó por él. Para cuando las ... lesiones empezaron a lastrar su ascenso al deporte rey -al inicio de la década anterior más o menos-, otro azar, el de la baraja, las pujas, el tapete y las fichas, empezaba a ser un pasatiempo a una vía profesional cada vez más factible. Ha pasado cerca de una década desde que aquel chaval que estudió la ESO en La Paz se sacó este as de la manga e inclinó la balanza de forma definitiva; hoy, y desde este miércoles, está en Las Vegas compitiendo en el campeonato del mundo de póker, un torneo con un primer premio de entre 12 y 14 millones y que únicamente por participar exige a sus contendientes 10.000 euros. «Vamos a por la gloria», desafía con una sonrisa, convencido de sus posibilidades en estas dos semanas tras un año «muy bueno» en otras pruebas.
Este 'crack' del póker ya se exigía al máximo de pequeño en aquellas partidas de chinchón o escoba en familia, pero el póker es otra cosa. «Necesitas una base de juego, de estudio y una estrategia. Lo que más influye es la adaptabilidad, saber contra quién juegas. Después de todo, compites contra personas y necesitas interpretar sus movimientos, valorar todas las posibilidades». Todo esto no es nada que el fútbol no le requiriera antes. «Las similitudes son muchas. Hay que tomar decisiones en un corto periodo de tiempo. Competir, interpretar los movimientos, engañar con una finta o una estrategia. Las pulsaciones no son las mismas, pero es similar», compara.
No son tan altas para él -o al menos «la mayoría de veces», como dice con simpatía-; en el campeonato del mundo, confiesa, hay gente a la que incluso le cuesta conciliar el sueño en las fases más avanzadas del torneo. No suele ser su caso después de tantos años jugando y haciéndose apuestas sobre el tapete, una profesión que viene conciliando con la de presentador en toda las retransmisiones de póker de la última década en España y también con la de creador de contenido en plataformas de internet.
«Si me eliminan, que espero que no, me tocará hacer la televisión», sonríe Enríquez, parte de esa hornada de jugadores que coincidió con la explosión del fenómeno del póker en internet y las televisiones hace unos diez años: «Antes no era tan habitual; empezamos a abrir bastante camino». Formar parte de la élite en España, país que sitúa entre las potencias del mundo junto a Brasil y Alemania, le ha valido para codearse con otras figuras de otros sectores y también amantes de la baraja. Para muestra, su relación con el popular futbolista Neymar Jr., con el que mantiene una «gran amistad» y al que, de hecho, verá en Las Vegas estos próximos días. «¿Neymar? Tengo la suerte de conocerle. Es un crack. Le gusta aprender, mejorar y es muy competitivo; es algo que está en su ADN de competición», rinde Steve, antes de referirse al 'crack' brasileño como un gran jugador, junto a «Julio Baptista, Gerard Piqué o Arturo Vidal», entre otros.
Ellos también se vieron atraídos por ese 'boom' y empezaron a conocer este mundillo de verdad, lejos de ese trazo de brocha gorda con el que se suele relacionar al sector del póker. «Esa imagen de un tugurio lleno de humo y con whisky en la mesa no es real. Aquí hay estudiosos, matemáticos, gente con carreras; el mundo del póker no se parece al que salen en las películas», asegura el jugador, también aficionado a las apuestas. Estas también han estado muy asociadas a ese auge, pero su mensaje es claro: «El problema es que son accesibles y la gente no tiene nociones para hacerlas. No se lo recomendaría a los que no saben de estadística ni matemáticas».
Gane o pierda en el mundial de póker, Steve Enríquez tiene claro que volverá este próximo agosto a Torrelavega para disfrutar de La Patrona. Su ciudad la lleva siempre en el corazón. «Vuelvo menos de lo que me gustaría. Es una maravilla ver cómo ha evolucionado», expresa, antes de reconocer que, cada vez que puede, se lleva «una tarta de hojaldre» o los canapés de su «queridísimo» Café Urbano's.
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