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Nunca se miente tanto como antes de las elecciones, durante la guerra y después de una cacería». Lo aseguró Otto Eduard Leopold von Bismarck (1815-1898), político alemán que más que adivino fue testigo de la vida y de la historia. El espíritu de esta sentencia está imbricado en la vida de los torrelaveguenses casi como un ADN. Hay muchos ejemplos. Pongamos hoy, por ejemplo, el del manido, viejo, tormentoso, un tanto aburrido, quimérico, y parece que inalcanzable, soterramiento de la estación de Feve. Y a pesar de todo, no perdemos la esperanza porque a los de este pueblo nos gusta ser ilusos, creer en los Reyes Magos, en que nos va a tocar la lotería un año de estos y en que la primavera ha llegado, aún resguardados debajo de un paraguas aguantando un chaparrón. En otras palabras, que nos apetece seguir siendo ingenuos, porque hay pocas cosas tan trágicas como perder la inocencia.
Más de 60 años lleva esta ciudad rogando al principio, pidiendo después y exigiendo ahora, que la Dictadura, el Estado transitorio y el Reino de España, derriben el camino de hierro, muro de la vergüenza que divide Torrelavega. No hay manera. Ni Franco, ni Carrero Blanco, ni Arias Navarro, ni Suárez, ni Calvo Sotelo, ni González, ni Aznar, ni Zapatero, ni Rajoy lo han creído conveniente –debe ser que no tenemos suerte con los presidentes–, así que nos hemos quedado sin a quien echar la culpa.
En los años 60 del siglo pasado, Horacio Hurtado, un adelantado de la fotografía moderna en Torrelavega –lo que hoy sería un fotoperiodista– publicó en un periódico regional un montaje fotográfico mostrando una engañosa y larga alameda, una recoleta avenida arbolada que unía la calle José María Pereda con el Paseo de El Niño. Había quedado sepultada la vetusta estación de Feve. Fue un 28 de diciembre, festividad de los Santos Inocentes.
Ya bien enharinados en el siglo XXI, seguimos exactamente igual, aunque ahora soñando ante una infografía, en el soterramiento de nunca jamás. Cada gobierno lo ha prometido y cada gobierno lo ha incumplido machaconamente, sistema de martillo pilón. Ya lo advirtió Paul Valery cuando dijo que lo que ha sido creído por todos, siempre y en todas las partes, tiene todas las posibilidades de ser falso.
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Ana del Castillo
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