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La salida de Rufino Sasián de 'Torrelavega Sí', partido ideado por Blanca Rosa Gómez Morante tras su salida/expulsión del PSOE, ha estado trufada por reproches mutuos –más argüidos por el controvertido empresario que por la veterana política– tratando así, quizás, de encontrar ... una justificación, a sabiendas de la censura social y ética que implica el transfuguismo. Por eso, el término 'no adscrito' es una eufemística definición que trata de suavizar esta patología.
Es cierto que quien decide abandonar súbitamente el partido que le llevó a sentarse en un escaño, no siempre comete deslealtad; hay quien toma esa decisión para apartarse de prácticas grupales por deleznable conducta moral. El tránsfuga, entonces, dejaría de serlo si, una vez abandonado el partido, y ya sin compartir bancada, votara junto a sus excompañeros; eso sería coherencia.
Cuando Gómez Morante fue alcaldesa en la última legislatura (2003-11), el empresario –dueño de la firma Paruvi– ya tenía problemas urbanísticos, encontrando por ello, el reproche político. Sin embargo, la bailía se excluyó de la reprobación y accedió a visitar sus instalaciones industriales –puestas en entredicho– en el barrio La Llamiega (Tanos). El empresario le recibió con un ramo de flores –que la alcaldesa aceptó– a pesar de algunas críticas (incluso de sus compañeros socialistas) y sin reparar –seguro– en que Mateo Morral también le regaló a Alfonso XIII y a Victoria Eugenia, el día de sus esponsales, un ramillete que escondía en su interior una mortífera bomba.
Como ha ocurrido en este caso, en ocasiones, los partidos cierran listas electorales fichando a personas sin pasado ni confesión política pública, creyendo en vano que van a poder imbuirles un sentido grupal incontestable –disciplina– que incluye la obediencia sin reparos. Ocurre entonces que cuando por razones personales o económicas –amistad o posibilidad de financiación de campañas, por ejemplo– un partido cuenta con esas personas ajenas a la estricta política militante, aumenta exponencialmente el riesgo de deslealtad o que se termine estafando obscenamente al votante. Normalmente el político ocasional, cuando se fuga reteniendo su acta, sabe que inicia un vuelo corto –la legislatura– en el que tratará de solucionar casi siempre un problema personal; «La política es el arte de disfrazar de interés general intereses particulares», Edmon Thiaudière (Gençay, Francia, 1837-1930).
Para aminorar este riesgo, una posibilidad es confeccionar listas electorales sin compadrazgos, amiguísimos ni politiquería de baja estofa. Los electores tienen también responsabilidad cuando depositan su voto sin lupa o con sospecha. El votante tiene un inmenso poder político en el momento de acercarse a la urna, que pierde absolutamente en ese mismo instante, dejándolo todo en manos de un verso suelto que decidirá sobre su futuro y su forma de vida.
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