![Tres décadas de prensa, amigos y trato cercano](https://s1.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/multimedia/2024/07/19/96430142-krDE--1200x840@Diario%20Montanes.jpg)
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El brillo en los ojos delata a Julián Crespo Ansorena cada vez que habla de sus más de tres décadas en la que siempre ha sido su casa, la de su mujer y compañera, Mercedes Muñoz Ramos, y en realidad la de miles clientes ... y amigos en Torrelavega. Después de 31 años de trayectoria abierta de lunes a domingo y salvo quizá una quincena de días de vacaciones, la Librería Virgen Grande se ha convertido en un templo para todos ellos. Para los lectores, de periódicos, revistas y casi cualquier cosa -porque la tienda siempre ha tenido de todo-; para los chavales o los críos más pequeños, surtidos aquí con mil golosinas, cromos, juguetes y demás historias de moda; y para todos los vecinos en general, que encuentran aquí, tras el mostrador, a uno de los embajadores de la ciudad más convencidos del tejido comercial.
«Siempre vale más el optimismo que el pesimismo», saluda, durante una conversación a la que, cada 30 segundos, se suman los clientes y proveedores de cada día. La gente de siempre. «¿Qué, Julián?», «¿cómo vamos?», «aquí», «¿todo bien?», alternan, como han hecho siempre. Algunos le preguntan ya por ese anuncio que ha puesto en algunas partes: el local está en venta y a finales de año lo dejarán «definitivamente» tras estas más de tres décadas de prensa, amigos y gran calidez en el trato. Ojo, la tienda funciona bien, pero Julián y Mercedes sienten que es el momento. «Me va a costar mucho irme, seguro, pero creo que ya es la hora», dice, con los ojos brillantes y consciente del capítulo que cerrará en apenas medio año. «¿Que qué mensaje le mando a Torrelavega y su gente?», se emociona: «Hombre, pues que gracias».
Julián se toma un tiempo y se acuerda de todos. Amigos, clientes de siempre, buenos tiempos, malos tiempos, todos esos críos que solían ir a por gominolas de la mano de su padre y que ahora vienen con un bebé en brazos... Recuerda a aquel turista que, una vez hace años, antes de volver a Madrid y tras pasar unos días en Torrelavega, le confesó que le hubiera encantado tener una tienda como la suya, la Librería Virgen Grande, debajo de casa. Escuchar aquello siempre le llenó de orgullo. Y es verdad. La tienda de Julián y Mercedes, como muchas otras dentro del tejido comercial, siempre jugó ese papel de «la tienda de siempre», como le gusta decir a él. La fórmula: trabajo y más trabajo. Muchas horas.
Pocas veces ha estado cerrada en estas últimas tres décadas, salvando quizá «una quincena de días de vacaciones al año». Por lo demás, abierta de lunes a domingo, por la mañana, por la tarde y al mediodía. «Ya me dijeron que estabais abiertos», «sabía que vosotros sí», reproduce Julián, en palabras de los clientes que en estos últimos años tiraron de la tienda para cualquier recado de última hora: «En estos últimos años hemos trabajado mucho, sí, pero si nos ha ido bien es también por el apoyo que nos ha dado siempre la gente».
Porque las paredes del local traspasan desde hace mucho la calle Augusto González Linares. La Librería Virgen Grande ha estado presente en ferias del libro, de Navidad, actividades de las fiestas... Esa predisposición a participar en la dinamización de la ciudad pronto posicionó al negocio entre los más populares de Torrelavega. La gente no tardaría en reconocerlo como tal. «Hemos trabajado mucho, sí, y la gente ha respondido siempre».
Lo dice porque volvían, contagiados por la simpatía, el trato y el optimismo. Sobre eso, algo importante: lejos de ver en Torrelavega una situación de declive casi irreversible, Julián siempre ha sido de los que cree en un mañana mejor: «Algunos dicen que Torrelavega está muerta, acabada, que si el comercio... Momentos malos los hay cíclicamente y cuando no es por la burbuja es por la reconversión industrial o el covid. Siempre. Anda que no hemos pasado baches. Pero también hay buenos momentos. ¿Qué ahora la cosa está mala? Mucha gente está tiesa, sí. Y, aún así, yo he conocido tiempos peores».
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