El mejor birle contra el cáncer, en Torrelavega

Ya son siete ediciones, pero la de este sábado ha sido la primera que coincide con el programa de las fiestas de la Virgen Grande. «Al estar dentro del programa de fiestas acude más gente», celebraba José Ortiz, uno de los organizadores. Desde que abrieron el recinto alrededor de las 10.30 horas hasta que cerraron sobre las 15.00 horas -y volverían a abrir por la tarde-, hubo un flujo continuo de personas, llegando a pasar por la bolera 297 visitantes. Pero es mejor ni andar con prisas. Como dice Ortiz, por mucha gente que acuda, el tiempo «no se puede acelerar»; cada persona requiere su momento para prepararse. Tranquilidad, buen ambiente y mucha solidaridad.

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Se nota que el evento ya está «muy implantado en la ciudad» y cuenta con muchos seguidores de toda la comarca del Besaya. De ahí el gran agradecimiento que Ana Barca, presidenta en la junta local de la AECC, volvió a expresar este año, muy satisfecha con la participación demostrada por los ciudadanos.

La dinámica es sencilla: hay que birlar tres bolas y tirar el mayor número de bolos posible a una distancia menor de un metro. Es ideal para personas de todas las edades puedan participar. Este sábado, por ejemplo, acudieron varias familias con sus hijos, además de vecinos más mayores. Ojo. Eso no quiere decir que sea fácil jugar. Hay mucha gente a la que esto del birle se le resiste. Dicen que la primera tirada suele ser la más complicada. «Los ha habido peores», intentaba animar uno de los organizadores a un tirador. No atinó. En su primer lanzamiento no derribó ningún bolo.

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«Adelanta el otro pie» o «sujétalo así mejor», eran algunos de los consejos que recibían los principiantes para ayudarles en su primera tirada. Estas ayudas siempre vienen bien, aunque todo el mundo tiene claro que el objetivo no es el de ganar sino otro mucho más importante: «Aquí da igual hacerlo mal o bien, lo hacemos por donar», compartían algunos asistentes mientras realizaban la donación e intentaban animar a otros compañeros.

Un jovencísimo birlador se apuntó y hasta se hizo famoso. La suya fue una de las imágenes más entrañables de la mañana: un padre sostuvo al jugador, un bebé, en brazos, simulando que era su pequeño el que lanzaba las bolas. Aplauso y suspiro generalizado del público, refugiado a la sombra -el sol pegó fuerte este sábado por la mañana-. «Dame el abanico», fue un comentario habitual. Calores al margen, el ambiente derrochó compañerismo todo el día, por la mañana y por la tarde-. Risas, complicidad y, sobre todo, mucha solidaridad.