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Las peñas no tienen tregua. «¡Mira, Encarni, Mira! Hay gente hasta en el techo», decían las señoras que paseaban por la acera de enfrente y no daban crédito: «Cómo se lo van a pasar hoy». Mesas y sillas entre los coches, sombrillas en la acera ... y el parque de Miravalles lleno de carpas dejaron una estampa completamente distinta a la de otros años por el Día de las Peñas en Torrelavega. Un día pensado para los más entregados en estos días. Los incondicionales.
Horas antes, en la entrada a la zona de aparcamiento de la calle Gervasio Herrero, colgaba un cartel que pedía despejar la zona a partir de las ocho de la mañana. Un aviso que pasó completamente desapercibido. Cuando empezaban a llegar las primeras peñas, los vehículos seguían estacionados. Con la ayuda de una grúa pudieron reubicar la mayoría, aunque algunos quedaron atrapados en el recinto. Para suerte de los conductores, según los agentes de la Policía Local que patrullaban la zona al mediodía, no hubo multas. Viva La Patrona.
Las cuadrillas que llegaron a las siete de la mañana, impacientes, no pudieron esperar para escoger el mejor sitio para pasar el día. Los veteranos habían ocupado los puntos estratégicos, los que estaban a la sombra. Cada vez llegaban más cuadrillas y cuando el reloj apenas marcaba las doce y media del mediodía ya había 332 peñas asentadas en Miravalles. Y para los que habían llegado tarde, no quedó otra opción que estar entre coche y coche. Un poco más sufrido, pero no supuso ningún problema.
El espacio reducido ayudaba a hacer amigos, además. Aquellos que compartían plaza de aparcamiento formaron un solo bulto, se pasaban el abanico y se pedían «una pizca de sal para el pollo». Y los que campaban a sus anchas tampoco tardaron en tener vecinos. Lo que hizo que el ambiente fuera excepcional. «No es fácil hacer amigos en 'Torre', pero hoy es especial. Somos una gran piña», comentaban los dueños del bafle, que unificaba el ambiente con su música.
El calor también fue gran protagonista en el Día de las Peñas. Tanto que, además de carpas para resguardarse del sol había sombrillas y también paraguas. «A grandes males, grandes remedios, como dice mi padre. Que espero que no se dé cuenta que le he robado sus paraguas porque, si no, no teníamos forma humana de cocinar», decía un peñista vestido de negro mientras sudaba la gota gorda. «El primer año, sólo vimos una carpa, pero lo de este año es una pasada, parece un día de 'camping'», señalaban las Reinas de Copas, de resaca y con apenas horas de sueño y las ganas de fiesta intactas.
Y no les faltaba razón. La zona de césped del parque Miravalles que había sido conquistada por los peñistas estaba repleta de sillas y mesas de 'camping', alguna que otra hamaca colgada entre los árboles y fogones con 'camping gas'. A la hora de la siesta, decenas de personas estiraron sus toallas sobre el verde. «Es un plan perfecto para los días de resaca como éste, que están reventado de las fiestas y el ambiente es más calmado», decía una de las integrantes de Akelarre mientras le servían 'risotto'.
Los que, desde luego, no necesitan siesta son los chavales, los mismos que han bajado la media de edad este año y que luego protagonizaron la parte más movida y nocturna de esta cita. Muchos de los grupos son familiares y vienen con sus hijos, pero también hay veinteañeros que acuden a las quedadas porque sí, porque les apetece. Y aunque la mayoría son inexpertos en la cocina, sobre todo con las paellas, todos participaron en el concurso de arroz -competición que se hizo por la mañana y sumaba puntos en la Liga de Peñas-. El propio concejal de Deportes y Juventud de Torrelavega, Nacho González, admiraba la cantidad de gente joven que se encontraba allí. «Este tipo de concursos suele tener participantes más mayores, pero es un gusto ver caras jóvenes porque es importante que se animen a estos ambientes también», comentaba con una camiseta de peñista. Aquí todo el mundo participa. Algo con lo que también coincidían los organizadores y técnicos: «Está muy guay porque es un ambiente de todo tipo de edades en el que los chicos pasan un buen rato pero no lo convierten en un macro botellón», decía uno de los responsable de sonido mientras observaba la escena frente al escenario.
Sin embargo, no todos vivían su mejor momento. A estas alturas de la fiesta, hay quien ha resistido a duras penas los más de siete días de fiesta y este año dice que la fiesta sí ha podido con ellos y no ellos con la fiesta: «Llega un punto en el que la edad se nota porque ya no somos lo que éramos. Vamos a necesitar tres días para recuperarnos», decían las madres de todos los niños que corrían vestidos de amarillo. «Vamos a coger una excedencia por excesos», añadía otra entre risas.
Y es que, las fiestas de este año han venido potentes. «Creo que es el que mejor me lo estoy pasando», se escuchaba. No todos aguantarían el ritmo como para quedarse a los bailes y ritmos proporcionados por el pinchadiscos, ya por la tarde, pero el gran día de las cuadrillas volvió a inspirar ayer un sentimiento de hermandad especial. Una jornada por y para los peñistas.
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