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Bastaba darse una vuelta por Torrelavega ayer para corroborar que el deporte es, junto a la música y todo lo que tiene que ver con las peñas, una de las señas de identidad de la ciudad durante estos diez días de fiestas de la Virgen Grande. La capital del Besaya se llenó de balones, dianas, desafíos de todo tipo en las porterías y hasta juegos de la rana, en el marco del ya consolidado Día del Deporte. Lo pudieron ver en la plaza de La Llama, en Baldomero Iglesias, el pabellón polideportivo municipal Habana Vieja... Los chavales guiñando un ojo y sacando la lengua para apuntar, los adultos cogiendo carrerilla para encestar la pelota y, sobre todo, el sentimiento de comunidad, volvieron a ser marca de la casa en esta cita, cada vez más asentada en la programación de La Patrona.
Que se lo digan a Pablo, Óscar, Raúl y todos esos niños que ayer, como si de una competición de élite se tratase, se enfundaban su camiseta de peñistas para echar la mañana jugando y pasándolo bien. Sus mayores son iguales y no dejan escapar la oportunidad de participar en estas actividades deportivas, una ocasión única para dejar a un lado la rutina y pasar un rato en familia. A veces solo necesitamos un empujón para darnos cuenta de lo importante y parar un poco. Ayer, media Torrelavega hizo exactamente eso. Jugar y nada más.
Ojo que eso no quiere decir que no se competiera. Que se lo digan a todos aquellos vecinos que, ajenos a la olimpiada torrelaveguense, se sorprendían o atragantaban con el blanco cuando escuchaban a uno de los atletas lamentarse por un error. Aquí, desde las terrazas, muchos quedaban fascinados con el espíritu competitivo que, desde pequeños, ya desprenden los niños.
Lo que también despierta en ellos gracias a este tipo de actividades es el compañerismo. Ayer, las manos tendidas para levantar al rival y las manos estrechadas fueron dos de las escenas habituales. «Felices fiestas», le deseó un crío al otro, tras finalizar unos lanzamientos con la pelota en la plaza de La Llama y recoger sus cosas. Que así sea.
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