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Poco hecha, cuajada, con cebolla, sin cebolla... Bien es sabida la infinidad de maneras que hay de hacer la popular −y a veces polémica− tortilla de patata. Cada uno la hace a su gusto y al de los suyos. Pero en esta ocasión los paladares ... que hay que conquistar no son los de los nietos, familiares o amigos, sino los de los jueces. Los vecinos trasladaron sus habilidades culinarias puestas en práctica en sus casas a la pista cubierta de la Plaza de la Llama, espacio en el que este domingo se realizó el tradicional concurso de tortillas que cada año ocupa un lugar destacado en el programa de las fiestas de La Patrona de Torrelavega. En este concurso, organizado desde hace 40 años por la peña El Tolle, se hace un homenaje a la tradición, tanto por su vigencia como por el arraigo del plato en nuestra región.
Como todos los años, los concursantes más madrugadores comenzaron a llegar sobre las 10.30 horas, para preparar todos sus utensilios −que ellos mismos traían de casa− y poner a punto todo lo necesario. A partir de esa hora la cancha de La Llama −la lluvia trasladó el evento de la Plaza Baldomero Iglesias, su lugar habitual− empezó a llenarse de concursantes y familiares, y a las 11.00 horas ya estaba todo preparado para sacar los cuchillos. Los concursantes, un total de 65, arrancaron cortando las patatas y cebollas, cada uno con su propia técnica. Los más rápidos no se demoraron en calentar el aceite, que sobre las 11.20 horas ya estaba en plena ebullición.
La Llama comenzaba a coger calor y olor, y se podían ver las primeras gotas de sudor. La cebolla y la patata, que ya estaba pochando, dio un respiro a los concursantes, que hablaban con familiares y amigos que se pasaron por el lugar. Uno de los que aprovecharon para descansar es Jesús, que también participó el año pasado. Tal y como dijo, el anterior concurso quedó en «muy mala posición» así que este año volvió a probar suerte de nuevo. A pesar de ello, admitió que no había practicado mucho. «Sólo hago tortilla en Navidades, y como siempre me dicen que me sale bien pues me apunté». La clave: «Paciencia y mucha cebolla».
Los minutos fueron pasando y, a pesar de que no había límite de tiempo, hubo quienes no tardaron en mezclar la patata con el huevo. Los más experimentados hicieron el mejunje antes de batir, para luego mezclarlo todo al mismo tiempo «y que se integren mejor los ingredientes». Algunos de los que recurren a esta técnica llevan varios años detrás de los fogones, pero también hubo jóvenes que, a pesar de su inexperiencia, se atrevieron a acudir a la cita. Eso sí, con la ayuda de las indicaciones de sus madres, que les fotografiaban orgullosas desde la barrera.
Por otro lado estaba Eloína, que pese a estar curtida en esto de los concursos de cocina −el año pasado consiguió el primer premio en el de arroces− confesaba que las tortillas no son lo suyo. Aún así hace tortillas a diario para sus nietos e hijos y admitió que «a ellos les gusta». «Soy rápida, pero no me salen muy bien». A pesar de ello, quería darlo todo en el concurso. «Siempre puede haber suerte», concluía.
Esa suerte es la que todos los concursantes desean, y sólo algunos encuentran. En esa búsqueda se encontraba Francisco, uno de los fundadores del concurso. Lleva participando desde la primera edición y hasta este año no se ha perdido ninguna. «No recuerdo cuántas ediciones han habido, pero yo he estado en todas». Tantas participaciones le han dado la oportunidad de quedar entre los primeros en alguna ocasión. Una de ellas, el año pasado, que quedó tercero. Esta vez, se lo tomó con calma. Fue a «participar». Todo lo contrario que María, su compañera de mesa. «El objetivo es ganar» comentaba competitiva.
Poco antes de llegar las 12.00 horas, se comenzaban a ver las primeras tortillas en la sartén y por consiguiente el momento clave: darle la vuelta. La mayoría recurrió para ello al plato −el mejor compañero en esta fase−, pero algún valiente se atrevió a dar un poco de espectáculo y tiró de golpe de muñeca con buen resultado. La música de clásicos como The Eagles y alguna que otra pieza más moderna amenizaba la mañana, que poco a poco se aproximaba a su fin. Llegaba entonces el momento de emplatar y con ello la cata por parte del jurado.
Después, se pondrían de acuerdo para decidir qué tortillas serían galardonadas. La tensión se mascaba en el ambiente y los cocineros, acompañados de familiares y amigos, aguardaban el veredicto final. Enrique Mantecón, presidente de la peña organizadora, iba anunciando el número de las tortillas ganadoras entre vítores y aplausos. El Ayuntamiento no facilitó el nombre de los premiados. Uno de ellos se mostraba humilde y atribuía su victoria a la «suerte». «A cada persona le gusta la tortilla de una forma. Al final es algo subjetivo». Pero también daba algunas claves: «Una buena proporción de ingredientes, ni demasiada patata ni demasiado huevo». Al final, se necesita un poco más que suerte.
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