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CARMEN MÚGICA
Domingo, 11 de abril 2010, 02:44
Que este libro sobre tu tierra y escrito por un autor de la mía signifique siempre nuestra unión...». Así empieza la dedicatoria del primer ejemplar de 'El Camino' que fue mío y que me lo regaló una amiga de Valladolid, allá por el año 1972, cuando estudiaba mi carrera en aquella ciudad. Lo guardo como oro en paño y cada vez que lo veo, entre los demás libros, me acuerdo de Nines, de aquella unión y de aquella amistad. Leí 'El Camino' por primera vez cuando tenía catorce años. Me lo dejó mi amiga Mari Juli Lloredo, me dijo : «Léelo. Te gustará». Ella sabía bien de qué iba el libro y debió dar por supuesto que yo también lo sabía, pero no era así.
Comencé la lectura y enseguida me sentí atraída por los sentimientos de Daniel, el Mochuelo, empezaron a resultarme 'familiares' algunos nombres propios ( Ramón, el boticario; el Pico Rando, el Tiñoso, las Guindillas...). Nombres, todos ellos, pasados por el tamiz del genio del escritor, pero que a mí me sonaban muy cercanos, conocidos.
Seguí leyendo y cuando llegué al capítulo III, leí: «El valle. Aquel valle significaba mucho para Daniel, el Mochuelo. En su trayecto por el valle, la vía, la carretera y el río. se entrecruzaban una y mil veces, creando una inquieta topografía de puentes, túneles, pasos a nivel y viaductos».
En este punto se me puso un nudo en la garganta porque este valle ¡no puede ser otro que mi valle!, pensaba yo mientras no me podía creer aquello que estaba leyendo. Continué con una emoción infinita y dos páginas más adelante encontré: «Era, el suyo, un pueblecito pequeño.La primera casa, a mano izquierda, era la botica. A la puerta de la farmacia existía una campanilla. Siguiendo varga arriba. Trescientos metros más allá, varga abajo, estaba la iglesia.» Parecía que el corazón se me iba a salir del pecho, ¡este pueblo es el mío! ¡Es Molledo! Qué feliz me hizo este 'descubrimiento', que ya muchos sabían, pero que con el pasar de los años a mí me resulta cada vez más entrañable aquella inocencia literaria de mis catorce años.
Seguí leyendo a Miguel Delibes, los libros que me podía comprar y los que me iban regalando, como hizo Nines. Después, mi marido me ha regalado todos los que ha ido publicando don Miguel.
Y sucedió que bajando yo desde San Martín (donde vivo desde que me casé) a Molledo, me crucé en El Puente del Rey con un señor que iba paseando, serio y ensimismado. Su cara me resultaba conocida, pero yo no sabía muy bien de qué me sonaba. Seguí mi camino, dándole vueltas al personaje. Estábamos en Semana Santa y por esta época el pueblo se llena de gente. De repente lo vi claro: ¡Era Miguel Delibes! El corazón me empezó a latir como cuando aquel primer descubrimiento de 'El Camino'. Cuando llegué a la pequeña librería que mi marido tiene en el pueblo le dije: «¿A que no te imaginas con quién me he encontrado?» Y él me contestó: «Ha estado aquí esta mañana comprando el periódico».
Al día siguiente me dedicó 'Señora de rojo sobre fondo gris'.
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