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:: ARANTZA PRÁDANOS
Lunes, 3 de mayo 2010, 11:36
Alejandro Humboldt, príncipe de los viajeros, vindicó siempre la contribución de España a ensanchar las fronteras del mundo conocido, y admiró sin empacho los abrumadores descubrimientos geográficos y científicos firmados por la vieja piel de toro. Era alemán y no le dolían prendas en admitir lo evidente. Una voz foránea tenía que ser. Típico. Hay en el ADN español cierto ánimo cainita, un desdén por los propios méritos de país que nos hace malos propagandistas de nosotros mismos. Este rasgo de idiosincrasia ha permeado durante siglos la historiografía y atacado el frente educativo. Conclusión: somos quizá la potencia histórica con mayor ignorancia colectiva sobre sus descubrimientos. Que no han sido mancos. España 'encontró' América y mucho más. Con una pizca de las exploraciones y conquistas hispanas como materia de guión, con personajes del fuste de León el Africano o Pedrarias Dávila, de Pedro Páez, de Lope de Aguirre y tantos más, Hollywood enloquecería.
Por dónde empezar. Como pionera y madre de la literatura española de viajes se postula la andariega monja gallega Egeria, gracias a sus cartas de la ruta hacia Tierra Santa en el siglo IV. A partir de ahí el problema es escoger quiénes entran y quiénes se caen de los márgenes de un libro. El 'Atlas de los Exploradores Españoles' es largo y ancho, pero ni aún así caben todos los que son. Fruto de la colaboración de GeoPlaneta y la Sociedad Geográfica Española, la obra es el primer intento de poner las cosas en su sitio. Por sus páginas desfilan las biografías de casi doscientos adelantados con los mapas de sus correrías. Expedicionarios españoles y viajeros bajo pabellón ibérico que surcaron tierra, mar y aire, y colocaron importantes piezas en el mapamundi terrestre y del saber.
Al surtido no le falta de nada. Conquista sangrienta por Dios, el rey y la patria. Rapiña individual en busca de oro y fortuna allende los mares. Búsqueda, control y espionaje de rutas comerciales. Exploración geográfica sin más, cartografía, investigación botánica y etnográfica, evangelización, aventura. Hay de todo y en toda época. Presencia española de Alaska a Tierra de Fuego, en el Lejano Oriente, el Tíbet, en las islas remotas de los mares del Sur. Hasta la Antártida fue avistada por primera vez en el siglo XVI por un buque al mando del almirante Gabriel de Castilla, casi dos siglos antes de que James Cook se asomara a la zona.
«Era hora de recuperar la memoria. Pocos países han dado al mundo tantos y tan grandes nombres a la historia de la exploración y sólo se conocen unos pocos, los clásicos de la conquista de América, y de otro puñado suenan los nombres pero no qué hicieron», explica Lola Escudero, cofundadora de la Sociedad Geográfica y directora de comunicación de GeoPlaneta.
Viajes desde el fin del mundo
Pero la nómina de exploradores arranca de más antiguo y continúa mucho después de que en el imperio empezara a ponerse el sol. De la Hispania romana, del 'finis terrae' medieval y renacentista nunca dejaron de partir «viajeros, comerciantes, soldados, curiosos, gentes nacidas para permanecer en movimiento», recuerdan los editores del Atlas. Audaces como el ceutí El Idrisi, cartógrafo y geógrafo que ya con 18 años recorría Asia Menor; Benjamín de Tudela, el gran viajero hispano judío del siglo XII por el Oriente; o Ruy González Clavijo, madrileño, diplomático y embajador en la corte del khan Timur (Tamerlán) en la Samarkanda del XV.
En el siglo XVIII, con un imperio ya a la baja, entró en escena una casta irrepetible de marinos científicos ilustrados. Los Jorge Juan, Antonio de Ulloa -partícipes de la expedición franco-española de La Condamine para medir el grado de meridiano y determinar que la Tierra se achata por los polos-, Juan de Lángara, José de Mazarredo, Juan Francisco de la Bodega -'Los Pájaros', de Hitchcock, discurre en Bodega Bay, en la costa de California-, Félix de Azara, precursor de Darwin, o el gran cartógrafo Vicente Tofiño. La lista es abrumadora a pesar del desgarrón de Trafalgar y la pérdida allí de luminarias como Dionisio Alcalá Galiano o Cosme Damián de Churruca.
La paradoja radica en que buena parte de estos nombres no ha trascendido de las crónicas y registros oficiales. Y duele que muchos de sus hallazgos científicos fueran valorados antes en otros países. Al clérigo José Celestino Mutis, uno de los mejores botánicos de todos los tiempos, casi sólo se le recuerda al otro lado del Atlántico. Y pocos aquí saben que a comienzos del XIX España orquestó la primera gran operación humanitaria internacional de la Historia, la expedición de Balmis y Salvany, contra la viruela en las colonias de ultramar.
Desfase histórico
A lo largo de los siglos España no ha sabido valorar su legado. Otros países sí. Francia y Gran Bretaña anclaron algunos de sus mitos nacionales «revolucionario y napoleónico la primera, isabelino y victoriano la segunda» a sus logros en viajes y exploraciones europeas en otras geografías, explica Manuel Lucena Giraldo, investigador del CSIC y editor científico del Atlas. Británicos y franceses «han reclamado con espíritu corsario autorías indebidas, precedencias injustificables o hallazgos imaginarios», apostilla en el prólogo.
La obra hace un pequeño hueco a las féminas. En el club de Egeria brilla por derecho propio Catalina de Erauso, la 'Monja Alférez', con un historial de armas en las Américas a la altura del soldado más bravío. Las páginas finales homenajean a los contemporáneos; los ases aviadores del 'Plus Ultra' y de la 'Escuadrilla Elcano' en los años 20, y los penúltimos, gentes como González Green, Ramón Larramendi o Nil Bohigas, encargados de mantener viva la llama de la aventura 'made in Spain'.
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