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GONZALO SELLERS
Jueves, 20 de mayo 2010, 19:16
Invención, realidad o despropósito histórico. Lo único cierto es que la crónica relatada por el escritor argentino Abel Basti en su libro 'El exilio de Hitler', en el que detalla cómo el Führer no se suicidó en abril de 1945 y pasó unos días en Somo antes de fugarse a Argentina, provocó ayer un maremoto de rumores y carcajadas a partes iguales en la localidad cántabra. Aunque también encontró defensores.
Aburridos de la crisis y los recortes salariales, los medios de comunicación de toda España también hallaron un filón en una historia que se sale de lo normal. Excéntrica para algunos y cierta para otros. La propietaria del bar 'Las Quebrantas', que sólo se parece a la hostería donde supuestamente se quedó el dictador alemán en el nombre, lleva dos días descolgando el teléfono y escuchando el mismo apellido una y otra vez: Hitler. Ayer mismo, cámaras de varias televisiones nacionales se desplazaron hasta Somo para hacer reportajes. Nunca una noticia tardó tantos años en cubrirse.
Lo que Basti relata en su libro, y explicó en una entrevista concedida anteayer a este periódico, es que el Führer escapó de Alemania antes de la capitulación, llegó a España y, a bordo de un submarino, se exilió en Argentina. Eso sí, antes descansó unos días en Somo. «Tengo testimonios que aluden a reuniones que mantenía con su séquito en una hostería llamada 'Las Quebrantas', en Cantabria», afirmó el escritor.
Ese establecimiento, efectivamente, existió hasta hace quince años, y estaba situado en una finca de mil metros cuadrados junto a lo que ahora es el aparcamiento de la playa de Somo. Sus propietarios eran la familia Ranz, un apellido de origen suizo-alemán.
Los que lo vieron
Este periódico se puso ayer en contacto con Pilar, la nieta del dueño de 'Las Quebrantas'. Y la noticia no era nueva para ella, ya que en su familia siempre se ha contado, medio en broma medio en serio, la historia de los días que un supuesto Hitler descansó en Somo.
Su abuelo le relató como un alemán que vivía en esa zona le preguntó si tenía una habitación libre para un matrimonio amigo suyo. Él le dijo que sí y, a los pocos días, un hombre y una mujer alemanes, que «iban de incógnito», se inscribieron bajo el nombre de un título nobiliario español.
A la mañana siguiente, una española hospedada en el mismo lugar se los encontró en el comedor y, muy enfadada, fue a buscar al propietario. «¿Pero tú sabes a quiénes tienes alojados? Son Adolf Hitler y su mujer, Eva Braun», le dijo. «Mi abuelo no le hizo ni caso. Hasta que, al día siguiente, la señora volvió a insistir», relata Pilar. Fue entonces cuando su abuelo llamó al hombre que le había preguntado por la habitación libre para la pareja. «Él alemán se asustó mucho y le dijo a mi abuelo 'No es Hitler, pero es un alto cargo de las Waffen-SS (unidad de élite del ejército nazi)'».
Poco después de esa llamada telefónica, un coche se presentó en el hotel para llevarse a la pareja. Cuando estaban saliendo por la puerta, al supuesto Hitler o jefe de las SS, se le cayó un botón del pantalón y la abuela de Pilar se lo cosió. «Si aquel era Hitler, entonces le remendé el pantalón al Führer», recuerda su nieta que decía. Después, el hombre se despidió con el brazo en alto y un 'Heil Hitler'. Y se marchó con su mujer.
«Jamás hemos sabido con certeza si era él. Nadie en mi familia puede asegurarlo», explica Pilar, que conserva un libro manuscrito por su tía en el que aparecen todos los nombres de personas ilustres que pasaron por el hotel. Allí están Federico García Lorca, Amparo Rivelles, embajadores, intelectuales... y al final, entre interrogaciones, el apellido Hitler.
Años después, el abuelo de Pilar preguntó a ese vecino alemán por aquella pareja, y éste le contestó con un rotundo: «No tuvieron suerte en el viaje». Lo que esta familiar de los propietarios de 'Las Quebrantas' quiere desmentir es que aquella pareja alemana llegara acompañada de una escolta o mantuviese allí reuniones secretas, como Basti dice en su libro.
Pero ésta no es la única fuente que puede relatar lo que pasó aquella primavera de 1945. Ayer parecía que todo el mundo conocía desde siempre la ilustre visita. A través de la página web de este periódico, un lector aseguró que él había estado allí. «En el dique de Gamazo había un submarino alemán. Ibamos los chavales a pedirles las cajas vacías de los cigarrillos que fumaban. El Führer hacía guardia en el portalón, porque no se fiaba de nadie. Nos dijo que el domingo, durante el partido de fútbol, iban a largarse. Y, desde los campos, en la tribuna de hormigón que daba la espalda a la playa, vimos salir al submarino. Le gustaba mucho vernos a los chavales tirarnos coles desde el espigón frente al taller de Pompeyo y Herrerías».
Otros, los más descreídos, recordaron las teorías conspiroparanoicas que defienden como Hitler sigue vivo. Y comparte casa con Elvis, JFK y Michael Jackson.
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