¿Qué es el talento y cómo se detecta?

El talento pesa 26 kilogramos. La afirmación no resulta cuestionable, al menos en la Atenas de Pericles, porque se correspondía con el volumen de agua que podía contener un ánfora. Pero ni siquiera en la Antigüedad se ponían de acuerdo sobre su concepto como unidad de medida. En Egipto suponía 27 kilos, en Babilonia alcanzaba los 30,3 y el denominado pesado llegaba a los 58,9, según relata el Nuevo Testamento. Vistas las diferencias para aplicarlo a la métrica, ¿cómo precisarlo cuando hablamos de talento como aptitud para llevar a cabo una actividad? ¿Es un don absoluto o admite interpretaciones? Algunos de los que trabajan con este material tan sensible aportan su testimonio.

La danza es pródiga en estas virtudes, porque, al parecer, son varias y diversas. «Cuando formas a los alumnos encuentras capacidades para lo virtuoso y lo vistoso, algunas más físicas y otras más interpretativas», apunta Nicolás Rambaud, coreógrafo, bailarín y pedagogo francés radicado en Madrid. A su juicio, los profesores pueden enseñar a utilizar el cuerpo, a moverlo según ciertas normas, pero el talento «tiene que ver con la parte artística y lo que sucede encima de un escenario». Algunos niños descubren aptitudes «con pasión o sin ella, que esa es otra cuestión», pero eso no significa, en esta disciplina, que nos hallemos necesariamente con una persona dotada, «porque es muy importante el contexto histórico», apunta. «Ya no se ejecuta igual que hace cuarenta años, las bailarinas de Degas eran bajitas y redonditas, mientras que ahora son muy delgadas. Hoy alguien con tal privilegio en el mundo de la danza debe ser capaz de contar cosas con su cuerpo y, además, responder a la moda de su tiempo».

«¿Qué es talento? Esa es la pregunta del millón», plantea Enrique Salaberria. Y eso que pocas personas como él pueden responderla. Como productor y fundador del grupo empresarial Smedia, desarrolla numerosas actividades escénicas en los teatros madrileños y se ha encontrado cara a cara con actores, actrices y dramaturgos tocados por esa cualidad. Pero, según su experiencia, tal excelencia se manifiesta de manera sorprendente. «Viene precedida por un fondo de humildad. Es una presencia lánguida».

El promotor teatral no habla de timidez, sino de que quien la posee no hace una gran exhibición, como si fuera una carga que rechaza. «Otra cosa es que, en este campo, hay mucha gente desarrolladora de proyectos, aunque eso no significa nada. Sólo que hay ruido. Es como un torrente de agua, que te arrastra con él. Quien tiene capacidades no necesita demostrarlo». A ese respecto, pone como ejemplo su entrevista con Eduardo Aldán, cuando le expuso el libreto de su obra 'Espinete no existe', en cartel desde hace más de doce años. «Entendí que me estaba contando su verdad, con sencillez, sin alharacas», recuerda. «El talento no se puede ocultar, es como un aura, está ahí y lo ves. Las personas especiales se delatan».

Pero el talento, en el mundo de las bambalinas, no es suficiente. «Hay gente tocada por ese don que no se aguanta a sí misma, genera locura, porque si destaca por exceso, impide la convivencia y la aísla», advierte. Y señala la existencia de magníficos intérpretes «a los que nadie quiere ni ver porque son insoportables, y ahí se han quedado». Concha Velasco, por poner un ejemplo conocido de mujer talentosa, encarna la perfección, dice el especialista: «Tiene talento y una notable facultad para compartir el escenario. Lo lleva con humildad».

Ahora bien, ¿es fácil descubrir al excepcional en el interior de un elenco? «Destaca de inmediato», resuelve la duda. «Simplemente te atrapa en cuanto sube el telón. Es absoluto y capaz de convertir algo en un éxito», señala y menciona el caso de Rafael Álvarez 'El Brujo' que, según explica, «te lleva por donde le da la gana»; o Carla Pulpón, actriz circense capaz de entusiasmar a niños de 2 años. «La ves en escena y por su armonía y psicomotricidad parece que mide dos metros y eso que no llega al 1,50 en la calle». La brillantez se antoja más difícil de hallar a la hora de escribir un texto dramático. «Por mi experiencia, yo diría que hay que leer más de doscientos para encontrar uno que merezca la pena representar».

Más dudas: ¿El genio conduce al éxito? No necesariamente. «Hay tres cuestiones tienen que conrurrir: que posea un talento de la repera, que sea un trabajador también de la repera y, por último, que le sonría la suerte».

La música es otra de las vías que conducen al Olimpo, ese monte tan escarpado. Anna Baget es profesora de violín en el Conservatorio Adolfo Salazar de Madrid y forma a estudiantes entre 7 y 17 años. «Hay varias cosas que llaman la atención de los niños virtuosos», indica y menciona la curiosidad por descubrir, la maduración precoz en la tarea y los logros muy superiores a lo que les correspondería por la edad. «Denotan un alto nivel de concentración, una memoria muy grande y la tendencia al perfeccionismo». Y apunta las pistas que descubren a esos pocos prodigiosos: «Unos aprenden muy rápido y otros no sólo tocan bien, sino que evidencian maneras de adulto. Enseguida detectas algo especial».

El autoconocimiento es, dice, una de las claves para que los jóvenes desarrollen su potencialidad. «El problema es que, en muchas ocasiones, tienen miedo a hacer cosas porque temen no estar a la altura. Por eso es tan importante que se acepten como son, que asuman la resiliencia». La adolescencia no suele representar un problema especial. «Si desde pequeños han trabajado en sus posibilidades, se hallan muy motivados, tienen tantas ganas de aprender que están muy enfocados en su pasión».

En el campo de la literatura el talento tiene mucho que ver con la gemología. Virginia López-Ballesteros, agente literaria, pone el símil recurrente del diamante en bruto. «Hay que trabajarlo, pulirlo y para que brille tiene que salir a la luz. Si queda abandonado porque nadie sabe o quiere reconocer su valor, si queda oculto entre un montón de piedras comunes, nadie podrá nunca apreciar su valía». El sentido común, el espíritu crítico y la intuición son sus herramientas de trabajo. «Pero hay escritores talentosos que no se descubren porque las editoriales no los saben ver o no les parece que la obra vaya a ser rentable». Menciona el ejemplo de John Kennedy 0'Toole y su triunfo post-mortem. El éxito llegó después de que las editoriales rechazaran el original de 'La conjura de los necios' y el autor se quitara la vida.

La especialista descubre lo que se avecina a partir de las señales escondidas incluso en la redacción del correo electrónico que acompaña el texto, la sinopsis y las veinte primeras páginas. «Ya sabes si merece la pena». Y habla de talentos para muy diversos públicos. «Está el democrático, como el de Mario Vargas Llosas, capaz de llegar a mucha gente; el de Marcel Proust, denso y arduo; o el de Corín Tellado o Georgie Dann, fenomenales en lo suyo, ya sea el folletín o la canción del verano, que no todo el mundo puede hacer. Hablamos de diferentes ligas. Y luego está el que triunfa sin esperarlo por la intuición del editor».

Internet, los medios digitales y el éxito inesperado de los autores convertidos en multimillonarios han inundado las listas de correos de agentes y editoriales. «Hay muchos rehenes de trabajos grises que aspiran a escribir otra saga de Harry Potter o un nuevo Código da Vinci», alega y señala que de cada mil emails que recibe, le llaman la atención alrededor de diez y solo dos acaban dentro de su grupo de representados. «Ese par presenta fondo y forma indisolublemente unidos en una obra de calidad, aunque luego necesite algunos retoques».