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La sabiduría televisiva nos ha dejado algunas frases sobre la noche que se han incorporado al acervo popular. Por ejemplo, en 'Juego de Tronos' decían ese mantra de 'la noche es oscura y alberga horrores', que ya se ha quedado con nosotros para siempre. Y, si nos ponemos menos místicos, también tenemos aquel 'la noche me confunde' de Dinio –el novio cubano de la folclórica Marujita Díaz– que seguimos usando para referirnos a algunas cosas que nos pasan cuando cae la oscuridad, nuestra mente no funciona a pleno rendimiento y necesitamos una excusa para ello (algo burda, vale). El caso es que ambas referencias tienen su razón de ser, al menos cuando hablamos de conducir: la primera, porque es verdad que las horas sin luz son escenario de los accidentes más letales, y la segunda, porque, sí, el cerebro tiende a liarse de una manera increíble tras la puesta de sol.
Las cifras avalan esta tesis: en España, entre 2013 y 2023, se registraron más de 276.000 accidentes nocturnos, con más de 6.500 fallecidos, según un estudio sobre el tema difundido esta semana y elaborado por Fundación Línea Directa, en colaboración con FESVIAL. El informe destaca la alta letalidad de los accidentes que tienen lugar de noche: proporcionalmente, registran un 55% más de fallecidos que los diurnos y un 10,5% más en la proporción de heridos graves. Y pone de relieve una realidad preocupante: el número de muertos en accidentes nocturnos ha crecido un 24% en diez años.
55% de fallecidos
más se registran en accidentes de tráfico nocturnos que en diurnos y también un 10,5% más de heridos graves
¿Qué ha pasado? «La pandemia, y esto lo han estudiado organismos como la Dirección general de Tráfico (DGT), tuvo lo que se conoce como 'efecto rebote' o de euforia, lo que supuso que al salir de la crisis y volver a la normalidad se había perdido cierto respeto a la seguridad vial: han aumentado las sanciones por exceso de velocidad y se ha detectado un mayor consumo y presencia de alcohol y drogas», indica Santiago Velázquez, director de comunicación externa y sostenibilidad de la aseguradora que ha realizado el estudio. Y esa conducción menos racional ha tenido reflejo en las estadísticas de fallecidos por la noche, claro.
¿Qué le pasa a nuestro cerebro durante la noche para que los accidentes tengan consecuencias tan graves? Que 'trabaja' con unos condicionantes que no le ayudan a conducir bien –falta de luz, cansancio...– e incluso está expuesto a fenómenos algo extraños. Estas son algunos de los escenarios que suelen producirse de noche y que están detrás de muchos accidentes.
Cuando realizamos trayectos conocidos o el paisaje es monótono –y no hay nada más monótono que conducir de noche, porque el entorno no cambia y avanzamos sumidos en la oscuridad–, el cerebro entra en una especie de 'trance'. Se amodorra. Este fenómeno se llama hipnosis de la carretera o fiebre de la línea blanca (porque no ves mucho más allá de esas rayas). Por eso, son muchos los conductores que desconectan y circulan durante unos metros de manera inconsciente. El conductor no recuerda qué ha hecho durante esa pequeña distancia porque estaba con la actividad cerebral demasiado relajada.
Conducir de noche por un entorno monótono puede producirnos la conocida como 'hipnosis de carretera'
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Esto es sumamente peligroso y es especialmente frecuente por la noche, sobre todo en la franja 'maldita' entre las 4 y las 6 de la mañana, cuando baja el nivel de alerta y nuestro cerebro se pone con más facilidad en «piloto automático», como describe el neurocientífico Diego Redolar, profesor de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). «No es raro que nos quedemos ensimismados y divagando en pensamientos muy variados cuando nos sentamos al volante, centrados en asuntos que no tienen nada que ver con lo que ocurre frente al vehículo –apunta Redolar–.
La 'franja maldita' en la que baja nuestro nivel de alerta
El problema surge cuando aparece un estímulo imprevisto durante la conducción (se nos cruza un coche en una salida o surge un peatón de una esquina y se mete dentro de la calzada) que requiere que abandonemos el piloto automático y tomemos las riendas de forma activa. Si nos ensimismamos en nuestros pensamientos y la reacción no es lo bastante rápida, podríamos tener un accidente».
Cuando estamos cansados, el cerebro 'cambia': se produce una pérdida de reflejos, hay menos capacidad de reacción y se pierde atención. Esto a veces no es fácil de detectar, porque ocurre de forma muy paulatina y, cuando empezamos a darnos cuenta, posiblemente es porque estas habilidades cognitivas ya están muy mermadas y hemos tenido algún susto. A ciertas horas es más probable que pase: después de comer (entre las tres y las cinco de la tarde) y, sobre todo, por la noche, especialmente si acumulamos más de 24 horas de vigilia a nuestras espaldas.
Tal y como confirmaron estudios de neuroimagen realizados en la Universidad de Pensilvania (EE UU), si estamos fatigados, el cerebro tiende a tomar decisiones equivocadas, sobre todo en situaciones que requieren una respuesta rápida. Y también tiende a ver cosas 'raras' y crear falsos recuerdos. De hecho, en algunos países no aceptan en los juicios el testimonio de personas que estuvieron más de 24 horas sin dormir.
El cansancio merma paulatinamente nuestra capacidad de reacción. También provoca parpadeos más lentos y adormilamiento
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Seis de cada diez conductores confiesan que han sufrido microsueños al volante, especialmente de noche. Suelen durar unos seis segundos y aparecen sin que el individuo sea consciente. En ese momento ya es solo cuestión de suerte que el viaje no termine de forma trágica. Un ejemplo: ir por una autopista a 120 kilómetros por hora y pegar una cabezada de dos segundos, por ejemplo, supone recorrer una distancia equivalente a dos campos de fútbol sin control. Y, si son los seis segundos que suele durar un microsueño..., ¡son seis campos de fútbol!
Y hay otro dato escalofriante procedente del mismo estudio: el 39% de los conductores confiesa que ha echado alguna cabezada mientras conducía por la noche. Además, el 5% de los automovilistas reconoce haber sufrido accidentes de tráfico de diversa consideración a causa del sueño y el 20% afirma que estuvo a punto de tenerlos.
Durante un microsueño de pocos segundos nuestro vehículo puede recorrer una gran distancia sin 'nadie al volante'
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De noche tendemos a captar peor o de manera incorrecta las señales, las luces, los sonidos, etc. Y, si ya tenemos algo de sueño, identificamos peor cualquier objeto del entorno de la vía. Hay quien incluso llega a padecer alucinaciones e ilusiones visuales. ¿Quién sabe si todas esas historias de avistamientos de ovnis en carreteras solitarias por la noche o la leyenda de la niña de la curva no se deben a ello?
«De noche no hay luz y, claro, solo percibimos bien lo que está entre los márgenes iluminados... Queda un enorme vacío que no percibimos en absoluto o percibimos mal. Porque no solo no hay luz, tampoco contraste: todos los colores se parecen al fondo y eso nos crea confusión en la percepción», indica José María Herce, óptico optometrista.
De noche, al volante, es posible que tu comportamiento sea más arriesgado, sobre todo si estás cerca del destino y tienes muchas ganas de llegar para dormir. «De ahí que muchos conductores con sueño tengan tendencia a ocupar el centro de la calzada o irse hacia la izquierda (quizá por el miedo a salirse por la derecha)», indican fuentes de la DGT. En este sentido, científicos de las universidades de Berkeley y Harvard (EE UU) han revelado que no dormir cuando toca aumenta, a corto plazo, la impulsividad y la predisposición a ser arriesgados en nuestras decisiones.
De noche, al reducirse la visibilidad general, podemos perder el sentido de la velocidad al no ver el entorno
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Durante la conducción nocturna, el campo de visión se reduce un 20% y esto afecta, entre otras capacidades, a la estimación de la velocidad, la identificación de las señales y la visión periférica y de profundidad. Además, somos más sensibles a los deslumbramientos, que pueden provocar una pérdida de control del vehículo durante decenas de metros (algo que el 88% de los conductores afirma haber sufrido) . En definitiva, «el ojo humano no está diseñado para la visión nocturna», resume el óptico optometrista José María Herce. Tal y como explica, en las horas sin luz todos sufrimos algo llamado miopía nocturna –hasta los que no tienen problemas de vista–, lo que se traduce en una caída de la agudeza visual de lejos.
Los deslumbramientos son un fenómeno muy peligroso que la mayoría de conductores afirma haber sufrido alguna vez
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Sobre todo a partir de los 40 años perdemos capacidad de adaptación a la oscuridad y tenemos más problemas para enfocar cuando es de noche y hay poca visibilidad. «En casos de deslumbramientos, sobre todo cuando son frontales porque otro conductor ha dado las largas, se van alargando los segundos en los que no vemos nada a medida que cumplimos años», apunta el especialista. Por eso, tal y como explica, en carreteras comarcales, de doble carril, los deslumbramientos resultan muy peligrosos.
De noche, el cerebro necesita que los estímulos sean más intensos (por ejemplo, precisa luces más fuertes) para poder captarlos adecuadamente. Y el sueño, aunque afecta a todos los sentidos, repercute especialmente sobre la visión, que enseguida se vuelve borrosa y sufre fatiga ocular, «un mal que afecta mucho a profesionales que tiene que conducir muchas noches», apunta Herce.
«Las vibraciones estables a bajas frecuencias que se producen mientras conducimos un vehículo reducen la capacidad del cerebro de mantenerse alerta, induciendo un estado similar a la somnolencia incluso entre personas que han descansado correctamente», indica el neurocientífico Diego Redolar en un artículo publicado en 'The Conversation'. Según describe, esta sensación empieza a los 15 minutos y aumenta paulatinamente.
Y si esto ocurre por la noche, cuando el reloj biológico de la mayoría de los humanos se ralentiza de forma natural, nuestro cerebro se mece con más facilidad y entra en 'piloto automático' antes. ¿Alguien se ha preguntado por qué muchos bebés solo se duermen si sus padres les dan una vuelta en el coche? Pues porque hay factores como la vibración que les ayudan.
El agotamiento de los conductores noveles puede ser mayor por la gran cantidad de recursos cognitivos y fisiológicos que tienen que poner en marcha para conducir, «lo que reduce el tiempo total que pueden estar conduciendo sin parar», indica Redolar. Si ya recomiendan descansar cada dos horas a cualquier conductor, en caso de que el viaje sea de noche y no tengamos experiencia conviene parar con más frecuencia.
El cerebro del novato está a tope porque no ha automatizado del todo el proceso y se cansa. Eso sí, estará más alerta que el de un veterano. ¿Y si viejos o jóvenes vienen de una juerga? Están cargados de dopamina, que ayuda a vencer la fatiga, pero la cantidad segregada con el fin de compensar la falta de sueño no es suficiente para evitar los déficits cognitivos de quien no ha pegado ojo.
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