
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Este reportaje no va a empezar muy bien para quienes se han marcado el firme propósito –seguramente porque ya han recibido más de un palo– ... de elegir mejor a sus parejas venideras. «Podríamos decir que rara vez tenemos el control sobre de quién nos enamoramos», sentencia la psicóloga y escritora Valeria Sabater. Entonces, ¿no podemos hacer nada para evitar 'pillarnos' de gente que no nos conviene? ¿Estamos condenados a tropezar con la misma piedra una y otra vez?
La ciencia nos dice que en el proceso de escoger pareja juegan muchos elementos. «El amor es una caótica y efervescente combinación de factores hormonales, neurológicos, patrones de apego, narrativas inconscientes y hasta necesidades encubiertas de las que no siempre nos damos cuenta. Por eso podríamos decir que rara vez tenemos el control, sí...», insiste. Pero, ojo, esto no quiere decir que debamos resignarnos a ir a la deriva.
De hecho, la ciencia apunta que elegimos mucho más de lo que parece para dar con una pareja adecuada. Está, por ejemplo, la Mate Evaluation Theory (MET) o Teoría de Evaluación de la Pareja –de los estadounidenses Eatswick, Joel yFinkel–, que defiende que en toda elección amorosa hacemos pasar al otro (o deberíamos) por cuatro 'filtros' para meter la pata lo mínimo posible. El primero es comprobar si la otra persona cumple unos mínimos (la atracción física, o si comparte con nosotros aspectos sociales, políticos, de modo de vida...). Pasada esta barrera, viene el segundo filtro, el llamado perceptor, cuando giramos la mirada hacia nosotros y nuestras experiencias pasadas con la confianza de no caer en los mismos errores. ¿Y si decidimos seguir adelante? Pues llegamos al tercer filtro, bautizado como principal, donde intentamos discernir si la persona con la que queremos tener algo se ajusta a nuestro ideal de pareja o no. ¿Seguimos adelante? Pues así llegamos al cuarto filtro, que aplicaríamos con la relación ya en marcha, para comprobar lo que aporta cada cual y, en definitiva, cómo va la cosa. ¿Estos filtros garantizan el acierto? No, pero parece que ayudan.
¿Más herramientas para no meter la pata (o intentarlo)? Sabater aporta algunas más que también nos pueden ser útiles para no ir tan a ciegas a la hora de escoger pareja.
Cuando ya estamos enamorados, nos resulta difícil –que no imposible– echar el freno o dar marcha atrás. Pero antes de llegar a ese punto sí que hay un momento (¡igual solo uno!) en el que aún pensamos con cierta claridad. Por eso conviene no ignorarlo, tal y como aconseja la experta. «Como decía la escritora Joan Didion, en la vida tienes que elegir los lugares de los que no te vas; por ello, en las relaciones sexoafectivas, siempre debe llegar un instante en que debemos tomar una decisión», indica Sabater.
La experta nos invita a hacernos tres preguntas. «¿Este tipo de amor es el que quiero en mi vida? ¿Cómo me siento en esta relación? ¿Hay reciprocidad, cuidado, buena comunicación y validación?». De lo que respondamos, debemos sacar conclusiones. «Enamorarnos es muy fácil y a menudo involuntario, pero el amor que vale la pena es aquel en el que tomas la decisión activa de sostener ese vínculo y nutrirlo cada día. Ese acto de reflexión siempre debería darse», destaca.
Dicho esto, Sabater subraya que es imposible el riesgo cero. «En el universo de las relaciones interpersonales, la felicidad no es una garantía; siempre hay que correr un riesgo. Y eso da vértigo», apunta.
Según Sabater, en terapia ve a muchas personas que se hacen la misma pregunta: ¿por qué siempre me enamoro de personas que me hacen daño? «Cuando analizas su historia, ves sus carencias: miedo a la soledad y al abandono, traumas… Hay quien solo se mueve en vínculos dañinos porque es lo que siempre ha conocido y le es familiar –indica–. De ahí la necesidad, muchas veces, de trabajar en nosotros y sanar todas esas heridas emocionales.
–O sea, que tenemos al enemigo en casa. En nuestra propia cabeza...
–En esencia, podemos fiarnos de nuestro cerebro... siempre y cuando aprendamos de nuestras experiencias y tengamos muy claro qué tipo de amor merecemos.
Lo hemos visto mil veces: hay personas a las que les va fatal con una pareja, la relación termina, con drama incluido, encuentran a otra y... ¡tiene el mismo perfil! Claro, y la cosa acaba igual. Desde fuera, resulta incomprensible (y hasta desde dentro). Pero tiene una explicación psicológica y hasta nombre: compulsión de repetición. «Es un concepto freudiano que describe la tendencia siempre inconsciente a recrear o revivir experiencias pasadas, sobre todo si son traumáticas o insatisfactorias, en un intento de resolverlas o dominarlas», explica la psicóloga Alicia González, autora de 'Parejas mejores' (ed. Montena). Entonces, si tenemos esta compulsión, ¿estamos perdidos para la causa? «Ni es para siempre ni tenemos que vivir sometidos a ella. Pero para hacerlo, el primer paso es detectarla y ser conscientes de nuestro patrón de repetición».
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Ana del Castillo
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