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Tendemos a cometer un grave error cuando pensamos en cambio climático. Cuando nos hablan de calentamiento global, lo habitual suele ser pensar en el deshielo ártico, en las nieves permanentes perdidas en la cumbre del Kilimanjaro y los 'pobres' animalitos que dejarán de compartir planeta ... con nosotros para siempre. Por la razón que sea, rara vez pensamos en que la brusca subida de las temperaturas que experimenta la Tierra también se traducirá en enfermedad y muerte para los humanos. Ocurrirá. Un nuevo estudio alerta de que los fallecimientos se multiplicarán especialmente los días de tormenta perfecta, que serán muchos: los de termómetros disparados y alta contaminación atmosférica. La cuenta atrás comenzó hace tiempo.
El trabajo analiza y aporta cifras que justifican lo «dañinas, incluso mortales» que resultan las olas de calor combinadas con días de contaminación del aire. Es un fenómeno al alza que sigue «aumentando en frecuencia». Un equipo de investigadores de la Escuela de Medicina Keck de la Universidad del Sur de California (USC) ha puesto cifras a tan dramática previsión después de evaluar los datos sobre calidad ambiental, alta temperatura y certificados de defunción referentes a seis años. El estudio, que se publica en 'American Journal of Respiratory and Critical Care Medicine' se centra en la situación de Estados Unidos. Sus autores alertan, sin embargo, de que no hay distinción posible, lo que está pasando en el país de las barras y estrellas ocurre también en el mundo entero. Nadie escapa a lo que ya ha venido.
Los días de calor, según comprobaron los investigadores, aumentaron un 6,1% el riesgo de muerte. Si la polución se dispara, las posibilidades de morirse aumentan algo menos, pero en valores similares: un 5%.
Cuando ambos factores coincidieron, la cosa cambia de modo radical. La cifra de fallecimientos o de riesgo de muerte se multiplicó por cuatro, hasta llegar al 21%. Eso es lo que nos espera, según advierte el autor principal del estudio, Mostafijur Rahman, del departamento de Ciencias de la Población y Salud Pública de Keck.
Este trabajo tiene el valor de ser el primero que evalúa el impacto en la mortalidad de ambos factores unidos. Hasta ahora, la ciencia había evaluado los efectos del calor y la contaminación por separado, pero nunca como una amenaza única. La ciencia, además, ha comenzado a investigar otros fenómenos que ya se sabe que se están multiplicando como consecuencia del cambio climático y que impactan directamente en la salud humana.
El trabajo de la escuela Keck analiza, por ejemplo, la manera en que esos días de contaminación y bochorno castigan a las personas con afecciones cardiovasculares y respiratorias. El riesgo de muerte, aunque no se especifica en la información facilitada, se incrementó de forma considerable en los pacientes crónicos mayores de 75 años.Esta circunstancia, alertan, debería llevar a los sistemas de salud a tomar medidas de prevención cada vez más contundentes. El objetivo debería ser «prepararse para el clima extremo y minimizar los daños potenciales»
En España, mayo y junio han registrado algunas de las temperaturas más altas del último siglo. El mes pasado se llegaron a superar los 42 grados en algunas ciudades, no muy lejos de los 45,2 de máxima que se alcanzaron en 2004. El último mayo fue el más caluroso desde que comenzaron a elaborarse registros, en 1961, y la previsión es que julio también resulte muy caluroso, con el mercurio algunos días por encima de los 40 grados.
A lo largo de la historia, siempre se han dado fluctuaciones, pero los expertos alertan de que el incremento de las temperaturas en las últimas tres décadas resulta muy significativo. Un fenómeno que se espera que crezca de manera significativa como consecuencia del calor extremo son los incendios. Altos registros y contaminación podrían aumentar los fuegos por encima, ojo, del 50%. Lo ocurrido en Navarra a finales del mes pasado entraría dentro de este escenario.
La Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN) ya ha advertido del enorme riesgo de deshidratación, especialmente de las personas mayores, que conllevan las altas temperaturas que se están soportando. «Normalmente no se aconseja tomar líquido de forma forzada», advierte el especialista David Barajas. «Pero vivimos tiempos excepcionales», recuerda. Cuide de sus niños y ancianos.
Deshidratación: Una deshidratación leve se manifiesta con cansancio, debilidad y dolor de cabeza. Si la situación empeora aparecen vómitos, aumento de la frecuencia cardiaca y respiratoria y disminución del nivel de consciencia.
Beber más líquidos: En condiciones normales, el organismo detecta la pérdida de agua mediante la sed. No se aconseja ingerir líquido de forma forzada, aunque sea verano. Aún así, se debe estar más vigilante con niños y ancianos. Unos pueden tener el mecanismo regulador de la sed sin desarrollar y los otros, gastado por el paso de los años.
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