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Isaac Asenjo
Madrid
Miércoles, 14 de septiembre 2022
Esas moscas que nos chafan la siesta en verano. Qué molestas, qué insistentes. ¿Por qué parece que me persiguen por mucho que las intente espantar? Sí, tenemos una cruzada contra este bichito de la familia de los dípteros –existen más de 100.000 especies en ... este grupo–, que nos saca de quicio por incordiante. Pero, ¿qué tal si empezamos a verlas de otra manera? Porque no, no es su función molestarnos.
Las moscas polinizan las plantas, reciclan la materia orgánica en descomposición (frutas, verduras y cadáveres), se comen los residuos de nuestros drenajes, matan arañas y cazan libélulas, aunque también dañan los cultivos y propagan enfermedades. «Contribuyen a la limpieza de los ecosistemas y son capaces de mantener el equilibrio ecológico de la Tierra. Sin ellas, habría un caos porque se acumularía el material en descomposición en cantidades inimaginales y el proceso sería mucho más lento», explica Concepción Ornosa, profesora del Departamento de Biodiversidad, Ecología y Evolución de la Facultad de Ciencias Biológicas de la Universidad Complutense de Madrid (UCM).
La experta en entomología añade que otra de las virtudes de estos bichos es que «son depredadoras de otros insectos, por lo que ayudan a controlar posibles plagas. Del mismo modo, constituyen un alimento básico de muchos animales insectívoros, por lo que son un eslabón imprescindible de la cadena trófica».
«Si no existieran tendríamos una crisis agrícola y desaparecerían muchos alimentos. No existiría el chocolate, por ejemplo», señala como ejemplo curioso Alberto Romero Blanco, experto en biología animal de la Universidad de Alcalá, que añade que estos dípteros «contribuyen significativamente a la polinización de más de un centenar de frutas y hortalizas: manzanas, zanahorias, cebollas, melocotones, pimientos o mangos».
Desde hace más de 100 años las moscas se han investigado en laboratorios de experimentación, por ello, fueron de los primeros organismos en obtener su genoma completo. Así, los investigadores estudian diversos males, desde la infertilidad, hasta la diabetes o la enfermedad de Parkinson. Como curiosidad: su boca solo puede succionar, lamer o perforar, pero no morder o masticar. Sin embargo, algunas especies sí que pueden picar.
Normalmente, las moscas tienen una vida corta, pero muy activa. Entre marzo y septiembre estos insectos se reproducen por millones porque el calor favorece, de ahí que veamos tantas en verano. No es que no haya moscas en invierno, las hay pero el ciclo de reproducción de estos insectos –pasan por una metamorfosis completa, con las fases de huevo, larva, pupa y adulto– hace que muchas especies de moscas pasen el invierno en sus etapas inmaduras.
Sin embargo, en la época estival, los residuos orgánicos se descomponen a mayor velocidad por el calor y los alimentos también maduran y se pudren antes, por esto, las moscas tienen más que comer y proliferan. «Durante el resto del año no desaparecen ni tampoco hibernan, simplemente ralentizan sus ciclos de vida esperando en cualquier cavidad que les permita resguardarse del frío: grietas, edificios abandonados, troncos de árboles, cuevas, etc. Allí se quedan hasta que regresan las altas temperaturas y salen», señala Carolina Martínez Calvo, bióloga por la Universidad de Alcalá.
Aunque a simple vista todas las moscas nos parecen iguales, hay una enorme variedad, que se nota incluso en la distribución por regiones. Por ejemplo, la mosca doméstica o la mosca de la fruta pueden encontrarse por todo el país, pero hay otras que son de regiones concretas, como el moscón pinchudo colorado, que solo se encuentra en el archipiélago canario, por ejemplo.
Unas u otras, lo que tienen en común es que «les gustamos». «Nuestra piel es como un buffet libre para estos animales por la gran cantidad de nutrientes que pueden obtener, como sales a partir del sudor, células muertas, grasa... Además, también se benefician del calor emitido por nuestro cuerpo, ya que las moscas son animales ectotermos, es decir, que su temperatura corporal depende de la del medio externo», indica Romero.
Su cuerpo es capaz de transportar bacterias, gérmenes y hongos hacia otras superficies, cuerpos humanos, animales o alimentos. Especialmente a través de sus patas, cuando al volar hace paradas sirviendo de vehículo de patógenos, con lo cual transmite enfermedades. Aunque nuestro cuerpo tiene los mecanismos para destruir esos microbios en la mayoría de casos.
Así que si la mosca se ha posado en un alimento que vamos a cocinar a continuación, cómaselo, por mucho que le dé reparo. El problema en este caso está en los frescos a la intemperie, especialmente en las carnes y en los pescados.
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