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¿Quién, a estas alturas, no tiene una o varias bolsas de tela acumuladas en los cajones de su casa? Entre las que compramos en su día para ir al supermercado en sustitución de las de plástico –y que volvemos a comprar en la propia ... tienda más veces de las que nos gustaría porque se nos ha olvidado llevarla–, las que nos regalan de alguna que otra promoción y las que comercializan directamente pequeñas y grandes marcas para darle a su imagen ese toque más comprometido con el medio ambiente, las bolsas de algodón se han convertido en los últimos años en una especie de plaga. Nacieron como una alternativa al plástico y se han convertido en todo un icono de lo... ¿sostenible? No hay tienda, empresa, firma o movimiento de cualquier ámbito que no tenga su propia bolsa de tela, con logo y mensaje incluidos.
Pero mucho ojo, porque esta moda de las también llamadas 'tote bags' resulta mucho menos ecológica de lo que se piensa. «Son una forma barata de percibir que uno está contribuyendo a utilizar menos plástico, pero la realidad es otra», coinciden Juan Carlos Gázquez-Abad y Cristian Castillo, profesores de Estudios de Economía y Empresa de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).
No cabe duda de que las bolsas plásticas son muy dañinas para el medioambiente, puesto que su uso medio es muy reducido –de apenas un cuarto de hora–, son difíciles de reciclar y permanecen mucho tiempo en la naturaleza. «Ahora bien, de poco sirve buscar una alternativa más ecológica como las de algodón o poliéster si no se usan un mínimo de veces y encima se acumulan», lamentan desde la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU).
Los datos a este respecto son muy reveladores. Según un estudio realizado por este organismo para analizar el impacto medioambiental de casi un centenar de bolsas, las de tela deberían de ser usadas un mínimo de 101 veces para resultar más ecológicas que una de plástico que no se reutilice. Si a esto sumamos que cada persona acumula en su casa una media de entre 5 y 10 'tote bag', la teoría de que somos más sostenibles por usar bolsas de tela termina por desmontarse. «Para el consumidor, las de algodón son la opción más cómoda por su durabilidad, resistencia y porque se pueden lavar, pero el compromiso que se adopta con el planeta no es el que piensa el usuario», insiste Neus Soler, profesora de Economía y Empresa de la UOC.
Si hablamos en términos absolutos, cada bolsa de tela debería usarse al menos 20.000 veces (es decir, todos los días durante 54 años) para compensar el impacto general de su producción, según recoge un estudio realizado en 2018 por el Ministerio de Medio Ambiente y Alimentación de Dinamarca. De hecho, el algodón está considerado el 'cultivo más sucio' por el gasto de energía, agua (1 kilo requiere de 10.000 litros de agua, frente a los 2.000 que necesita un kilo de plástico) y pesticidas, además del impacto negativo en la salud de los trabajadores y en la calidad del aire alrededor de las fábricas.
Pero la huella ambiental va más allá. Las 'tote bags' con estampados o partes teñidas con colores fuertes resultan todavía menos sostenibles porque «la parte impresa de las prendas no puede descomponerse y reciclarse», revelan los expertos. El informe realizado por la OCU concluye que «no hay una sola bolsa de la compra que no genere un impacto en el medioambiente», pero insisten en que «sí hay opciones más sostenibles que otras. Existen grandes diferencias según el diseño y los materiales empleados en su fabricación». Por ejemplo, poner en la típica bolsa de poliéster de la fruta un cordón coloreado como cierre «multiplica por diez el impacto ambiental que tendría un cordón sin colorear».
Al margen del impacto ambiental, en el éxito de las bolsas de algodón hay también mucho marketing. «Las empresas e instituciones usan las 'tote bag' como imagen de marca 'verde', porque han visto en este tipo de bolsas un elemento sencillo y barato para sumarse al carro de lo sostenible. Son un elemento de creación de imagen y de obtención de rentabilidad», resume Gázquez-Abad.
¿Están las empresas haciendo 'greenwashing' con estas bolsas de tela? En otras palabras, ¿es un lavado de imagen para hacerlas parecer más 'verdes' de lo que en realidad son? «La necesidad de las marcas de ser 'eco' existe y es real, pero el fenómeno del 'greenwashing' responde a otra necesidad: la de parecer sostenible incluso no siéndolo», alerta el experto en comunicación de la UOC, Ferrán Lalueza.
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