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Solange Vázquez
Miércoles, 8 de enero 2025
Todos nos hemos visto alguna vez metidos de lleno en uno de esos silencios que de repente se abren hueco en medio de una conversación. Y nos hemos inquietado... ¿por qué si realmente no pasa nada? En realidad, sí pasa: esa sensación desagradable que nos ... invade cuando se produce uno de esos paréntesis incómodos tiene una explicación. Cada vez estamos menos acostumbrados a esos espacios sin palabras que nos producen inseguridad de forma instintiva. Cuando el diálogo fluye, el cerebro interpreta que todo es previsible (uno dice algo, otro contesta, el discurso no se interrumpe) y así sentimos que todo está en orden. Además, si el intercambio de palabras es rápido, entendemos que hay cierto consenso con nuestros interlocutores (incluso cuando existe desacuerdo) porque la cadencia hablar-escuchar se está produciendo y eso nos tranquiliza. Así que si este flujo de palabras se corta y se producen los silencios incómodos esa seguridad se desvanece y entramos en un terreno desconocido.
Por eso la mayoría de las personas lo lleva mal y lo ve como un mal trago, como algo a evitar. Todos podemos soportar sin sufrir unos segundos de silencio ante los demás, pero tenemos un límite antes de ponernos nerviosos, que, además, es distinto en cada cultura. Así lo explica un reciente estudio realizado con individuos de 21 países y que revela que en España aguantamos un silencio conversacional sin que sea incómodo durante solo 6,9 segundos, ligeramente por encima de la media global (6,8) de los otros países analizados en la investigación, realizada por Preply, una plataforma para el aprendizaje de idiomas y especializada en usos verbales. Según este dossier, los brasileños solo pueden aguantar 5,5 segundos antes de sentirse incómodos, mientras los tailandeses se sienten tan a gusto con 8 segundos de silencio.
Pero el tiempo que podemos soportar un vacío de este tipo no depende solo de las costumbres de cada país. También varía según la edad: la generación 'boomer' –entre 55 y 75 años– es la más acostumbrada a los parones en las conversaciones (el 35 % no encuentra estas pausas incómodas), mientras que la generación Z –veinteañeros y treintañeros– necesita llenar el vacío de manera constante para no inquietarse. Es decir, cada vez nos da más pánico enfrentarnos a ellos, con el consiguiente peligro que esto implica.En muchas ocasiones, por rellenar ese hueco acabamos diciendo algo sin pensar...
Entre amigos, con la familia cercana y en pareja estos paréntesis de silencio repentino que terminan con un chorro de cualquier contenido resultan menos agobiantes, pero cuando ocurren con extraños, con jefes –un clásico del horror– o con la familia lejana, la situación nos supera enseguida, indica el estudio, que también revela los espacios y situaciones donde es más fácil que se produzcan estos silencios molestos: los lugares cerrados y reducidos, como los ascensores, ganan por goleada, ya que el 79 % de los españoles se queda sin saber qué decir en este tipo de sitios. Y el 73% dice haberlos sufrido cuando rompían con alguien y el 72 % en una primera cita. Sí, las distancias cortas, el desamor y la esperanza de un romance nos deja sin palabras y tensos.
Sin embargo, cuando los silencios incómodos aparecen en discusiones grupales, en conversaciones con la pareja habitual y en las reuniones de trabajo o familiares, les damos menos importancia y, por tanto, salimos antes y más airosos de ellos.
El caso es que la mala fama de los silencios en medio de una conversación o intervención no es del todo merecida.De hecho, se les puede sacar provecho. De hecho, algunos profesionales que necesitan que su interlocutor hable y se abra –policías, psicólogos...– utilizan estos paréntesis sin palabras de modo consciente para que otro suelte la lengua.Saben que un silencio incómodo suele terminar con un chorro de palabras poco elaborado y a veces ofrecen información valiosa por eso mismo. Así que si queremos sonsacar a alguien, nada mejor que dejar pasar esos 6,9 segundos que indica el estudio... A partir de ahí sacamos algo, seguro (a no ser que el otro sea un dechado de frialdad y autocontrol). ¿Más usos beneficiosos de esos silencios incómodos? Uno muy valioso: nos permiten salir airosos de situaciones incómodas o complicadas.
Esto ha cristalizado incluso en la llamada 'regla del silencio incómodo', usada por algunos de los emprendedores más exitosos del mundo, como Tim Cook, gurú de Apple, y Jeff Bezos, padre de Amazon, entre otros. Este método consiste en que cuando nos hagan un comentario o pregunta desafiante realicemos un parón en lugar de contestar de inmediato. Esos segundos nos permiten elaborar una respuesta desde la lógica y no ofrecer una reacción emocional que tiña el contenido de lo que digamos (muchas veces para mal). La pausa debe ser de 10 segundos al menos. Pero puede llegar 20. Parece mucho, sí. Y puede desconcertar al interlocutor, lógicamente. Y precisamente ahí reside su superpoder.En una ocasión, Steve Jobbs tardó 20 segundos en responder a un ataque personal en una comparecencia pública. Salió airoso y el 'atacante', derrotado y nervioso por la espera. Claro que no todos somos Jobbs ni tenemos su autocontrol ni su licencia para actuar 'raro' y parar el mundo 20 segundos...
Hay tres tipos de silencios que tienen lugar cuando estamos interactuando: la pausa individual –para generar atención sobre lo que decimos–, los lapsos –cuando nos quedamos en blanco– y el silencio social inexplicable –el denominado silencio incómodo– que podemos utilizar a nuestro favor si lo propiciamos conscientemente y lo aprovechamos para reorganizar ideas. ¿El truco? No ponerse nervioso y aguantar el tirón. ¿Todos podemos lograrlo con un poco de entrenamiento? Los expertos aseguran que sí, que es cuestión de autoconfianza. Pero, ojo, advierten que a veces se nos pide una respuesta rápida (que te pregunte el jefe algo y contestes 20 segundos después te puede hacer parecer incapaz), aunque muchas menos de las que creemos.
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