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Alergia a la ropa
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Alergia a la ropa
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Comprar ropa es, además de una necesidad, un pasatiempo. Al año, los españoles gastamos de media unos 330 euros en este apartado y no somos ... los europeos que más nos dejamos en ello. Hay 17 países más por encima. Pero a veces, estas prendas con las que pensamos vernos estupendos y lucir 'tipín' nos sientan mal. No al bolsillo ni al ego, sino a la salud.
«Las dermatitis provocadas por los tejidos es un motivo habitual de consulta», explica Jaime González del Tánago, dermatólogo de IMQ. Lo más normal es que algunas prendas nos den problemas «por la fricción mecánica». Es decir, que nos rocen. «Es más frecuente con tejidos sintéticos como el nailon, el poliéster y el elastano». Pero no solo eso. A esta dermatitis de contacto irritativa hay que añadir otra dolencia un poco más problemática: la dermatitis de contacto alérgica.
«Es muy poco frecuente», reconoce el dermatólogo, pero hay gente a la que las propias fibras textiles y los componentes químicos añadidos que se usan en la producción de la ropa les da reacción. ¿Químicos? Sí, efectivamente la ropa no solo está hecha de fibras. Tiene más 'ingredientes' que no aparecen en las etiquetas porque no es obligatorio. Son sustancias que se utilizan para darles ciertas características al tejido.
Los más usados son los colorantes. Mientras que unos son más inocuos (los derivados de plantas), hay otros que tienen metales pesados «como el plomo y el cadmio, que son altamente tóxicos y que pueden acumularse en el cuerpo humano y en el medio ambiente», señala Marilés Bonet, profesora de Ingeniería Textil en la Universidad Politécnica de Valencia. Entre los más problemáticos, añade González del Tánago, están los que llevan parafenilendiamina (PPD) –presente también en los tintes de pelo y 'culpables de los enrojecimientos y picores del cuero cabelludo–, los azoicos y los que se obtienen a partir de la antraquinona.
Más allá de estas, hay otras sustancias que también dan un poco la lata. Es el caso del formaldehído. Su objetivo principal es lograr que los tejidos se arruguen menos, pero está considerado como cancerígeno a partir de cierta cantidad, explica Martí Nadal, investigador del Centro de Tecnología Ambiental, Alimentaria y Toxicológica (TecnATox) de la Universidad Rovira y Virgili. Y por último, «los ftalatos, que dan flexibilidad a la ropa impermeable y son disruptores endocrinos», aporta de Bonet de nuevo..
¿Dónde esta quid de la cuestión? En que el uso de todos estos compuestos es legal, aunque está muy regulado para que el daño a nuestra salud y al medio ambiente sea nulo o el menor posible. Así que debemos estar tranquilos. «En la Unión Europa está el Reglamento Reach –indica el experto– que exige pruebas rigurosas y la gradual eliminación de estas sustancias». Sin embargo, esto no impide que haya personas a las que una camiseta tratada con alguno de estos compuestos le deje en carne viva y tenga que ir a la consulta de González del Tánago en busca de soluciones.
«Presentan, sobre todo, enrojecimiento de la piel, descamación y picor», describe el médico. Y las zonas del cuerpo más afectadas «son los pliegues cutáneos: axilas, ingles, glúteos y el área de detrás de las rodillas». Esto es así porque son las que están en mayor contacto con la ropa. Para diagnosticarlo, no vale con las típicas preguntas, «se hacen pruebas epicutáneas: es decir, se coloca una batería de parches en la espalda que incluyen las sustancias químicas más frecuentes y a las 48 y 96 horas se mira si alguno ha causado reacción». No obstante, «es difícil identificar la causa exacta porque la ropa no está etiquetada con todos los químicos que la componen».
En la industria textil existe un amplio debate sobre si es necesario usar estos compuestos. Y se están adoptando alternativas para mejorar el impacto y la seguridad. Pero el camino es largo y el ritmo, lento. Además, como indica la ingeniera textil de la Universidad de Valencia, el tema va por barrios:Europa es más exigente y usa menos tóxicos que otros países con normativas más flexibles.
Así que a la hora de comprar, el consumidor tiene que tener en cuenta el lugar de origen o fabricación de la tela si quiere contribuir al asunto. «También podemos optar por ropa certificada por sellos que garantizan bajos niveles de sustancias nocivas», prosigue Bonet. Es el caso, por ejemplo, de la etiqueta Oeko Tex, una organización que integra a 17 institutos de investigación textil europeos y japoneses. Sin embargo, estas iniciativas están todavía en pañales.
El año pasado, el equipo de Nadal en TecnATox e investigadores del Instituto de Investigación Sanitaria Pere Virgili hicieron un estudio con ropa de niños y embarazadas para detectar la presencia de químicos nocivos. Las conclusiones fueron claras: hallaron restos en todas las prendas.... ¡incluso en aquellas hechas con tejidos orgánicos! «Sorprendentemente, había mayor presencia de un conocido compuesto cancerígeno usado para evitar arrugas». Ninguna de las sustancias superaba los límites permitidos, pero les sorprendió el «cóctel de químicos» al que estamos expuestos.
La ropa que compramos en la tienda no tiene, por lo general, manchas. Y eso, junto al ansia de estrenarla, nos invita a ponérnosla sin haberla pasado por la lavadora. ¿Lo estamos haciendo bien? La respuesta es clara:no. En el estudio de la Universidad Rovira i Virgili y del Instituto de Investigación Sanitaria Pere Virgili no solo se preocuparon por las sustancias que se hallaron en las prendas, sino por cómo eliminarlas. Y afortunadamente comprobaron que con someterlas a un lavado en una lavadora doméstica desaparecen. Así que su recomendación es clara, y no por ir de limpios, sino «por salud pública».
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Ana del Castillo
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