
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La forma de conducir impacta en nuestra forma de comer. Lo dice un estudio científico firmado en Estados Unidos que sus autores han querido titular ... con el ocurrente eslogan de 'tráfico lento, comida rápida'. Según han descubierto, atascos y caravanas incitan a los automovilistas –y se supone que también a quienes les acompañan– a comer peor, a tirarse como locos sobre lo que se conoce como 'comida basura'. No parece algo descabellado. El tráfico lento estresa y, como se sabe, cuando llegamos a casa con los niveles de ansiedad al límite, tendemos a vaciar la nevera antes de preparar la cena.
Las grandes cadenas de comida rápida conocen tan bien el fenómeno descrito en 'Journal of Urban Economics' que han hecho, como hacen con todo, de la necesidad, virtud. O lo que es lo mismo, del padecimiento humano, oportunidad de negocio. La cadena Burger King no ha tenido que esperar a ver publicado este trabajo para ofertar en México DF, una de las ciudades más congestionadas del mundo, un servicio de 'comida al atasco'. Sabedores, mejor que nadie, de que las personas en situación de estrés somos capaces de devorarlo todo sin pensárnoslo dos veces, han puesto en marcha una red de motoristas que se abre paso entre las caravanas para distribuir pedidos. 'Tenga su hamburguesa con queso, aquí sus patatas fritas con ketchup'.
El trabajo buscaba respuestas a lo tentador que resulta comprar comida rápida para la cena después de quedarse atrapado en el tráfico. «No te pasa solo a ti», afirma la profesora de Economía Agrícola y del Consumidor de la Universidad de Illinois Becca Taylor, que dirigió el estudio. La investigación, realizada en el condado de Los Ángeles, demostró que los retrasos inesperados provocados por el tráfico provocaron un aumento del 1% en las visitas a los restaurantes de comida rápida. Puede parecer una cifra insignificante, pero no lo es.
Sólo en en el entorno analizado ese 1% equivale a 1,2 millones más de visitas al año en los restaurantes de comida rápida. Téngase en cuenta que no hay ciudad del mundo que se libre de la congestión viaria y que los humanos en muchos aspectos –si no en todos– respondemos del mismo modo en Bilbao que en Tombuctú (Mali). El equipo de Taylor dispuso de «toda la información posible» sobre los patrones diarios del tráfico registrados en las carreteras de Los Ángeles durante dos años. La documentación recopilada también incluyó los datos referidos al número de usuarios de teléfono móvil que habían entrado en este tipo de locales durante ese tiempo. Un modelo computacional desarrollado por el equipo investigador permitió establecer un vínculo causal entre el padecimiento de complicaciones en la red viaria y las visitas a hamburgueserías, pizzerías y locales similares.
Cuando los datos recopilados se analizaron en ciclos de un día y de una hora, los investigadores descubrieron que un simple retraso de 30 segundos por milla (1,6 kilómetros) aumentaba ya en un 1% las visitas a restaurantes. «Cuesta imaginar el impacto emocional que provoca una demora así», valoró Becca Taylor, «pero supongo que tiene que ver con que no es el mismo tráfico el de las diez de la mañana que el de las cinco de la tarde», cuando todo el mundo sale de la oficina y está deseando llegar a casa.
Los investigadores, de hecho, dividieron la jornada en varios segmentos horarios y descubrieron que la franja en que se producían más traiciones a la cocina casera era entre las cinco y las siete de la tarde. Justo a la hora de la cena de Estados Unidos. ¿Por qué entonces? Bien sencillo: «Es entonces cuando los conductores tienen que decidir si ir a casa y cocinar algo –lo que muchas veces implica parar primero en el supermercado– o simplemente comprar algo de comida rápida y ganar así el tiempo perdido», detalla Becca Taylor. El atasco inclina la balanza, con frecuencia en contra de la mejor opción.
Uno puede pensar que lo que se cuenta aquí es algo que pasa allí, cosa de Estados Unidos. Los autores del trabajo insisten en que no. Los automovilistas responden del mismo modo en cualquier latitud porque, más allá de las costumbres, las ciudades se diseñan de forma muy parecida en todas partes. «En todas las grandes urbes hay tanto tráfico como restaurantes de comida rápida a lo largo de las vías de acceso de las autopistas». Las limitaciones del tiempo, advierten, resultan fundamentales en la elección de la comida. Aviso para ciudadanos y para gobernantes.
Imaginar que se ha comido más cantidad de lo que se ha hecho basta para evitar andar picando de aquí y de allí antes de sentarse a la mesa. Lo dijo un estudio publicado hace dos años, que analizaba, en el fondo, el mismo fenómeno que se da cuando alguien en medio de un atasco o según sale de él coge el móvil y llama por teléfono a una hamburguesería. Si la solución no le convence, la psicóloga Begoña Charro, coordinadora del servicio de Trastornos de la Alimentación del grupo IMQ Amsa, le ofrece otras alternativas para conseguir el mismo objetivo.
1. Haga cinco comidas al día y no se salte ninguna. Todas cuentan.
2. Siga las pautas de la dieta mediterránea. Ya sabe, cereales, fruta, vegetales, legumbres y pescado más que carne.
3. No se prohíba ningún alimento. Es peor.
4. Si pica, no se culpabilice. ¡Nadie es perfecto!
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Ana del Castillo
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