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Hace poco más de un mes, María se empezó a encontar mal, «pero mal de verdad». Le dolía la parte baja de la espalda y no encontraba acomodo en ninguna postura. «Era una sensación extraña. Empezó poco a poco, pero con el paso de las ... horas el dolor se hizo insoportable. Me recordaba a las contracciones de parto», explica. Dos días antes había tenido sangre en la orina y se asustó. Decidió acercarse al ambulatorio, donde le hicieron varias pruebas y le dieron medicación para el dolor. «La tensión me había subido a 18. Me dijeron que creían que era un cólico, que bebiese mucha agua y que tomase ibuprofeno», recuerda.
Las molestias fueron a menos en las siguientes horas, pero la mañana de fin de año se levantó con la misma sensación «rara». Volvió al centro médico y de ahí ya la derivaron directamente al hospital, donde confirmaron el diagnóstico con varias analíticas (sangre y orina) y una radiografía. Tenía una piedra de dos milímetros a punto de ser expulsada. Le dieron medicación, mejoró y al final pudo comer las uvas con su familia. «Lo pasé realmente mal. Es un dolor muy agudo», describe. Al igual que María, se calcula que un 12% de la población sufrirá un cólico a la largo de su vida y, aproximadamente la mitad, lo volverá a padecer en los siguientes cinco años. «Es una urgencia muy frecuente porque los síntomas alarman mucho a los pacientes que lo padecen», admite el doctor José Gregorio Pereira, urólogo del Igualatorio Médico Quirúrgico (IMQ).
Pero, ¿qué es un cólico? «Es un dolor en la zona lumbar de moderada a gran intensidad que se produce de forma brusca y está causado generalmente por la obstrucción de las vías urinarias. En la gran mayoría de los casos, el origen es una litiasis urinaria. Es decir, una piedra en algún punto del recorrido entre la salida de la orina del riñón hasta que el uréter entra en la vegija», explican en la Asociación Española de Urología (AEU).
Y estos cólicos pueden estar causados por piedras de distintos tipos. «Lo más habitual (80%) es que sean de oxalato cálcico (un exceso de calcio procedente de productos lácteos, espinacas, chocolate...), pero también las hay de ácido úrico (más frecuentes en hombres y complejas de ver en una radiografía porque son más transparentes) y otros cálculos relacionados con cuadros infecciosos, más habituales en mujeres», precisa el doctor Pereira. «Beber poca agua, tomar grandes cantidades de lácteos o abusar de laxantes, diuréticos o antiácidos predispone a padecer cálculos renales», añaden en la AEU.
¿Cómo podemos identificar un cólico nefrítico? «Los síntomas más frecuentes son dolor intenso y agudo en la zona lumbar que puede afectar también a la zona inguinal. A medida que la piedra desciende, el dolor se traslada a la parte delantera. También puede aparacer sangrado en la orina, ya que el propio cálculo produce pequeñas heridas en las vías urinarias. Otro síntoma frecuente es la disuria (escozor al orinar), por lo que a veces se confunde con una infección de orina», coinciden los urólogos. Un rasgo distintivo de los cólicos nefríticos es que el paciente suele estar inquieto y no para de moverse. También es frecuente que tenga náuseas e incluso que vomite o le suba la tensión por el dolor. «Estos síntomas suelen ceder con la medicación (ibuprofeno, paracetamol...). Si no es así y el paciente también tiene fiebre se debe acudir a un servicio de urgencias de inmediato», aconseja el doctor Pereira.
En los casos en los que la piedra es de menos de 4 milímetros (el 80% de los casos) suele expulsarse sola, pero cuando son de mayor tamaño será el especialista quien decida la solución más eficaz. Y, siempre que se pueda, es aconsejable recoger una muestra del cálculo para poder analizarla.
Alimentación La alimentación es un factor importante para evitar la formación de piedras en el riñon. Existen unas recomendaciones generales para prevenirlas y unas específicas en función de la composición del cálculo.
Recomendaciones generales «Estar bien hidratado (beber dos litros de agua al día), reducir la ingesta de sal (evitar los platos precocinados, conservas, salazones...), moderar el consumo de alimentos ricos en proteínas animales, evitar los suplementos de proteínas, mantener un peso adecuado y llevar una alimentación lo más equilibrada posible, sin excesos», apuntan en el Hospital Clinic de Barcelona.
Piedras de oxalato cálcico «Al contrario de lo que se pueda pensar, es importante asegurar la ingesta de una cantidad suficiente de calcio al día porque disminuye la absorción de oxalato a nivel intestinal, lo que reduce la posibilidad de que se formen piedras. No se deben consumir en exceso alimentos con alto contenido en oxalato (espinacas, acelgas, nueces, cacahuetes, chocolate, té, refresco de cola) o xilitol (chicles, medicamentos...) ni suplementos vitamínicos sin prescripción médica. Sí se puede y se deben consumir alimentos ricos en vitamina C como naranjas o limones». La vitamina D también mejora la absorción del calcio en el intestino.
Piedras de ácido úrico «Se deben evitar las pérdidas bruscas de peso y practicar ejercicio de alta intensidad porque la degradación de la masa muscular aumenta la cantidad de ácido úrico. Se desaconseja tomar alimentos con alto contenido en purinas (vísceras, caldo de carne, embutidos, marisco, pescado azul...) y que contegan fructosa como endulzante como los refrescos light y los zumos. Tampoco se recomienda consumir bebidas alcohólicas, especialmente la cerveza y las de alta graduación porque son las que más aumentan el ácido úrico en sangre.
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