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Julio Arrieta
Miércoles, 26 de febrero 2025, 18:58
Los especialistas las llaman «rumiaciones». También se refieren al problema como «sobrepensar», o «pensamiento excesivo». La psicóloga Júlia Pascual utiliza otros conceptos menos técnicos pero ... más coloquiales y comprensibles como «comerse el tarro», «comerse la olla» o «rayarse». ¿De qué hablamos? De la trampa de las ideas obsesivas y en bucle que convierten nuestra cabeza en un disco rayado que no nos deja vivir con normalidad, y que cada vez es más común. ¿Hay forma de salir de este círculo vicioso?
«Cuando me propuse escribir un libro sobre las dificultades que hoy en día aquejan a una gran parte de la población mundial y que tienen que ver con el pensamiento excesivo, lo hice porque desde la clínica diaria en mi consulta constato que el sufrimiento y el trastorno vital que sufren muchas personas por esta situación es terrible», explica Pascual, psicóloga sanitaria y psicoterapeuta, en cuyo libro 'No te comas el coco' (Ed. Vergara) expone «10 psicosoluciones para salir de las trampas de la mente».
¿En qué momento darle vueltas a alguna cuestión, «pensársela bien», se convierte en un problema? ¿No es normal lo de «pensárselo dos veces», o «darle una vuelta» a cualquier dilema al que nos enfrentemos, sobre todo si se trata de una cuestión importante? Para saberlo, Pascual plantea una serie de preguntas: ¿te encuentras pensando en el mismo tema una y otra vez? ¿Sueles imaginar los peores escenarios posibles para situaciones cotidianas? ¿Te resulta difícil tomar decisiones debido a la incertidumbre y el miedo a cometer errores?¿Te sientes exhausto o angustiado debido a la intensidad y frecuencia de tus pensamientos? Si la respuesta es «sí», «a menudo», o «siempre», tenemos un problema... pero se puede tratar.
Quizá parezca algo sencillo: te das cuenta del problema, te relajas e intentas dejar de pensar. Pues no. No se puede. «Es imposible no pensar. El ser humano lo hace constantemente, hasta cuando se va a dormir», afirma la psicóloga. El dato hasta está cuantificado: por nuestra cabeza pasan al día del orden de 60.000 a 80.000 pensamientos de los que la mayor parte, el 90%, son involuntarios. Y entre el 70 y el 80% de estos son negativos. Menuda avalancha. En todo caso, pensar, «generalmente, no es un problema, porque es como una música que está en armonía, no nos damos cuenta». Pero sí lo es cuando esa música de fondo se convierte en un molesto disco rayado. «En vez de música armónica es ruido», indica. Y se repite una y otra vez. A este runrún imparable «lo llamamos pensamientos disruptivos, también dudas patológicas».
La trampa 'positiva'
Otra trampa mental clásica en estos casos es tratar de sustituir los pensamientos 'malos' por otros 'positivos'. Error. «No hay que suplantar un pensamiento por otro. Hay que utilizar estrategias con la lógica de la paradoja o de la contradicción». Algo que de entrada parece eso, paradójico. O contracorriente. Pero no: «En vez de nadar contra las olas, hay que hacerlo siguiendo la dirección de la corriente». Este es el eje de una de las psicosoluciones que plantea el libro: «Si no puedes dejar pasar el pensamiento trampa, utiliza la paradoja de acelerarlo para así ralentizarlo». ¿Y esto cómo se hace? «Piensa voluntariamente lo que te hace daño. Por ejemplo, cada tres horas debes coger ese pensamiento que te persigue. Y vas a buscarlo y lo aumentas, lo aumentas, lo aumentas... hasta la saturación». Descubrirás que estos pensamientos «cuando los verbalizas o cuando los escribes comienzan a perder fuerza».
Júlia Pascual plantea tres pautas a tener en cuenta: «Identifica tu 'comecocos', cómo se inicia de manera espontánea lo que te molesta, si es una duda, un pensamiento o una imagen... y ponle nombre». Luego, sepáralo: «Identifícalo como algo externo a ti».
¿Que se presenta el 'comecocos' otra vez? «Intenta dejarlo pasar. En vez de intentar no pensar, dile 'después te pienso' y ánclate en las acciones del presente. Pon atención a lo que estás haciendo, bloqueando la respuesta a esas dudas, a ese pensamiento trampa».
Y escribe. ¿El qué? Pues toda la rumiación. «Al ponerla por escrito, te ayudará a distanciarte, a ver que tú no eres ese pensamiento y, sobre todo, lo llevarás a la saturación». En resumen, «cierra la boca de tu 'comecocos'». Se le podría llamar «la terapia del boicoteo». «Yo te identifico, te pongo nombre, yo no soy eso y voy a por ti. Y voy a por ti pasando, no te hago caso –aconseja–. En el momento en que conseguimos hacer eso, el runrún empieza a irse». Aunque, para ser precisos, no es que se vaya exactamente. «Lo que sucede es que ya no somos conscientes de que estamos pensando». Y el disco ya no está rayado, «la música de fondo vuelve a ser armónica».
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