
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¿Cuántas veces has renunciado a tomarte un café a media tarde por miedo a no poder conciliar el sueño esa noche? Seguro que muchas ... más de las que realmente te apetecía. 'Uy, mejor descafeinado que si no ya no pego ojo'. De hecho, una de las dudas más frecuentes sobre el consumo de esta infusión tan popular en nuestro país –siete de cada diez españoles de entre 18 y 65 años toman una media de dos tazas al día– es precisamente hasta qué hora nos podemos permitir tomar un café sin que nos afecte al sueño. Es decir, ¿cuánto dura el efecto de este estimulante en nuestro organismo?
Antes de ahondar en el tema, conviene aclarar que no todas las personas metabolizan y eliminan igual la cafeína. «Hay quien la expulsa más rápido y apenas les afecta su consumo y quien necesita más horas para poder hacerlo, por lo que está bajo su efecto durante más tiempo», puntualiza Héctor Castiñeira, conocido en redes sociales como Enfermera Saturada y autor del libro '¿Quién se ha llevado mi energía?' (Ed. Plaza y Janés).
En términos generales, se podría decir que las personas que presentan dificultades para caer rendidas sobre la cama o tienen alterado el patrón del sueño no deberían tomar café a partir del mediodía o la una de la tarde como límite. «Debemos tener en cuenta que la cafeína empieza a hacer efecto a los 30 minutos de su consumo. Y seis horas más tarde, la mitad de ese estimulante todavía se mantiene activo, de manera que impide que la señal de cansancio llegue a nuestro cerebro. Pero no queda ahí la cosa. A las doce horas de tomar ese primer café del día, aproximadamente el 25% de la cafeína que contenía la taza del desayuno sigue haciendo de las suyas. No es mucho, pero puede ser suficiente para que algunas personas no tengan suficiente sensación de cansancio y les cueste quedarse dormidos», argumenta Héctor Castiñeira.
La cafeína actúa directamente sobre nuestro organismo para mantenernos alerta. «Pasamos tantas horas despiertos y dormimos tan poco que tenemos el cerebro agotado, por eso acabamos recurriendo al café para aguantar. ¿Y cómo actúa la cafeína para que no nos durmamos? Pues entorpeciendo el trabajo de la adenosina, que es la molécula que nos hace sentir el cansancio. Cuando tomamos una taza de este psicoestimulante, la cafeína pasa desde el intestino a la sangre y de ahí al cerebro. Una vez allí, las moléculas de cafeína se pegarán a los receptores A1, A3 y A2A, pero impedirán que la adenosina se una a ellos, de manera que se evita que la señal de agotamiento llegue a nuestro cerebro. No es que no estemos cansados, lo que ocurre es que, durante varias horas, la cafeína no permite que lo sintamos», explica el experto.
Y además de 'molestar' a la adenosina y evitar que haga su trabajo, esa taza de café que nos hemos bebido en el desayuno también activa el eje hipotalámico-hipofisiario-adrenal, un trío de nombre casi impronunciable que se encarga de liberar dos hormonas a la sangre: la adrenalina y el cortisol. «Estas dos sustancias aumentan la frecuencia cardiaca, contraen los vasos sanguíneos, dilatan las vías respiratorias para que captemos más cantidad de aire al respirar, aumentan la tensión arterial, preparan a los músculos para empezar a trabajar, aumenta el diámetro de las pupilas... En definitiva, nos ponen en alerta, nos despejan y hasta incrementan nuestra fuerza muscular», enumera el experto. Así que la próxima vez que tus padres, tus hijos o tus compañeros de piso te digan que no les hables hasta que se tomen el primer café y se sientan personas, hazles caso porque algo de razón tienen.
Si eres muy cafetero, de esos que superan ampliamente las dos tazas al día, notarás que cada vez necesitas más cantidad de cafeína para lograr el mismo efecto y sentirte igual de espabilado. Héctor Castiñeira lo sufre en sus propias carnes cada vez que le toca el turno de noche en el hospital. «Hace años, con un café después de cenar aguantaba despierto hasta el amanecer sin notarme cansado. Pero a día de hoy necesito tomarme otra taza a eso de las dos de la madrugada si no quiero quedarme dormido en la primera silla que encuentre». Este fenómeno se conoce como tolerancia y nos obliga a aumentar las dosis de cafeína cada cierto tiempo para conseguir el mismo efecto. «Se trata de un proceso normal y natural que tiene su origen en el cerebro».
El descafeinado contiene cafeína, muy poca, pero no es 0,0. Este tipo de café, consumido habitualmente con leche, procede de unos granos a los que se les elimina, mediante diferentes técnicas, un 97% de la cafeína justo antes de tostarlos y molerlos. Su color y sabor suele ser ligeramente más suave, mientras que su valor nutricional es muy similar. Una taza de este tipo de café suele contener entre 3 y 4 miligramos de cafeína, una cantidad muy pequeña si la comparamos con el original o con un refresco de cola. ¿Lo pueden tomar los niños? A partir de los ocho o nueve años no habría problema, pero nunca como sustituto de la leche y sin azúcar.
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Ana del Castillo
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