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esde hace años se sabe que los corazones de hombres y mujeres se infartan de manera muy distinta. Uno de los rasgos que distingue la ... enfermedad en uno y otro sexo es que en la población femenina abunda lo que los especialistas llaman el infarto silente, que se sufre sin que apenas se sienta el menor síntoma. Ahora, los cardiólogos han visto una nueva variable que juega aún más en contra de ellas. Los factores de riesgo clásicos, la mala dieta, la falta de ejercicio físico y todo lo demás, afectan a las mujeres en bastante mayor medida que a los varones. Les toca, por tanto, cuidarse... un poco más.
La advertencia la ha lanzado el Colegio Americano de Cardiología y en cuestión de medicina, como ya sabemos, lo que llega de Estados Unidos marca la pauta para el resto del mundo, aunque el trabajo tenga, como en este caso, sello canadiense. Los cardiólogos de EE UU han celebrado estos días atrás su Sesión Científica Anual y allí han presentado un pormenorizado estudio donde se da cuenta de los entresijos de esta cuestión, que ha sorprendido incluso a sus propios autores. «No existe una solución universal. Todo esto es nuevo para nosotros, nunca hasta ahora se había visto algo así», se lamentó con humildad el profesor Maneesh Sud, del Centro de Ciencias de la Salud Sunnybrook de Toronto, autor principal del estudio.
El trabajo evaluó el impacto en hombres y mujeres de los que se consideran los ocho factores de riesgo tradicionales asociados a las enfermedades cardiacas. Los conocidos, una dieta inadecuada, mal sueño, falta de actividad física, tabaquismo y un índice de masa corporal elevado, además de una cantidad alta de azúcar en sangre (glucemia), grasas inadecuadas (lípidos) y una inapropiada presión arterial, que es la fuerza que ejerce la sangre sobre venas y arterias.
Lo curioso del trabajo es que las mujeres gozan de una mejor salud cardiaca que los hombres, al parecer, como se ha sospechado tradicionalmente, por la protección que las hormonas femeninas le dan hasta que les llega la menopausia. Sin embargo, según se ha visto, a nada que se expongan, las consecuencias para su salud cardiaca son mucho mayores que en los hombres. Tienen más posibilidades de sufrir un accidente cardiovascular y que sea de peores consecuencias.
Para llegar a estas conclusiones, los autores del trabajo analizaron datos de más de 175.000 adultos canadienses, recopilados a través del Estudio de Salud de Ontario, realizado entre 2009 y 2017. Ninguno de ellos presentaba cardiopatía alguna al comienzo del estudio y aproximadamente el 70% de las personas analizadas eran mujeres, según se detalla en la información facilitada. En función de cada uno de los ocho factores de riesgo citados, se clasificó a los participantes con un perfil de salud determinado. Si se presentaban menos de cinco rasgos positivos se consideró 'malo'; de cinco a siete, 'intermedio'; y si se tenían los ocho bien, 'ideal'.
Durante los once años que se prolongó el estudio, los investigadores rastrearon si los participantes habían sufrido algún ataque cardiaco, cerebrovascular (ictus), angina de pecho y enfermedad arterial periférica (estrechez de los vasos sanguíneos en brazos o piernas). También evaluaron si alguno de ellos había tenido que ser sometido a cirugía para la reapertura de arterias bloqueadas (revascularización coronaria), que se practica cuando un bolo de grasa bloquea una arteria de forma temporal (angina) o constante (infarto).
Como era de esperar, el riesgo era mayor en las personas que tenían peor estado de salud. Con lo que no esperaban encontrarse los científicos es que el riesgo para las mujeres con mala salud era el doble que en los hombres de igual condición. En ellas, las posibilidades se multiplican por cinco, mientras que en ellos se queda sólo en 2,5.Entre la población de salud 'intermedia', la relación era de 2,3 frente a 1,6, respectivamente.
Los investigadores no saben exactamente a qué se debe esta nueva realidad. Es posible, según dicen, que intervengan factores biológicos o socioculturales, pero ni siquiera se atreven a establecer una hipótesis. Futuros trabajos aclararán el misterio, que vuelve a poner sobre la mesa la necesidad de que la ciencia distinga entre la biología de hombres y mujeres.
La enfermedad, la que sea, no impacta de igual modo en el bienestar físico y emocional de unos y otras porque, está claro, somos diferentes. Los investigadores se han propuesto determinar ahora hasta qué punto la menopausia y la raza o la etnia a la que se pertenece impactan en la salud cardiovascular.
La extracción de los dos ovarios no sólo provoca, entre otros efectos secundarios, una brusca llegada de la menopausia. Las consecuencias de una cirugía así también se dejan sentir en el corazón, que a partir de ese momento vivirá con un mayor riesgo de insuficiencia cardiaca, según se ha sabido en la última sesión científica anual del Colegio Americano de Cardiología.
La ooforectomía bilateral, como se llama esta práctica, se recomienda para tratar la endometriosis, la enfermedad inflamatoria pélvica, el sangrado abundante y el cáncer de ovario. La menopausia precoz, según se ha sabido por un nuevo estudio, puede provocar dificultades al corazón para el normal bombeo de la sangre.
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