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Iratxe Bernal
Miércoles, 26 de marzo 2025, 19:03
Para los que les gustan los sistemas de ahorro, ahí va uno bastante durillo pero muy esclarecedor. Se trata del reto de los 21 días - ... también llamado ayuno financiero-, un método creado por la periodista especializada en finanzas Michelle Singletary para, según ella, «encaminarse hacia la paz espiritual». Sin ser tan ambiciosos, puede ayudarnos a mejorar nuestra relación con el dinero.
Pues en lo que ya nos podemos imaginar: intentar pasar 21 días sin realizar ningún gasto que no sea estrictamente necesario. Es decir, aguantar tres semanas sin tomar un café o una cerveza con los amigos, sin darle ningún caprichillo tonto a los niños ni comprar una prenda por barata que nos parezca, sin ir al cine o al teatro, sin pedir que nos traigan comida a casa… Vamos, que no hay lugar para mucho disfrute, así que para que no resulte un calvario, Singletary decidió que la duración del reto no fuera más allá de los 21 días.
No pretende ser una solución para personas con graves apuros económicos, pero sí puede servirnos para ahorrar un poco de cara a una época de muchos gastos y, sobre todo, para examinar nuestros hábitos de consumo. Se trata de darse cuenta de que todos gastamos de más y aprender a distinguir dónde y cuándo merece la pena invertir nuestro dinero. Es decir, nos da una radiografía.
Esto es un tanto subjetivo, porque aunque haya cosas que todos consideremos imprescindibles, hay otras que abrirían un debate. Si nos ceñimos a la lista de Singletary, al margen de seguir pagando nuestras facturas y posibles deudas, sólo podríamos adquirir alimentos, medicamentos, material escolar y productos de higiene personal y limpieza, y todo ello siempre con mucha moderación. Champú sí, pero colonia no. Comida fuera por trabajo, vale, pero sin postre.
También hay una pequeña licencia para la ropa, pero únicamente si nos hace falta para trabajar y la necesitamos ya mismo porque se nos haya estropeado alguna prenda imprescindible. «Quiero que entiendas que ya tienes mucho. Si surge una situación que no está en la lista, ten en cuenta el espíritu del ayuno, que es reducir tu consumo», recomienda la escritora.
Si siguiéramos a Michelle Singletary a pies juntillas, habría que decir que la primera clave es encomendarse a Dios -está convencida de que el mejor libro sobre finanzas es la Biblia-, pero si no tenemos tanta fe como ella podemos empezar por olvidarnos de llevar encima ninguna tarjeta, ya sea de crédito o débito. Esto es algo en lo que coinciden todos los expertos en finanzas personales: cuando pagamos en metálico somos mucho más conscientes de nuestros gastos que cuando podemos cargar el gasto a nuestra cuenta. De modo que Singletary aboga porque «nos familiaricemos de nuevo con la sensación y las limitaciones del efectivo».
La segunda pauta sería evitar cualquier forma de tentación. La autora recomienda no pisar un centro comercial e incluso llega a prohibirnos mirar escaparates, algo que, dicho así puede sonar un poco demasiado, pero que incide en uno de los objetivos del método; no permitir que otros nos generen necesidades y dejar de entender las compras como una forma de ocio.
Otra recomendación clave es llevar un diario. Apuntar en un cuaderno lo que gastamos -y, sobre todo, lo que no gastamos-, primero nos dará ánimos para seguir en el empeño y, después, nos permitirá analizar en qué se nos va el dinero para así cuestionarnos si el disfrute que obtenemos con algunas de esas compras está justificado.
Finalmente, habría que evitar hacernos trampas. No vale, por ejemplo, salir a cenar y hacer que otros se hagan cargo de la cuenta o posponer la compra de un regalo porque el cumpleaños de uno de nuestros hijos o la boda de nuestro mejor amigo nos pilla en pleno ayuno. Más bien habría que explicar a nuestro entorno qué estamos haciendo y por qué e incluso intentar ganarlos para la causa, pero esto lo vamos a dejar también para los que tengan mucha fe.
Singletary reconoce que tuvo la idea estando a dieta. Una de esas dietas que los nutricionistas no recomiendan porque son tan restrictivas que acaban quitándonos las ganas de vivir y que, a la larga, resultan insostenibles. De ahí que insista en que respetemos los tiempos: si nos rendimos demasiado pronto no nos daremos tiempo para detectar nuestros malos hábitos y si alargamos la duración del reto más allá de los 21 días empezaremos a cuestionarnos si vale la pena tanto sacrificio.
Además, siguiendo con el símil dietético, con el ayuno financiero puede ocurrir lo mismo que con los regímenes muy restrictivos: que seamos víctimas del efecto rebote y una vez logrado nuestro objetivo caigamos en la tentación del 'porque yo lo valgo' y acabar gastando en una semana todo lo que nos hemos contenido durante tres.
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