CINELANDIAS 'Nosferatu', sublime saqueo de Drácula
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Nosferatu es más que una interpretación del Drácula de Bram Stoker. Nos aparta del asunto vampírico para invitarnos a pensar en las fuerzas telúricas e invisibles que llevan y traen las enfermedades, a lomos del viento, sembrando muerte y desolación a su paso. Es un escalofrío sobrecogedor y una obsesión fúnebre regada de humor. Macabra y sublime.
Viernes, 04 de Agosto 2023, 12:33h
Tiempo de lectura: 4 min
El arte convierte la vida del artista en una paradoja: Nosferatu el vampiro (Nosferatu, eine Symphonie des Grauens, 1922) fue el primer título resonante en la carrera de Friedrich Wilhem Murnau (1888-1931), que catapultó hacia el éxito; pero fue también la película que mayores quebrantos legales le causó, pues fue acusada por la viuda de Bram Stoker de apropiación fraudulenta ante los tribunales ingleses, que le concedieron la razón (resulta más que evidente que la película saquea el argumento de Drácula) y, de paso, decretaron irrazonablemente que todas las copias de la película fuesen destruidas.
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Así se hizo, desde luego, con las copias halladas en Gran Bretaña; y la viuda de Stoker se encargó personalmente (con un encono que sólo puede explicar su certeza de que la obra de Murnau era superior a la de su marido) de buscar otras en los más diversos lugares del orbe. En Alemania, la orden judicial apenas se cumplió, pero la película fue adquirida por otra productora que decidió –¡con un par!—enmendar a Murnau, remontando algunas secuencias y añadiéndole una sonorización grotesca. Afortunadamente, algunos años más tarde aparecería una copia (incompleta) en Francia que haría las delicias de Breton (a ella dedicó un capítulo en Los vasos comunicantes) y otros surrealistas; y con el tiempo fueron apareciendo otras, también incompletas, con las que muchas décadas después el benemérito Luciano Berriatúa logaría al fin reconstruir la película tal como la concibió Murnau.
Murnau usa recursos técnicos nuevos (imágenes aceleradas o ralentizadas, uso de película negativa) que envuelven a 'Nosferatu' en un hálito de irrealidad
En Nosferatu, al plagio descarado de Stoker añade Murnau algunos énfasis emocionales y rasgos característicos de su personal universo (la lucha humana contra las fuerzas del mal, la mujer ofrecida como víctima propiciatoria, la obsesión fúnebre), y también pinceladas humorísticas que no se hallan presentes en la obra de Stoker. Murnau se adscribe a la estética expresionista que se enseñoreaba del cine alemán de la época, pero no acata sus convenciones escenográficas, sino que incorpora sin empacho espacios naturales que trata de modo pictórico, dotándolos de un simbolismo preñado de significados. Algunos planos de Nosferatu parecen retratos severos de Holbein, grabados estrambóticos de Rethel, paisajes místicos de Friedrich, en un repaso apasionado a la tradición pictórica alemana que es, también, un homenaje a los climas evocados por su literatura romántica, con E. T. A. Hoffmann a la cabeza.
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Además, Murnau utiliza recursos técnicos hasta entonces apenas explorados (imágenes aceleradas o ralentizadas, utilización de película negativa) que contribuyen a envolver la película en un hálito de irrealidad; y así, logra que los elementos terroríficos irrumpan de un modo a la vez vívido y nebuloso, como traídos por el viento que escalofría o los sueños que sobrecogen. De un modo a veces subliminal, Nosferatu nos propone una segunda lectura que nos aparta del asunto vampírico, para invitarnos a pensar en las fuerzas telúricas e invisibles que llevan y traen las enfermedades, a lomos del viento, sembrando muerte y desolación a su paso. Nosferatu es, de algún modo, encarnación de los arcanos que anidan en los entresijos de la naturaleza y que, una vez desatados, se multiplican como la copiosa noche; Nosferatu encarna, de algún modo, el miedo a las enfermedades sin cura, a los microbios que ni siquiera el microscopio detecta, a la sombra que se derrama sobre el mundo, marchitándolo, y que sólo la luz del sol –antiséptica y sanadora—puede exorcizar. Murnau no rehuye los pasajes más “carnales” de la historia de Stoker, ni trata de eludir la atracción magnética que Nosferatu (un Max Schreck icónico) ejerce sobre Ellen, la protagonista femenina (Greta Schroeder); pero incluso en estos momentos lo macabro evanescente se sobrepone a lo meramente físico, envolviendo la película en su particular aroma de crisantemo y pudridero.
Atmósferas espeluznantes
Con diseño artístico de un experto ocultista, Albin Grau, Nosferatu mantiene en todo momento una soterrada tensión teosófica, como si hermetismo y ciencia se hubiesen declarado amor mutuo, para florecer de la forma más artística y espeluznante posible. La brisa alquímica de Paracelso, la atmósfera yodada de los laboratorios (¡ese plano casi quirúrgico en el que una planta carnívora engulle una mosca!), el vaho húmedo de la tierra recién removida, la pestilencia de los sótanos donde hormiguean las ratas, los escamoteos más fantasmáticos, la sombra de las manos de Nosferatu (con esos dedos largos como las uñas de un muerto que hubiese solicitado manicura hasta la resurrección de la carne), los contraluces que nos enseñan que los armarios también tienen alma, los personajes con fisonomías de gnomo, como escapadas de un sueño de ajenjo, completan la esencia inaprensible y única de esta obra sublime.
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