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La carrera por el control de la IA: los autócratas sacan la chequera

La nueva guerra fría

La carrera por el control de la IA: los autócratas sacan la chequera

La inteligencia artificial permitirá un control social y militar sin precedentes. Dominarla es cuestión de talento, pero sobre todo de mucho dinero. Autócratas y millonarios han sacado la chequera. La nueva guerra fría ya ha empezado. Y no es solo cosa de China y Estados Unidos. Hay otros 'desconocidos generales' que disponen de muchos más fondos que Elon Musk...

Viernes, 28 de Febrero 2025, 10:47h

Tiempo de lectura: 8 min

El jeque Tahnoun bin Zayed nunca se quita las gafas oscuras, ni en el gimnasio. Es cinturón negro de jiu-jitsu brasileño y le gusta rodearse de luchadores de UFC. Tiene 54 años y es el hermano menor del presidente de Emiratos Árabes Unidos, una federación de siete monarquías absolutas con capital en Abu Dabi. También es su jefe de Inteligencia y ministro de Finanzas. En los años 2000 invirtió en crear Hydra, una supercomputadora de ajedrez del tamaño de un frigorífico industrial. Solo podía usarla una persona a la vez. Y esa persona solía ser el jeque, que pasaba días y noches jugando on-line, fascinado por lo que llamó «el poder del hombre más la máquina».

El jeque Thanoun, jefe de inteligencia y ministro de finanzas, quiere que Abu Dabi sea la meca de la inteligencia artificial. Sus fondos triplican toda la fortuna de Elon Musk

Ahora, Zayed pretende que Abu Dabi sea la meca de la inteligencia artificial, del mismo modo que Arabia Saudí quiere ser la del fútbol. Dos reinos petroleros empeñados en mantener su pujanza cuando se acabe el crudo gracias al 'poder blando', esto es, la influencia cultural: sea el deporte o los datos. Controla G42, una empresa que lo mismo invierte en la línea de lencería de Rihanna que en SpaceX. El nombre lo eligió por su novela favorita: Guía del autoestopista galáctico, un clásico de la ciencia ficción. Y hace referencia a la respuesta que da una supercomputadora a la pregunta sobre «la vida, el universo y todo»: 42. Como en el libro –nadie sabe en la novela qué significa ese número–, nadie sabe qué planea este agente secreto y hombre de negocios que controla fondos por valor de 1,5 millones de millones de dólares, el triple que la fortuna de Elon Musk. Lo que sí se sabe es que, hasta hace unos meses, su principal socio tecnológico era China. Pero acaba de forjar una alianza con Estados Unidos para saltarse las restricciones que impuso Washington a la exportación de los codiciados chips de Nvidia. Zayed ya ha puesto 100.000 millones sobre la mesa.

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El primer gran acuerdo del jeque. El jeque Tahnoun bin Zayed con Brad Smith, presidente de Microsoft, y Peng Xiao, el CEO de G42, de origen chino, durante la firma del acuerdo que simboliza su ruptura con China.

El primer gran acuerdo se selló en abril con Microsoft, que invirtió 1500 millones en G42. A cambio, la compañía emiratí se comprometió a utilizar sus servicios en la nube, cortó sus vínculos con China y eliminó todos los equipos de Huawei. En la foto que selló el pacto aparecen el jeque Zayed; Brad Smith, presidente de Microsoft; y Peng Xiao, el CEO de G42, de origen chino, aunque estudió en Hawái y tenía nacionalidad estadounidense, a la que renunció por la de Emiratos. Xiao estuvo vinculado a empresas chinas de vigilancia. No obstante, el acuerdo tuvo el respaldo de la Administración Biden.

India: Mukesh Ambani, el titán de los datos

Todo vale en la carrera de la IA, y las alianzas son tan elásticas como las gomas que atan los fajos de billetes. Nvidia, con un pie en Estados Unidos y otro en Taiwán, busca nuevos mercados. Y la India aspira a ser una superpotencia de la IA como ya lo es de la industria farmacéutica. Mukesh Ambani, el hombre más rico de Asia, está construyendo un centro de datos de tres gigavatios en el estado indio de Gujarat, entre refinerías y paneles solares. Será cinco veces más grande que The Citadel (Nevada), el mayor del mundo. Pero eso es lo de menos… En 2023, durante una cumbre en Mumbai, Ambani apareció junto con Jensen Huang, el CEO de Nvidia, para anunciar que su megacentro estará equipado con los nuevos chips Blackwell, la última generación de procesadores, que pueden realizar cálculos 25 veces más rápido que los cotizadísimos A100.

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Nvidia se apoya en India. Mukesh Ambani, el hombre más rico de Asia, con Jensen Huang, el CEO de Nvidia, tras anunciar que su nuevo megacentro de datos en Gujarat utilizará los nuevos chips Blackwell, la última generación de procesadores.

Con una fortuna personal de 80.000 millones de dólares, el magnate indio de las telecomunicaciones quiere sacudirse «el nuevo colonialismo digital», espoleado por el primer ministro Narendra Modi, obsesionado por tener una herramienta para consolidar su control sobre la democracia más grande del mundo. Para ello necesita conservar el talento: el 32 por ciento de los científicos de la NASA son indios. Las universidades indias producen diez veces más ingenieros cada año que Estados Unidos y la Unión Europea juntos. Sin embargo, miles de ellos acaban entrenando los modelos de lenguaje en condiciones laborales de semiesclavitud... y buscan oportunidades fuera.

Rusia: Herman Gref, el banquero de Putin

En Rusia, las agencias de inteligencia y los militares tienen prioridad en el reclutamiento de los mejores cerebros. Los ingenieros más brillantes son 'carne de hacker' en la guerra cibernética, en detrimento de la investigación civil. El resultado: los chips Baikal, de fabricación rusa, eran una 'castaña' y la empresa se declaró en bancarrota. Esto llevó a Herman Gref –el CEO de Sberbank, el banco más grande de Rusia– a tejer una red de alianzas con China y la India para obtener equipos avanzados.

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Nada de ruletas rusas... Herman Gref –el CEO de Sberbank, el banco más grande de Rusia, aquí con Putin– hoy lidera Sber, un ecosistema que abarca desde coches autónomos hasta diagnóstico médico por IA, pasando por su propio ChatGPT ruso: GigaChat.

En 2007, cuando Gref asumió la dirección del gigante bancario controlado por el Gobierno, nadie podía imaginar que este antiguo burócrata, amigo de Putin desde los años noventa, terminaría convirtiéndose en el arquitecto tecnológico del Kremlin. Pero Gref, de origen alemán, ha transformado un dinosaurio estatal en algo parecido a una big tech. Bajo su dirección, Sberbank se ha convertido en Sber, un ecosistema que abarca desde coches autónomos hasta diagnóstico médico por IA, pasando por su propio ChatGPT ruso: GigaChat. Para finales de año, los algoritmos de Sber tomarán el 60 por ciento de las decisiones sobre créditos. Y la guerra en Ucrania se ha convertido en un laboratorio. Los drones comerciales modificados, potenciados por sistemas de IA, están demostrando ser más efectivos que los carísimos tanques y aviones.

China: Liang Wenfeng, el friki de la inteligencia low cost

Liang Wenfeng, un ingeniero de 40 años, ha ridiculizado a Silicon Valley. Este graduado de la Universidad de Zhejiang no siguió el camino típico de los millonarios chinos: en lugar de crear otra plataforma de comercio electrónico, fundó el fondo de cobertura High-Flyer. En 2023, mientras otros inversores perseguían el próximo Shein, Liang lo apostó todo a la investigación en IA. De alguna manera consiguió acumular un montoncito de chips de Nvidia, aunque no todos de última generación. Con este hardware y un equipo de brillantes ingenieros a los que no duda en pagar salarios de 13.000 dólares mensuales (la mitad de lo que cobrarían en Estados Unidos, pero una cifra astronómica para los sueldos chinos), se embarcó en la creación de DeepSeek.

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El hombre que ha sacudido el mundo. Con Deepseek, Liang Wenfeng ha pasado por encima de OpenAI, con ocho veces menos chips y un gasto energético mucho más bajo para sus procesadores.

El resultado sacudió el mundo: mientras OpenAI necesitaba 16.000 chips para entrenar sus modelos, DeepSeek lo logró con apenas 2000 y un gasto energético mucho menor. Y esa victoria moral encabezada por Wenfeng es algo con lo que soñaba el presidente Xi Jinping desde 2016, cuando el triunfo de AlphaGo (Google) sobre el campeón del mundo de Go (chino) le inspiró un plan para liderar la IA en 2030. Eso sí, mientras China exporta versiones muy adictivas de sus productos (el caso más famoso es el de TikTok), dentro de sus fronteras los algoritmos están 'capados' para promover contenido educativo.

Estados Unidos... y la guerra de egos

El gran momento de Sam Altman se convirtió en su mayor humillación. Apenas había anunciado Stargate, «el mayor proyecto de infraestructura de IA de la historia», con una inversión de 500.000 millones de dólares, cuando DeepSeek demostró que se podían lograr resultados similares con una fracción de los recursos. El CEO de OpenAI tuvo que explicar a inversores que han comprometido fortunas en centros de datos, plantas de energía e incluso centrales nucleares por qué Estados Unidos necesita gastar tanto cuando China consigue tanto con tan poco.

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¿Alguien da más?Cuando Sam Altman fundó OpenAI en 2015, Elon Musk fue uno de sus socios, pero bastaron unos meses para que quedara claro que no eran compatibles. Musk se fue —no le parecía una inversión relevante—, aunque ahora ha llegado a ofrecer 97.000 millones por la empresa creadora de ChatGPT.

La tensión alcanzó nuevas cotas cuando Elon Musk, en su batalla personal contra Altman, ofreció 97.500 millones de dólares por OpenAI. La empresa rechazó la oferta, pero el mensaje es claro: hay dos gallos en el corral tecnológico del presidente Donald Trump.

Las máquinas de litografía extrema, imprescindibles para producir los chips que necesita la inteligencia artificial, solo las fabrica una empresa holandesa. Es la única baza europea en esta carrera

En medio de esta guerra de egos, Google eliminó de sus principios éticos el compromiso de no usar la IA en aplicaciones militares. Incluso Demis Hassabis, recién galardonado con el Premio Nobel y un defensor de la IA ética, ha matizado su postura. «Los valores democráticos occidentales están bajo amenaza», advierte, argumentando que aunque sigue oponiéndose a las armas autónomas, la realidad es que «algunos países las están construyendo».

¿El arma secreta de Europa?

¿Y Europa? Mientras proclama la movilización a la desesperada de 200.000 millones para inteligencia artificial –siguiendo la hoja de ruta marcada por Mario Draghi en su informe sobre el futuro económico del continente–, la realidad es que acumula años de retraso. La francesa Mistral, su gran esperanza, no despega. Y la primera ley mundial sobre la IA se ha convertido en un corsé que muchos temen esté frenando la innovación. Sin embargo, Europa controla el recurso más crítico: las máquinas de litografía extrema ultravioleta, sin las cuales nadie puede producir los chips que necesita esta revolución. ASML, la empresa holandesa que las fabrica, se ha convertido en el árbitro de la carrera.

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Balón de oxígeno para la UE. El ingeniero francés Christophe Fouquet es actualmente una pieza clave en todo el esquema —sin él nadie puede desarrollar IA— y la baza europea para seguir en la carrera.

Al frente está Christophe Fouquet, un ingeniero francés cuya voz tiene más peso que la de muchos primeros ministros. No es casualidad que, antes de anunciar su ambiciosa inversión en IA, la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, mantuviera una reunión de urgencia con él. Fouquet le habría pedido menos regulación, aunque la prensa holandesa duda que tenga intenciones de convertirse en el último bastión de la democracia y teme que si ASML no encuentra un entorno favorable traslade parte de sus operaciones allá donde el negocio sea más rentable. Y el que paga manda.