Reality Winner ¿Traidora o heroína? Usted nunca tendría que haber visto a esta mujer
Esta veterana de guerra norteamericana ocultó entre sus medias un documento de alto secreto y se lo envió a unos periodistas. Eran cinco folios que ponían en jaque la presidencia de Donald Trump y al Gobierno ruso. Reality Winner podía haber pasado a la historia –como lo hizo la “garganta profunda” del Watergate–, pero algo salió mal. La filtración le costó cinco años de cárcel y ser llamada 'traidora'. También que su peripecia se haya convertido en una película para HBO. Esta es la historia de un país en llamas y un código de puntos amarillos que nunca debió ser publicado.
No soy una traidora. No soy una espía. Solo soy alguien que actuó por amor a lo que este país representa». Reality Winner era una joven solitaria y patriota que trabajaba para los servicios secretos de Estados Unidos. Veterana de las guerras de Afganistán e Irak. Una hoja impecable de servicios. Pero un día de 2017 llegó a sus manos un documento de alto secreto que detallaba la injerencia de Rusia en las elecciones que ganó Donald Trump. Sin pensárselo, lo imprimió, se lo escondió en las medias y lo sacó del recinto. Al día siguiente lo metió en un sobre, puso la dirección de un periódico digital y lo echó al buzón, sin remitente. ¿Por qué lo hizo?
Los norteamericanos siguen preguntándoselo. Para unos, su sitio es la cárcel. Para otros, es una heroína. Ella, a los 30 años, también se lo pregunta. «Si al final me indultan, no deberían hacerlo por el hecho de que sea buena persona. Conmigo no todo es siempre luz».
Este verano le concedieron la libertad condicional. Y hace unas semanas le quitaron la pulsera telemática que llevaba en el tobillo izquierdo para controlar su paradero. Se ha teñido el pelo. Es una manera de empezar a reinventarse. Atrás van quedando la confusión, la niebla, la permanente sensación de irrealidad. ¡Qué ironía para alguien que se llama Reality!
El dichoso nombre se lo puso su padre, Ronald Winner (ganador, en inglés). El hombre solo tenía de triunfador el apellido. Sufrió un accidente de coche y se pasó sus últimos veinte años enganchado a los calmantes y en el paro. Ronald quería una «triunfadora real en la familia», por eso la llamó Reality.
Tiene una facilidad increíble para los idiomas. Desde la pantalla de su ordenador, en Maryland, determinaba qué presuntos terroristas debían ser eliminados con drones
La pequeña Reality es buena estudiante, pero no tiene una vocación definida. «Yo quería ayudar», dice vagamente. ¿Pero cómo? Tiene facilidad para los idiomas. Así que empezó por ahí, comprándose el Aprenda árabe estudiando diez minutos al día. Y lo aprendió. Más tarde hizo lo propio con el farsi (persa) y las dos lenguas afganas: pastún y darí. Le concedieron una beca para estudiar Lingüística en la Universidad de Texas, pero la rechazó. Sentía de nuevo ese viejo impulso: ayudar. Y se alistó en las Fuerzas Aéreas. Era una patriota de 19 años.
Por su don de lenguas la destinan a Fort Meade, el cuartel general de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) en Maryland, también conocido como Cripto City. Uniforme verde de camuflaje, la galleta con su identificación cosida a la pechera: Winner, R. Trabaja en el turno de noche; se sienta ante el ordenador con los auriculares puestos y escucha conversaciones que ayudarán a identificar a presuntos terroristas que serán eliminados con drones. Por las mañanas no pega ojo. Va al gimnasio. Hace pesas hasta que no puede más. Vive sola. Se calienta un plato precocinado y se lo come con el único tenedor que hay en su casa. Una vez se duerme al volante y se estampa contra un coche oficial.
Ir a la guerra de diez a ocho acentúa su sensación de irrealidad. Un día, los combatientes del Estado Islámico encierran a un piloto sirio en una jaula, lo rocían con gasolina y le prenden fuego. Graban los 22 minutos de agonía. «Cuando se difundió, yo estaba de servicio. Todos queríamos saber si era auténtico o no. Vimos el vídeo en alta resolución una y otra vez», cuenta Winner. Cuando termina su turno, Reality vomita.
Sus estadísticas parecen la puntuación de un videojuego: 1900 horas en línea, 120 enemigos identificados, 734 misiones por aire, 600 bajas enemigas... Pero soporta una tensión terrible. «¿Sabes... cuando estás viendo a alguien en una pantalla y esa persona se volatiliza, ¡puf!? Más vale que estés segura de que era de los malos». En octubre de 2016 le conceden una medalla. Pero la regala. Se siente culpable. En Navidad mete regalos en cajas de zapatos para los niños afganos: cepillos de dientes, calcetines, peluches... Padece depresión y bulimia. Termina su contrato con el Ejército y no se lo renuevan.
Coquetea con la idea de viajar a la zona que ha contribuido a bombardear, de compensar de alguna manera... Pero no lo ve claro. Encuentra empleo en una empresa privada, subcontratada por la NSA. Ahora es civil, aunque sigue haciendo labores de inteligencia para los militares. Su trabajo: espiar el programa aeroespacial de Irán. Tiene 25 años y se siente cada vez más aislada. Solo habla cara a cara con un inmigrante iraní, un vendedor de alfombras con el que practica farsi.
A comienzos de 2017, recién inaugurada la nueva presidencia del país, se especula con que Donald Trump haya ganado las elecciones gracias a Putin. Sospechas hay, pero faltan pruebas. «Por aquel entonces pensaba que nuestra democracia estaba en juego», recuerda Reality, a quien también le preocupa el cambio climático. Por eso escribe a The Intercept, un medio digital, para pedirles la transcripción de un pódcast sobre el tema.
Un día se topa con un análisis de la NSA clasificado como top secret. Son cinco folios donde se afirma que los servicios de inteligencia están convencidos de que hubo intentos de hackers rusos de influir en las elecciones. El 9 de mayo, Trump aparta de la dirección del FBI a James Corey, el hombre que hasta ese momento había dirigido las investigaciones sobre la presunta injerencia rusa. El presidente quiere dar carpetazo al asunto. Reality actúa: ese mismo día imprime el informe, dobla los folios y se los guarda dentro de las medias. Echa la carta al correo al día siguiente, sin remitente, en un buzón de un centro comercial en Augusta, dirigido al apartado de correos del periódico digital The Intercept, en Washington.
De inmediato, la NSA abre una investigación interna. Constata que solo seis personas han impreso el documento reservado. Una de ellas es Reality Winner
Dos periodistas del diario se ponen manos a la obra. Uno de ellos fotografía el documento con el teléfono móvil y se lo envía a una persona de su confianza; quiere verificar su autenticidad. A continuación, manda una copia a la NSA y solicita una declaración oficial al respecto. Fue una imprudencia. No protegen el anonimato de su fuente. Pasan por alto unas marcas –un código de puntos amarillos– que delatan que el documento secreto se imprimió el 9 de mayo de 2017 a las 6:20 horas en un dispositivo modelo 54 y número de serie 535218. Si Woodward y Bernstein hubieran sido tan descuidados, Nixon habría terminado su mandato y el escándalo Watergate no se estudiaría en las facultades.
De inmediato, la NSA abre una investigación interna. Constata que solo seis personas han impreso el documento reservado. Una de ellas es Reality Winner. También es la única que ha tenido algún contacto previo con The Intercept, cuando pidió información sobre uno de sus pódcast. Reality es arrestada el sábado 3 de junio, antes de que se publique el reportaje. Acaba de hacer la compra para el fin de semana. Cuando llega a casa, once agentes vestidos de civil la están esperando; algunos, armados. Se muestra dispuesta a colaborar, pero pide que la interroguen en el domicilio. No quiere dejar solo al perro que acaba de adoptar. Para los agentes, es pan comido. La detenida canta de plano. No se arrepiente. Dice que lo hizo por patriotismo.
Durante el juicio es acusada conforme a lo dispuesto en la Espionage Act. Esta ley de 1917 castiga el espionaje para potencias extranjeras, lo define como un delito de traición, aunque ella hizo justo lo contrario: sacar a la luz el supuesto espionaje ruso. Da igual, a finales de agosto de 2018 es condenada a cinco años y tres meses. Su abogado le aconseja que se declare culpable y Reality lo hace. Caso cerrado. Tras la lectura de la sentencia, el fiscal saca pecho: «La pena impuesta hoy es la más larga que nunca se haya dictado contra una persona civil acusada de facilitar a la prensa información sobre nuestra defensa nacional», asegura.
Reality es arrestada antes de que se publique el reportaje y lo confiesa todo. No se arrepiente. Lo hizo por patriotismo, dice
Fue trasladada a la prisión del condado de Lincoln. Y se mantuvo cuerda gracias al yoga y al spinning. Denuncia que sufrió abusos sexuales por parte de una funcionaria. Pasará por otras tres cárceles. En la de Carswell (Texas) compartirá celda con tres mujeres, hasta que se contagia de COVID. Pasa 23 días en aislamiento. Corre 'maratones', como llama a los paseos en el habitáculo: ocho pasos adelante, diez atrás, durante tres horas. Además, consigue dejar el Zoloft, un antidepresivo. El coronavirus matará a ocho de sus compañeras.
La empresa matriz de The Intercept pagó más de dos millones de dólares por la defensa legal de Reality Winner después de que el medio digital la dejara expuesta. Pero Reality continúa dolida. «Cometieron un grave error. Y no solo porque fui a prisión. Yo sabía lo que hacía, afronté las consecuencias. Está bien... Pero fue su actitud. Es la chapuza. Tengo mucha amargura en mi corazón hacia ellos».
Ahora vive en la casa de su madre con cuatro perros, tres gatos y un caballo. Sigue un horario estricto, como en la cárcel. El despertador suena a las 6:45. Se levanta, se ocupa de los animales, limpia, ordena, luego hace pesas y a la ducha. Por las tardes estudia lenguajes de programación en una academia on-line. Y tiene algo muy claro: «No creo que una guerra sea el camino hacia la paz».
La perdición de Reality Winner
«Un periodismo valiente, de confrontación, contra el abuso, la corrupción y la violación de las libertades civiles». La web The Intercept nació en febrero de 2014 con esta ambición y una financiación de 250 millones de dólares aportados por el fundador de eBay, Pierre Omidyar. El proyecto fue creado por el periodista Glenn Greenwald y la documentalista Laura Poitras (en la foto de arriba) –que ayudaron al exanalista de la CIA Edward Snowden en su huida de Estados Unidos (en marzo de 2013) y fueron los primeros en entrevistarlo– junto con el también reportero Jeremy Scahill.
La web periodística ganó rápidamente notoriedad con la progresiva publicación de los documentos secretos obtenidos por Snowden sobre la vigilancia masiva mundial por parte de Estados Unidos. Desde entonces, el portal ha ganado premios por su trayectoria y reportajes de investigación, pero su crédito se ha visto seriamente afectado por la negligencia que llevó a la cárcel a Reality Winner. La web, eso sí, pagó la defensa legal de Winner: más de dos millones de dólares. Poco después –octubre de 2020–, Greenwald dimitió. Alega haber sido censurado al intentar informar sobre Joe Biden y su hijo Hunter. Un mes más tarde, Poitras siguió sus pasos.
-
1 ¿Cómo han convertido las adolescentes la medicina estética en algo tan habitual como ir a la peluquería?
-
2 Tres propuestas para que tu dieta antiinflamatoria sea, además de saludable, sabrosa
-
3 Pódcast | Drogas, abortos, abusos... el dolor de Maria Callas en el rostro de Angelina Jolie
-
4 Cada vez más cerca del otro planeta 'habitado': así trabaja el telescopio Tess
-
5 Transnistria, un lugar atrapado en el tiempo (y muy apreciado por Putin)