Alimentación La matanza de los machos
Los trituran vivos o los asfixian. Cada año más de 35 millones de pollitos machos son sacrificados en España por inútiles. Esta práctica, todavía legal, puede acabar en 2023.
La imagen es aterradora. Centenares de polluelos avanzan en una cinta transportadora, a cuyo extremo esperan unas cuchillas trituradoras. Un destino al que están condenados entre 35 y 40 millones de pollitos cada año en España. La práctica es legal y está recogida tanto en el marco legislativo europeo sobre sacrificio de animales como en el reglamento español que contempla otros métodos para deshacerse de unos animales que la industria considera como un residuo: los polluelos machos. No son rentables si se trata de una raza ponedora: no ponen huevos.
Ni tampoco en el caso de las gallinas para el consumo de carne, ya que tardan más en crecer que las hembras: las gallinas de la raza broiler, empleadas a este fin, alcanzan los 4 kilos en menos de 50 días.
Ni ponen huevos ni valen para el consumo de carne: tardan en engordar más que las hembras
Además de la trituración, la legislación contempla otros métodos, como la asfixia por dióxido de carbono que se describe con el lenguaje descarnado de los textos burocráticos. «La capacidad del aparato deberá ser suficiente para matar instantáneamente a los animales, incluso si su número es elevado», dice el texto recogido en el BOE. Efectivamente, su número es elevado: se calcula que 330 millones de pollos machos son sacrificados anualmente en la Unión Europea.
No hay datos precisos sobre los métodos usados por las empresas dedicadas a la incubación de huevos de gallinas ponedoras, aunque fuentes del sector indican que los sistemas mayoritariamente empleados excluyen la trituración: se centran en la hipoxia controlada (asfixia por falta de oxígeno). Y el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación estaría negociando una hoja de ruta con los productores para acabar con este sacrificio masivo.
Lo reivindican desde hace tiempo organizaciones en defensa de los animales. Y la práctica se ha prohibido en países como Alemania –donde una sentencia judicial estableció en 2019 que el bienestar animal está por encima del interés económico del sector avícola– o Francia, donde la ley entrará en vigor en enero de 2023. Allí, las granjas tienen dos opciones. O seleccionan, y eliminan, a los polluelos machos antes de que se produzca la eclosión mediante lo que se conoce como 'ovosexaje', es decir, sexado del animal en el seno del huevo; o los crían para carne.
También en el resto de Europa, incluido España, esta práctica podría tener los días contados. Hay intensas negociaciones en el seno de la UE para que se prohíba el año que viene.
Descubrir el sexo del huevo
Una alternativa para terminar con el exterminio de polluelos machos es el sexado del embrión en el huevo antes de la eclosión. Consiste en extraer mediante succión una pequeña cantidad de fluido y se analiza. Si es femenino, contendrá sulfato de estrona, una hormona femenina. Salvado. De lo contrario, se elimina antes de la eclosión. Los defensores de los animales ponen una objeción: a partir de los 9 o 10 días, los embriones están desarrollados. Podrían sentir dolor. Otros sistemas usan el análisis del ADN de la muestra.
Hay otra pega: es muy caro. La compañía Seleggt ha creado una máquina que reconoce el sexo del polluelo a una velocidad de 3600 ejemplares la hora. Es mucho, sí, pero no suficiente: las gallinas ponen más de 85 millones de huevos al año en España.
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