Ana María Martínez Sagi ‘Desenmascarada’ por Juan Manuel de Prada La mujer de las mil caras y las mil mentiras
Fue poeta durante la república, feminista, directiva de fútbol, atleta, reportera de guerra... y embustera. Hace 25 años, Juan Manuel de Prada rescató del olvido la apasionante vida y obra de Ana María Martínez Sagi. Ahora el autor, tras muchos años de investigación, rectifica las fabulaciones que la poeta le contó en su día y publica ‘El derecho a soñar’, la verdadera historia de una mujer increíble.
Viernes, 14 de Octubre 2022
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Cuando se topó, por casualidad, con Ana María Martínez Sagi, Juan Manuel de Prada estaba en plena escalada de su carrera literaria. Acababa de ganar el premio Planeta, con solo 27 años. También había publicado Las máscaras del héroe, novela sobre escritores malditos y olvidados, un asunto que siempre le ha fascinado. Supo de ella por primera vez leyendo un libro de entrevistas del periodista y escritor César González-Ruano: «Pregunté a expertos en los años veinte y treinta y me di cuenta de que nadie la conocía. O sea, que era una mujer olvidada», cuenta. Le atrajo el talante maldito, la vida aventurera y el talento literario de aquella poeta catalana que había alcanzado cierto renombre antes de la Guerra Civil.
«Empecé a investigar. Las hemerotecas no estaban digitalizadas, pero con paciencia, pasando páginas, encontré cosas sobre ella. Descubrí sus colaboraciones en la prensa. Y seguí, hasta que finalmente me dieron el soplo de que vivía en Moià, un pueblo de Barcelona.
Le escribí para pedirle una entrevista. Tardó mucho en responderme, pero finalmente aceptó», cuenta Prada. Ana María Martínez Sagi, nonagenaria entonces, lo recibió en una residencia de ancianos. Estaba sola. Sin familia, sin amigos.
Parecía una heroína injustamente arrumbada. A Prada lo embrujó su relato. «Tenía unos logros acojonantes, pioneros a tope», explica. Había dejado a su familia burguesa (su padre era empresario textil); había fundado un club feminista; había sido una mujer pionera, la primera en formar parte de la junta directiva de un equipo de fútbol (el F. C. Barcelona); había escrito en los periódicos (en el suplemento femenino de Las Noticias, en La Rambla, por ejemplo); había sido deportista destacada, nada menos que campeona nacional de lanzamiento de jabalina.
Y no solo eso. También le contó que había participado en la Resistencia en la Francia ocupada, que había decorado la mansión del aga khan en Francia, que había conocido a Antonio Machado y a Federico García Lorca...
Juan Manuel de Prada quedó tan hechizado que Ana María Martínez Sagi se convirtió en la protagonista de su novela Las esquinas del aire: quinientas páginas recogían las hazañas y desventuras de aquella mujer que, en palabras del escritor, «se arrojó al río sangriento de la historia con una alegría y un desparpajo que asustan». A Ana María Martínez Sagi le encantó la visita del joven novelista y le hizo un regalo: le entregó su obra inédita.
Tras un arduo trabajo, Prada terminó su novela dedicada a la Sagi –como él la llama– y, justo cuando entregó el manuscrito, le notificaron que Ana María había muerto. Era el año 2000.
La obsesión por ella no terminó con su muerte, sino que se acrecentó cuando empezó a estudiar su obra y comenzaron a emerger las mentiras. Sí, la Sagi lo había engañado. «Me contó una versión edulcorada de su vida. En ese momento, yo era un veinteañero y me la creí», cuenta.
Qué paradoja tan literaria: el escritor joven rescata a la poeta olvidada, pero ella no fue del todo sincera con él. Juan Manuel de Prada resucitó a Ana María Martínez Sagi, hizo que la prensa recuperara su figura, publicitó sus gestas y alabó sus versos. Y, cuando desenvolvió con primor el regalo de su obra inédita, fue descubriendo un reguero de incongruencias. Las hazañas en la Resistencia, Machado, García Lorca, el aga khan... fueron fabulaciones.
Ha sido anarquista y no tiene estudios, pero consigue ser profesora de la Universidad de Illinois, en Estados Unidos. ¿Cómo lo logra? Mintiendo e inventando
La primera falsedad afloró en una poesía en donde la Sagi decía haber coincidido con Antonio Machado en la huida de España. Eso no era posible porque salieron por rutas diferentes. Era una 'mentirijilla' innecesaria. «Me empieza a picar la curiosidad y descubro cosas en su obra que me mosquean», cuenta Prada.
Aparecen embustes en su vida personal: se inventó una hija; ocultó amores con mujeres interesantes... y escondió un marido. Emergen otras ocultaciones. No le había contado, por ejemplo, que había sido fotógrafa en el frente de la Guerra Civil.
«Esto no es cualquier cosa, porque en la Guerra Civil estuvo Gerda Taro, pero no hubo fotógrafas españolas. Es un caso único y eso me lo ocultó», cuenta Juan Manuel de Prada. La Sagi estuvo en Aragón con un grupo anarquista. Sospecha Prada que no quiso hablar de aquello para no desenterrar desmanes en el frente en los que pudo estar involucrada. «Era la chica bonita de los anarquistas de Caspe. Estaba muy implicada. Estaba en el cogollo», explica el escritor.
«Creo que, en el París ocupado de los años 42 y 43, la Sagi trabajó con Ruano, quien se dedicó a actividades turbias. Quizá falsificó obras de arte, porque pintaba muy bien», cuenta Prada
El veneno ya estaba inoculado, el escritor no podía dejar de bucear en la vida de esta mujer brillante y misteriosa. «Abandoné mi vida personal y profesional, desatendí los requerimientos de mis editores», cuenta. Ha viajado a Estados Unidos, Suiza, Francia y Venezuela tras sus huellas. Ha visitado más de 80 archivos y entrevistado a cerca de un centenar de personas. «Yo fui poseído. Me obsesionó de una manera monstruosa. Ha sido también algo hermoso y electrizante», confiesa. Esa descomunal labor de documentación alimenta su tesis doctoral, con la que ha obtenido la máxima calificación y que ahora se publica en forma de libro, El derecho a soñar, vida y obra de Ana María Martínez Sagi (Espasa).
Falsificación de obras de arte en la Francia ocupada
Esto lo ha descubierto siguiendo su pista en hemerotecas y archivos. «Yo creo que empieza a inventarse su vida en la última estación de su exilio, cuando quiere trabajar en Estados Unidos y se da cuenta de que no van a contratar a una roja desorejada como ella, entonces oculta su implicación con el anarquismo y, luego, en lo que yo llamo 'el complejo de Forrest Gump', incrusta a grandes personajes en su vida», opina Prada.
En Francia, Prada buscó las huellas de Ana María para cerciorarse de su participación en la Resistencia. No ha logrado comprobarlo. «No sabemos hasta qué punto se implicó en la Resistencia. Sabemos que estuvo muy próxima a César González-Ruano, quien durante la guerra se dedicó a actividades turbias que van desde la falsificación de obras de arte a la venta de documentación falsa. Cuando la Gestapo lo encarceló, la Sagi acogió en su casa a su mujer, embarazada, y a su hijo. Creo que ella trabajó con Ruano en el París ocupado de los años 42 y 43. Quizá falsificó obras de arte, porque pintaba muy bien», cuenta Prada.
«Hay algo convulso, desgarrado, casi demente en esta mujer, como una desazón íntima que la obliga a buscar su perdición, una atracción hacia el abismo», explica Juan Manuel de Prada
A los pinceles se dedicó en su siguiente cambio de tercio. Después de la Segunda Guerra Mundial, Ana María se fue a Cannes y allí comenzó a pintar pañuelos. «Es asombroso lo camaleónica que fue. Cambiaba de vida, se transformaba en otro personaje», dice Prada. Ella contó que sus creaciones llegaron a la begum, la mujer del aga khan, y que fue así como le encargaron la decoración de su fabulosa mansión de Cannes. Demasiado fantasioso. Prada cree que lo más probable es que la begum le comprara algún pañuelo. Y ya.
Una irresistible atracción hacia el abismo
Más adelante, la Sagi compra un terreno junto con una de sus amantes en un pueblo de la Provenza y se dedica al cultivo de flores aromáticas para la industria perfumera. La etapa floral termina con la ruptura amorosa con su socia. Deja todo. Vende todo y se marcha a Estados Unidos. Ahora es profesora universitaria de Francés en la Universidad de Illinois; ella, que no tiene estudios universitarios, supera todos los obstáculos académicos y burocráticos y logra una plaza de profesora. ¿Cómo lo consigue? Mintiendo.
Dijo que en la guerra se perdió su expediente académico. Por supuesto, ocultó su pasado anarquista. Y adornó su rol de exiliada añadiendo personalidades a su vida. «A los botarates de Illinois les impresionaba mucho más que hubiese conocido a Machado o a Lorca (dijo que había sido su novia) que el hecho de que hubiera fundado un club para mujeres trabajadoras o hubiera sido reportera de guerra», explica Prada.
De todas sus facetas, la que más le fascina al escritor es la de poeta. «Su vida ajetreada, tan agónica a veces y llena de penurias, no le permitió desarrollar su talento», dice.
¿Por qué le mintió? «Hay algo convulso, desgarrado y casi demente en esta mujer. Hay algo en ella, una desazón íntima que la obliga a buscar su perdición. Hay una atracción hacia el abismo», cree Prada. ¿Por qué una mujer tan polifacética y válida no ha trascendido como triunfadora? «Porque era muy turbulenta. Tenía un carácter muy difícil y una tendencia misántropa muy fuerte», responde el escritor. «No he visto una vida más espectacular. Es alucinante», concluye.
«Era un veinteañero ingenuo y me la creí»
Juan Manuel de Prada conoció a Ana María Martínez Sagi cuando ella era nonagenaria. «Me contó una versión edulcorada de su vida y en ese momento yo era un veinteañero, un chico ingenuo, y me la creí», cuenta. La hizo protagonista de su libro Las esquinas del aire.
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