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Mikel Labastida
Jueves, 11 de mayo 2017, 18:36
Distinguida con el Príncipe de Asturias de las Letras o con el Booker, entre otros galardones, no hay duda de que la canadiense Margaret Atwood (Ottawa, 1939) está considerada como una de las novelistas y poetisas más relevantes del panorama actual. Tras su paso ... por distintas universidades canadienses como profesora se dedica a la escritura de manera profesional desde 1969, fecha en la que publicó La mujer comestible, que revolucionó el mercado literario con su publicación. A este le siguieron otros títulos como Resurgir (1972), Doña Oráculo (1976), Life Before Man (1980), Ojo de gato (1988) y La novia ladrona (1993), todas con muy buena aceptación de la crítica y el público, lo que la han convertido en una de las autoras más destacadas de la literatura contemporánea. Hay un asunto que tienen en común todas estas obras y es que centran el imaginario y el discurso de Atwood en la figura de la mujer, y en concreto su madurez y los cambios de rol sexual.
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Es una temática que ha predominado después también en su labor como poetisa, denunciando la opresión, y que continuó en obras posteriores como El cuento de la criada, publicada en 1985 y que ahora la plataforma Hulu ha convertido en la serie del momento (¿cuántas series del momento hay cada semana?). No es la primera vez que este texto salta a la pantalla ni a otros medios más allá del papel.
En los años 90 la novela se convirtió en película con un guión de Harold Pinter, dirigida por Volker Schlöndorff y con Natasha Richardson, Faye Dunaway y Robert Duvall en el reparto. Después ha tenido una adaptación para el teatro, la ópera e incluso para la radio. Era lógico que tarde o temprano desembocase en la televisión y así ha sido. En España la emite HBO. Llega precedida del enorme éxito que cosecha la escritora (sus libros han sido traducidos a más de treinta idiomas, que incluyen el persa, japonés, turco, finlandés, koreano, islandés y estonio), de la contundencia y fuerza con la que sigue contando la novela, y con la exquisita adaptación que se ha realizado. Son poderosas razones para entender el ramillete de halagos que ha generado.
El cuento de la criada es un alegato feminista, sin ninguna duda. Contiene fuertes dosis de crítica social. Y podría ser calificada como serie de terror, porque aunque no cumple todos los requisitos del género reúne elementos y premisas suficientes como para causar miedo e inquietud en el espectador. Al menos lo ha hecho en los cinco primeros episodios, que ya se han emitido. Quedan otros tantos por delante.
La acción se desarrolla en Gilead, una sociedad totalitaria instaurada en Estados Unidos tras el asesinato del presidente de la nación. Los desastres medioambientales y la baja tasa de natalidad han provocado que en esta comunidad gobierne un régimen fundamentalista que considera a las mujeres propiedad del estado y a las que priva de cualquier derecho. De ellas lo único que importa es el valor de sus óvulos. ¿Ciencia ficción? En Occidente podría parecer un argumento fuera de lugar. En otras partes del mundo tal vez les resulte más familiar.
Reclutando mujeres fértiles
En esta sociedad son especialmente bienvenidas las mujeres fértiles y una de las últimas reclutadas ha sido Defred (Offred, para quien la vea en versión original). En realidad ese no es su nombre, pero sí es el modo en que se dirigen a ella. El valor de las féminas es tan ínfimo que ni denominación propia tienen. Si el hombre al que le sirve se llama Fred, ella será De-Fred (Of-Fred en inglés). Ella debe servir a su líder y ha de mantener relaciones sexuales con el único fin de repoblar el mundo. Lo hace en una ceremonia terrible en la que la propia esposa del comandante está presente. Defred tiene que servir a lo que le pidan, no puede opinar ni protestar, debe cumplir un orden y horario. De no hacerlo las consecuencias pueden ser nefastas. Y a ella no le va a quedar más remedio que ser sumisa a este gobierno. Por el terror de lo que pudiera sucederle y porque persigue un fin: encontrar a la hija que le arrebataron. Y eso lo va a llevar a cabo yendo más allá de sus compañeras serviles, sus gobernantes autoritarios y las esposas de estas, que en ocasiones se comportan con ella (y con otras) de manera cruel, para soportar sus propias condenas.
Para adaptar el texto han sido necesarias algunas licencias. En primer lugar se ha variado el momento en que se desarrolla la trama, puesto que la sociedad de los años 80 y la actual ha cambiado mucho (sobre todo en formas de relacionarse) y ha habido que introducir métodos, aplicaciones y costumbres habituales en la actualidad. Por otro lado, se han ordenado las líneas temporales, puesto que en la novela original la historia discurría en varias y era necesario unificarlas para que el relato en la serie resultase fácil de comprender.
Lo que no se ha modificado es el ánimo de denuncia, de la visión de la mujer en nuestra sociedad, de los abusos que se pueden llegar a cometer y de la necesidad de luchar por la identidad de cada persona y sus derechos. Elisabeth Moss deja atrás a su mítica Peggy de Mad men y protagoniza un trabajo formidable en una producción que llega precisamente en un momento en que Estados Unidos podría enfrentarse a un retroceso social por las políticas de Trump.
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