Carlota, la novia del 'vestido-globo' gigante del que todo el mundo habla
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BODAS DMODA ·
Lorenzo Caprile firma el diseño nupcial más atrevido del año, toda una revolución en las redes socialesMaría Calvo
Martes, 13 de octubre 2020, 14:35
Según un estudio realizado por el portal especializado Bodas.net, la sencillez es la máxima que buscan muchas mujeres a la hora de contraer matrimonio, y más en los tiempos que corren, en los que las bodas íntimas se han impuesto a las grandes celebraciones. ... En una época en la que las novias tienden al minimalismo y a la discreción, tuvo que llegar Carlota de la Vega para romper con los cánones establecidos. Sin pretenderlo, esta madrileña se ha convertido en el centro de un debate abierto debido a su look nupcial, un prodigio de Alta Costura que no ha podido ser creado por otras manos que no fueran las del maestro Caprile. A pesar de su espectacularidad y del laborioso trabajo artesanal que entraña un diseño de estas características, ha sido objeto de controversia y ha generado opiniones de todo tipo en las redes sociales. «Caprile me avisó varias veces de que tenía que estar muy segura de llevar este diseño y muy preparada para defenderlo porque no tiene término medio: o enamora o espanta», cuenta la joven. Hablamos con esta ejecutiva de cuentas de la agencia de comunicación Nota Bene sobre el revuelo causado en torno a este «vestidazo», en el más amplio sentido de la palabra.
«Estoy alucinada. Me puse este vestido porque me gustaba. Lo hice para mí y nunca pensando en generar todas las reacciones que ha suscitado», desvela de la Vega, que dio el 'sí, quiero' a su pareja, Nicolás Sevilla Trullos, consultor en PwC, el pasado mes de septiembre. Carlota es periodista, especializada en Comunicación y Gestión de Moda y fiel seguidora de las tendencias. Le apasionan las creaciones arquitectónicas de diseñadores como Fabio Encinar o Pierpaolo Piccioli. De hecho, fue a raíz del desfile primavera-verano 2019 de Alta Costura de Valentino, en el que el creativo italiano dio rienda suelta a sus volúmenes exagerados, donde Carlota encontró la inspiración definitiva para su look nupcial. Ese inolvidable vestido amarillo que parecía flotar sobre la pasarela se convirtió en el germen de una idea que Lorenzo Caprile supo materializar.
«Lorenzo es un genio», repite una y otra vez. Un genio con ese punto de locura que solo tienen los grandes artistas y son capaces de llevar a cabo creaciones que trascienden sus propios límites. Aunque el modisto tiende a hacer vestidos de novia clásicos, Carlota sabía que «iba a entender su idea», y lo hizo al momento. «Cogió una pieza de tela, tres alfileres y en un minuto me hizo la estructura con volumen. Luego cogió un papel y en 30 segundos dibujó el boceto: un vestido gigante con unas mangas gigantes ¡Era exactamente lo que quería!».
A nivel costura, esta pieza es de una confección tan compleja que no todo el mundo sería capaz de realizar, ya que no lleva patrón y está moldeado sobre el propio cuerpo con volúmenes impresionantes. Por eso, Carlota «escogió al mejor, aunque fuera un estilo distinto a lo que él suele hacer». El resultado fue un vestido-globo con mangas jamón llevadas a su máxima expresión, ribeteado en negro en escote y puños y confeccionado con 25 metros de tafetán de seda natural comprada en Inglaterra que nada tiene que envidiar a esos diseños casi utópicos que desfilan en la Haute Couture parisina. Eso sí, la madre de Carlota, única afortunada que pudo ver el traje antes de la boda, tuvo que allanar el terreno a su padre diciéndole que «el vestido no iba a ser muy normal», recuerda divertida.
A pesar de su ostentosidad, era un vestido ligero, cómodo y moldeable, con el que la novia no dejó de abrazar a sus familiares y de bailar durante toda la noche. Sin embargo, cuando llegó a la ceremonia en un Lotus biplaza del año 65, tuvo que colocarlo, literalmente, encima de ella. «No entraba en el coche, fue un show, notaba que me ahogaba», bromea. También hubo tiempo para el «momento paracaídas», en el que los invitados cogieron el vestido y comenzaron a mantearlo. «Fue divertidísimo», recuerda. Y es que nunca un look nupcial había dado tanto de sí. Carlota asegura que no le afectan en absoluto los comentarios negativos que ha leído durante estos días y se queda con el cariño recibido de sus allegados, que no pararon de repetirle lo impresionante que estaba. «Todas mis amigas coincidieron en que era yo convertida en vestido», y nada le puede hacer más ilusión que haber conseguido reflejar su arrolladora personalidad en uno de los días más especiales de su vida. Y es que si abres el armario de Carlota un día cualquiera solo encontrarás colores, hechuras holgadas y una colección de esos vestidos y blusas estructuradas que tan de moda se han puesto en las últimas temporadas.
La novia completó su look con los famosos 'Hangisi 70' de Manolo Blahnik en color morado y unos pendientes 'vintage' de oro con terciopelo negro de Chanel que encontró en la plataforma Vestiaire Collective tras recorrer, sin éxito, una larga lista de anticuarios. Además, eligió un delicado ramo de paniculata, obra de la florista Lucía Navas, de El Taller de Lucía, que también se encargó del resto de la decoración floral, tanto de la ceremonia como de la celebración.
Carlota reconoce que ha heredado la vena arriesgada de la parte creativa de su familia, en especial de su padre, Ignacio de la Vega. Es interiorista de profesión y se convirtió de forma inesperada en el ángel de la guarda que hizo posible un día perfecto. «Se encargó prácticamente de todo y dos semanas antes de la boda me quitó del medio para que estuviera tranquila. Junto con Borja y Marta O'Connor, encargado del catering y organizadora de bodas respectivamente, acabaron de gestionar los últimos preparativos. Fueron como unos angelitos que aparecieron de repente y a los que estoy muy agradecida, a día de hoy aún no me lo creo». Y es que rematar una boda en plena crisis mundial y con unas predicciones meteorológicas poco halagüeñas no fue tarea fácil. Les fallaron cerca de 100 invitados y tuvieron que reorganizar su plan inicial, previsto para el 20 de junio. Finalmente, contrajeron matrimonio el 19 de septiembre en la finca El Molino del Manto, en Chinchón, con la teatralidad y el encanto de ese vestido que ni la pandemia ni las restricciones lograron eclipsar. «Es cuestión de actitud y de estar con las personas que más quieres. Un 11 a un día de 10».
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