Un cuento de adopción gatuna por Navidad
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DMASCOTAS ·
Comparto una historia basada en hechos reales con la adopción de mascotas como tema de fondoSiempre nos gusta escuchar historias bonitas en cualquier época del año, pero en Navidad, parece que el corazón se nos enternece especialmente. Este cuento está basado en una historia muy real, la de dos gatitos necesitados de un hogar seguro y de cómo esto pudo ... suceder.
Érase una vez una gatita siamesa, una callejerita. Parecía poco amable y se dejaba ver poco. Tal vez la vida en la calle la convirtió en un animalito solitario y desconfiado. La gatita no tenía a nadie que la cuidara, así que, tenía que procurarse el alimento por ella misma. Tal vez antes no fue así, tal vez antes, en otro tiempo hubiera tenido una casa y una familia de la que poder disfrutar. Eso nunca lo sabremos.
Todos los días tenía que enfrentarse ella sola al mundo, así que, por las noches o las mañanas muy, muy temprano, salía a buscar algo que comer. Esta resulta ser la mejor hora para buscar comida, porque las calles están vacías y parece haber menos peligros. La oscuridad de la noche, ha sido siempre fiel aliada de los gatos callejeros. A pesar de todo, la gatita se sentía afortunada de vivir en un pueblo. Entre los matorrales o tras unas piedras, algunas noches encontraba un ratoncillo despistado en el campo. -¿encontraré hoy algo para comer?- Se preguntaba la gatita por las calles, y sin más se dirigía por el camino en busca de algo que echarse a la boca.
Un día, cuando se dirigía a beber un poco de agua, la gatita se dio cuenta de que no estaba sola. Había más gatitos por el barrio como ella, callejeros. Pero sin embargo estaban gorditos y parecían simpáticos. Con la curiosidad que caracteriza a los gatos, quiso saber un poco más sobre sus compañeros de desgracia-¿de dónde habrán salido? Y sobre todo, ¿dónde consiguen la comida?-. No fue muy difícil para ella dar respuestas a ambas preguntas, sólo tenía que ser un poco observadora para darse cuenta de que todos salían y entraban al jardín de una casa, la Casa de los Gatos. Cautelosa pero tranquila, se acercó a descubrir un jardín verde, con casetas donde poder resguardarse de la lluvia y el frío del invierno y del calor del verano. Con agua fresca y tazones llenos de… ¡comida! Oh, ¡comida! -Sin duda, pensó la gatita, este puede ser un buen lugar donde vivir.
Pasaron los meses y la gatita se sentía segura y protegida, tenía casi todo lo que pudiera necesitar. Incluso tenía un nombre: Sía, y además sonaba muy bien. La vida parecía sonreírle, sin embargo, lejos de llegar a la deseada tranquilidad, la vida le guardaba una nueva a ventura a Sía. Ella ya lo conocía, ya lo había sentido antes. Su barriguita estaba creciendo, un poco más cada día. Sabía que había llegado la hora de ser madre de nuevo. Sía buscó un buen lugar para tener a sus cachorros. Un sitio cercano y escondido, alejado de la vista de todos. Allí dio a luz a dos preciosos gatitos. Los mantuvo ocultos y lejos de todo peligro, mientras fueron pequeñitos. Pero pasaron unas semanas y los gatitos empezaron a sacar la cabecita de su cálido escondite, querían jugar y conocer el mundo exterior. En busca de comida y siguiendo a su mamá, terminaron por entrar en el jardín de la Casa de los Gatos, donde encontraron más comida y también un nombre, dos mejor dicho: Robin y Lana. Los dos gatitos eran felices, pero Sía no dejaba de preguntarse cuánto tiempo podría pasar sin que tuvieran un accidente, pasara un coche más rápido de lo previsto o enfermaran. La gatita aún recordaba, tristemente, a los cachorros que perdió antes de que llegaran Robin y Lana. Ellos aún son pequeños y tienen la posibilidad de conseguir un verdadero hogar fuera de la calle. ¿Habrá alguien dispuesto a dárselo? Se preguntaba la gatita.
Un buen día, a la hora del desayuno en la casa de los gatos Sía intuyó que algo diferente pasaba. Dos cajas distintas a las demás habían sido colocadas en el lugar donde sus cachorros dormían. ¿Sería esto lo que estaba esperando?, -¿van a sacar de la calle a mis pequeños?-. Aunque sabía que iba a echar mucho de menos a los gatitos, Sía prefería que estuvieran a salvo, aunque fuera lejos de ella.
En unas horas los dos cachorritos asustados pero expectantes, viajaron en coche por primera vez. No estaba mamá, pero no estaban solos, se tenían el uno al otro. Llegaron a una nueva Casa de los Gatos donde había una persona que les recibió con los brazos abiertos y el deseo en el corazón de darles un hogar.
Robin y Lana saben que van a estar bien, atendidos, calentitos y queridos. Sólo necesitan un poco de tiempo para adaptarse a su nuevo hogar y a su nueva mamá, aunque siempre, pero, siempre, siempre, llevarán a Sía en sus pequeños corazones.
Quiero agradecer desde aquí, el esfuerzo y la paciencia de Noelia, la adoptante de Robin y Lana. Hago mi agradecimiento extensible a todas aquellas personas que creen que los callejeritos se merecen algo mejor que mendigar comida por las calles y que, efectivamente, hacen algo para cambiar esa situación. Gracias por darles un hogar, sin duda vosotros, nosotros, recibimos mucho más de ellos.
Mira, son tan especiales, que sería imposible evitar enamorarse de estos gatines que buscan adopción.
1. Clarky. Gatito de año y medio.
2. Bigo. Gatito de año y medio.
3. Flori. Gatita de año y medio. Está esterilizada.
4. Mami. Gatita de tres años.Está esterilizada.
Para más información puedes contactar en nuestro correo dmascotas@cantabriadmoda.com o en el teléfono 644.728.730.
Y tú, ¿tienes alguna historia que contarnos?, recuerda que puedes ponerte en contacto con nosotros a través de la dirección de correo electrónico dmascotas@cantabriadmoda.com.
Nos leemos el próximo sábado con más información sobre nuestros amigos de cuatro patas.
Hasta entonces, ¡feliz fin de semana!
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