La nostalgia de una abuela de Torrelavega por las fiestas de La Patrona
ABUELA A LA ÚLTIMA ·
«Desde que tengo recuerdos no hay un verano en mi vida sin celebrar la Virgen Grande», asegura Maribel CaboSecciones
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ABUELA A LA ÚLTIMA ·
«Desde que tengo recuerdos no hay un verano en mi vida sin celebrar la Virgen Grande», asegura Maribel CaboTengo una sensación agridulce… No quiero, pero así es. Sin celebraciones ni conciertos (salvo algunos que se han podido disfrutar sentados); sin fiestas religiosas ni populares; sin ferias ni carruseles; sin mercado medieval ni carrozas con confeti y serpentinas; sin cánticos ni procesión ... ni chatos con barquillo; sin caballitos de Ortega ni papeletas de la tómbola; sin concurso de tortillas ni de bolos; sin terrazas abarrotadas ni churros calentitos…
Sé que es lo correcto, no podía ser de otra manera, pero duele. Desde que tengo recuerdos no hay un verano en mi vida sin fiestas patronales, sin La Patrona de Torrelavega.
No es sólo una calle llena de carruseles con música pegadiza y luces de colores, no. Es mucho más. Es el sentir y la alegría de toda una ciudad. Es el reencuentro de los que viven lejos. Es la visita casi obligada de las gentes de comarcas cercanas. Es la ilusión por ese concierto de tu ídolo que nunca esperaste ver tan cerca. Es ponerse el pañuelo al cuello y salir a la calle. Es subir a los coches de choque, el barco vikingo o la noria con nervios en la tripa.
Es el saludo a nuestra Patrona cuando sale de su templo y porta el bastón de mando que el alcalde le cede por unos días. Es escuchar las voces armoniosas que cantan a todos sus hijos, hijos de la Virgen Grande. Es disfrutar de incansables noches de verbena con amigos. Es contemplar el desfile de carrozas multicolores con banda de música y danzas locales e internacionales. Es comida en familia con las viandas que más te gustan y nuestro mejor postre: hojaldre. Son noches de auditórium con música popular y el mejor folclore. Todo eso y mucho más es nuestra fiesta más grande, que se celebra cada 15 de Agosto en Torrelavega.
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En este año tan duro que estamos viviendo, y que parece no acabar nunca, las fiestas patronales pasan a un segundo plano, aunque eso suponga pérdidas económicas muy importantes para pueblos y ciudades. Pero la salud y el bien común priman ahora y no hay otro modo de tratar de frenar esta pandemia.
Y aunque mi cabeza me dice que tiene que ser así, me produce una inmensa tristeza no poder disfrutar de eso que me hace tan feliz y me trae recuerdos imborrables de la niñez. Porque es en la infancia y la juventud donde se atesoran los recuerdos más queridos, y en la madurez donde valoras todo lo que vives y disfrutas.
Los últimos seis años han sido especiales para mí, desde que nacieron mis nietos, he vuelto a vivir las fiestas con la ilusión y el entusiasmo que sólo los niños poseen.
Este año no podrá ser, pero guardaremos las ganas intactas para el año siguiente… y volveremos a vivir la fiesta y a esperar que nuestra Patrona recorra las calles de la ciudad para gritarla:
¡Viva La Patrona! ¡Viva Torrelavega!
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