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«Trabajo las emociones para aliviar la pena»
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La joven Michelle Torre Beltrán recibe una atención psicológica que le ayuda a superar la pérdida de su hermana y su padre, fallecidos con dieciséis días de diferenciaMichelle Torre Bertrán (1995, Santander) mira aún incrédula hacia el pasado. Con una diferencia de dieciséis días perdió a su hermana en un accidente y, después, a su padre, víctima de un cáncer de pulmón. «No lloré la muerte de mi hermana. Tenía que ser fuerte por mi padre. Cuando falleció, por un lado sentí una paz muy grande, porque él ya estaba descansando, pero a la vez un gran dolor. Mi padre lo era todo para mí», declara. Michelle necesitaba canalizar su duelo y para ello se apoyó en el psicólogo Joaquín Landeras, del servicio de Atención Psicosocial del Hospital Santa Clotilde, incluido en el programa de Atención Integral a Personas con Enfermedades Avanzadas de la Fundación 'la Caixa'. Hoy sigue asumiendo sus pérdidas, pero siendo consciente de que con 25 años, «aún me queda mucho por vivir».
-¿Cómo accedió al programa de Atención Integral a Personas con Enfermedad Avanzada?
-En febrero de 2019, a mi padre le detectaron un cáncer de pulmón, que se fue complicando con otras patologías. Ese mes de marzo nos comunicaron a mi hermana y a mí que le quedaba un año de vida, pero en verano empeoró mucho. En agosto comenzó a recibir tratamiento del programa de Atención Integral a Personas con Enfermedades Avanzadas de la Fundación 'la Caixa'. Un mes después, el 1 de septiembre, mi hermana Yoana, de 30 años, falleció en un accidente, trabajando. En ese momento, mi padre dejó de luchar y vivió dieciséis días más. Desde el programa, al darse cuenta que era yo quien llevaba todo el peso, empezaron a tratarme a mí también, a través del servicio de psicología.
-¿En qué consiste?
-De inicio, supone un soporte emocional, que después se va profundizando. No había pensado en acudir al psicólogo, a pesar de que me había tomado la enfermedad de mi padre como una obligación. Dejé de estudiar y de trabajar. Paralicé mi vida. Tenía mucha carga encima.
-¿Qué atención recibió su padre?
-Comenzaron a atenderle en agosto, cuando estaba ingresado en Valdecilla. Venían a verle a la habitación y a hablar con él. Jamás había ido a un psicólogo y no creía mucho en ello. Pero, sin embargo, esta ayuda, las charlas en la habitación, le vinieron muy bien. También para asumir lo que le había ocurrido a mi hermana Yoana, aunque no sé si realmente lo llegó a hacer del todo. Cuando le dije que había muerto, lloró de pena, pero yo sabía que no lo había interiorizado. También es cierto que para entonces, él ya estaba muy malito. Sí hubo un día que me pareció que estaba más lucido, cuando me dijo que él había luchado todo lo que había podido por nosotras, pero que sabía lo que le esperaba y que lo único que quería era irse con mi hermana. Estaba agotado.
-¿Le costó abrirse a una terapia? En ocasiones, el dolor impide apoyarnos en otros.
-Al principio me costó contar mi vida a otra persona, pero después me ayudó mucho compartir mis sentimientos. Estaba muy cansada. Había momentos en los que sabía que mi padre se tenía que ir, que tenía que descansar. Y cuando lo hizo, sentí una paz muy grande que se mezcló con una tremenda pena. Fue una sensación extraña. Lo cierto es que ha pasado más de un año y sigo recibiendo ayuda de Joaquín. Tengo altibajos, pero con 25 años sé que no me puedo estancar.
-¿Cómo le está ayudando a superar sus pérdidas?
-Me enseñaron a estar preparada para el fallecimiento de mi padre y me hicieron entender que no era mi obligación estar con él las 24 horas del día, que no tenía que sentirme culpable porque alguien me ayudara. Aunque nunca se está preparado para la pérdida de un padre, me hicieron ver que yo no le podía curar y que necesitaba descansar.
- El duelo es algo muy personal e incomparable entre personas. Cada uno necesita su tiempo. ¿La gente es respetuosa con ello?
-Mi círculo de amigos me ayuda mucho. Siempre han estado ahí y lo siguen estando. Me entienden y son conscientes de que necesito más tiempo, aunque lo que cura no es esto, sino el trabajo que hago con mis rutinas, mis sentimientos, mis emociones. No hay que estar constantemente pensando en ello, pero tampoco hay que hacer como que no ha pasado nada. Tengo alguna amiga que también ha perdido a sus padres y me comprenden muy bien. Muchas veces no me apetece salir ni ver a nadie, pero hay que hacer el esfuerzo. Me pregunto por qué todo me tiene que pasar a mí. Pero bueno, por eso sigo necesitando el apoyo psicológico.
-¿Qué le ayuda a usted?
-Pasear con mi perro y mi música. Quedar con mis amigos más íntimos. Me ayudan los consejos para seguir adelante. Me ayuda el permitirme estar mal de vez en cuando. No exigirme tanto. La pérdida de mi hermana y de mi padre nunca la voy a superar, pero se aprende a vivir con ello. También pesar que hice todo lo que pude. Cuando la enfermera me avisó de que iban a sedar a mi padre y que podía entrar a despedirme, no tenía nada nuevo que decirle, porque ya se lo había dicho todo y se lo había demostrado todo, así que me sentí muy tranquila, porque sabía que no podía haber hecho más. Le dije que le quería mucho. Le di las gracias por haberme formado tal y como soy y que nunca le olvidaría.
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