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La primera vez que la propietaria de esta casa, situada en el centro de Santander, puso un pie en ella, se le hundió. Se trataba de una sucesión de trasteros, leñeras y pasillos, todos bajo cubierta, que no dejaban pasar la luz. Pero ella tuvo la visión de verlo limpio, con los techos elevados y con una nueva distribución. Tras menos de un año de obras, su visión se hizo realidad. De la mano de Jesús Cospedal, quien se encargó de la obra, se redistribuyó toda la casa y se obtuvieron 230 metros cuadrados, repartidos en una planta (con tres dormitorios y tres cuartos de baño), más un altillo donde se hizo un pequeño apartamento o suite, con una zona de estar, dormitorio, baño y vestidor.
La casa muestra la personalidad de la dueña, quien se encargó personalmente de su decoración. El resultado: una mezcla de estilos, reflejados en los diferentes muebles y objetos que la propietaria fue adquiriendo en sus viajes alrededor del mundo. Así, la chimenea fue adquirida en Londres, mientras que las figuras sobre su repisa, las trajo de Senegal. Las alfombras llegaron con ella, tras una estancia en Turquía. Pero también encontró tesoros en el rastro de Madrid, como las lámparas de su dormitorio. Muchos otros muebles son de herencia, como la cómoda del salón o las mesitas de noche del cuarto principal.
La cocina es una de las estancias más especiales. Tiene una lado moderno, con los muebles hechos a medida por Manolo Gestera, separado por una isla de Silestone (material compuesto en un 94% de cuarzo natural compactado con resinas especiales) de otro más tradicional, dominado por el aparador de herencia, de madera de caoba. Cuando cayó en manos de la propietaria de la vivienda, tenía una capa de barniz oscuro, típico de los muebles de inicios del siglo XX. Ella decidió darle un toque más actual y tras decaparlo, lo mandó pintar en gris claro. Su interior fue tapizado e iluminado. También destaca la lámpara de lágrimas de cristal, adquirida en un anticuario. En la zona del office se colocaron la lavadora, secadora y centro de planchado.
Las vigas de madera son el elemento común a toda la casa, ya que se dejaron vistas y en su color natural. En algunas zonas tuvieron que ser reforzadas con acero corten, el mismo material utilizado por un herrero para hacer las librerías de la zona de estar.
Las ventanas abiertas en el tejado, el gran ventanal de cristal al ácido que da a la escalera comunitaria (cuya cubierta diáfana es de cristal) o los casetones que dan a la calle, en forma de pequeños balcones, dan a la casa una gran luminosidad.
Todo en esta vivienda invita a la tranquilidad, a desear pasar las tardes de invierno frente a la chimenea, con un buen libro y una taza de té, escuchando el sonido del agua del estanque interior, construido en una de las partes más bajas de la cubierta de la casa.
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Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
Clara Alba y José A. González
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