De dónde viene la costumbre de dejar zapatos en la noche de Reyes
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Una antigua leyenda piadosa y la Fiesta del Zapato que se celebraba en tiempos de Felipe II el 6 de enero se han relacionado con esta costumbreMÓNICA ARRIZABALAGA
Santander
Lunes, 2 de enero 2023, 14:18
La noche de Reyes niños y no tan niños limpiarán con esmero los zapatos que dejarán junto a la ventana o al pie del árbol para recibir los regalos de los tres Magos de Oriente. Así lo hicieron sus padres y sus abuelos, siguiendo ... una larga costumbre cuyo origen se pierde en el tiempo.
«Al parecer la tradición viene de una antigua leyenda piadosa que triunfó en España», explica el historiador Francisco José Gómez, autor de la 'Breve historia de la Navidad' o de 'El día de Reyes', entre otros títulos. Según este relato, unos niños de Nazaret que vieron pobre y descalzo al Niño Jesús le regalaron unos zapatos que ya no usaban. Por la noche, los chicos limpiaron los suyos y antes de dormir los dejaron junto a la ventana, donde los encontraron al día siguiente llenos de regalos.
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«Por eso es costumbre desde el siglo XIX dejarlos al lado de la ventana o en el balcón. Antiguamente junto con las cartas que se escribían a los Reyes, porque entonces no había carteros reales. Se dejaban las cartas en los zapatos o pegadas a los cristales de las ventanas», explica Gómez. El abeto navideño, que representa el árbol del bien y del mal del Paraíso y cuyas manzanas originales acabaron convirtiéndose en brillantes bolas, llegó más tarde a España, a finales del XIX, prosigue el historiador. Parece ser que fue la aristócrata rusa Sofía Trubetskaya, esposa de José Isidro Osorio, duque de Sesto , quien hizo colocar el primero en la Navidad de 1870 en su desaparecido palacio de Alcañices. La costumbre, que colocaba a los pies el nacimiento de Jesús para simbolizar la salvación, se extendería en nuestro país a principios del siglo XX.
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La tradición de colocar los zapatos para recibir los regalos de los Reyes Magos también se ha vinculado a la histórica Fiesta del Zapato que se celebraba cada 6 de enero en tiempos de Felipe II, con derroche de luces y sonido y la participación eventual de alguna dama de la corte. Se trataba de una representación basada en una leyenda de San Nicolás de Bari, la de las tres doncellas. Contaba José María Sbarbi y Osuna allá por 1873 en su 'Florilegio o ramillete alfabético de refranes y modismos' que en la vida de este santo, obispo de Mira, se relata cómo el santo se compadeció en su juventud de un hidalgo que trató de que sus tres hijas se prostituyeran por no contar con recursos para mantenerlas ni mantenerse, ni mucho menos para casarlas. Para salvarlas de la deshonra, San Nicolás «echó tres bolsos, otros dicen 'zapatos', llenos de oro, en otras tantas noches por la ventana del cuarto donde dormía aquel padre desnaturalizado, con lo que proveyó el remedio oportuno», escribió Sbarbi.
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Otros dicen que el santo salvó a las jóvenes arrojando por la chimenea las bolsas con oro, que cayeron sobre las calzas que se secaban junto al fuego. De ahí la costumbre actual de poner calcetines a Papá Noel, personaje inspirado en San Nicolás de Bari.
«De la histórica Fiesta del Zapato o Día del Zapato parece proceder el uso del zapato como doble que recibe los regalos en la Noche de Reyes sin transgredir la prohibición infantil de ver a los Magos», afirma la investigadora Leticia Cortina en su estudio sobre los 'Zapatos guardianes: el descubrimiento de un 'zapato oculto' en la parroquia de Santa María la Antigua de Vicálvaro', publicado en el último número de la 'Revista de Folklore' de la Fundación Joaquín Díaz.
El zapato, explica esta doctora en Filosofía, posee múltiples significados simbólicos por ser una de las prendas con mayor capacidad de representar a su dueño. Se han utilizado popularmente como amuletos protectores y se han asociado también con la fertilidad o la prosperidad. Por su tamaño y su desgaste, los ilustres magos aún pueden ver en la noche de Reyes quiénes habitan las casas y colmarlos de regalos. Tal vez con unos zapatos nuevos como los que antiguamente regalaba Melchor.
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