-¿Cómo está el proceso en estos momentos?
-Hemos creado la asociación con 45 empresas, se ha constituido una junta directiva donde también están representadas empresas como Mingo, Consorcio, Linda Playa o Angelachu, operadores como Opecan, cofradías... Ahora estamos definiendo el marco jurídico en el que nos tenemos que mover, pero el problema de la pandemia ha impedido que nos podamos reunir y eso ralentiza un poco la toma de decisiones. Pero la voluntad es avanzar porque una IGP, por experiencia con otras, puede llevar en trámites entre tres y cuatro años.
-¿Es ahora el momento definitivo de impulsar este sello de calidad del que tanto se ha hablado sin concretarse nada?
-En mi caso llevo reivindicándolo desde 2000, pero en 2002, con un borrador preparado, el tema decayó por falta de consenso. Ahora el proyecto cuenta con más respaldo, porque además se han sumado conserveras grandes que pesan mucho en el sector, caso de Consorcio.
-¿Qué ventajas cree que tendrá este sello para el sector?
-Para el consumidor, porque la anchoa tendrá los necesarios parámetros de calidad. También le vendrá bien al caladero, porque se centrará más la pesa en los tamaños que entren dentro de la IGP y no valdrá todo. Y, finalmente y no menos importante, porque protegerá la elaboración de la anchoa en la cornisa Cantábrica, con lo que ello supone para el mantenimientos de los puestos de trabajo.
-¿En este viaje va solo Cantabria?
-No el objetivo es que se sumen todas las autonomías de la cornisa. En Asturias están a favor, en el País Vasco lo tienen pendiente de hablar y en Galicia no hay problemas.
-Cuentan con el apoyo del Gobierno regional. ¿Es básico?
-Esto ha supuesto un cambio radical. El Gobierno ha tomado la iniciativa, apoya. Blanco se lo ha tomado como algo personal. Este paso tiene una dimensión internacional, hay muchos intereses en el sector, es complejo aunar todas las voluntades. Por ello es bueno que el Gobierno apoye.
-¿Dónde puede estar la oposición a que se apruebe la IGP?
-Hay empresas que producen fuera, en Marruecos, Albania, Túnez... Y ya no solo es que traigan la anchoa en bolsa. Si esto no sale, la elaboración en la zona se va a terminar. En esos países cada día lo hacen mejor y la diferencia estriba en el precio, por el efecto de la mano de obra, que allí es mucho más barata por las condiciones sociales y sindicales de cada país. El mercado empuja y si el Cantábrico no se blinda con un sello de calidad como éste, terminaremos haciendo solo salazón y el sobado de la anchoa se hará fuera.
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