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En Cantabria se producen alimentos, pero también bebidas de calidad, que aportan prestigio, seguridad y confianza. Ambos mercados son estratégicos dentro de un sector agroalimentario que, junto con la gastronomía y el enoturismo, debe entenderse como aliado en las zonas rurales, además de ser grandes ... atractivos para la región.
Fruto de inquietudes y de la necesidad de evolucionar, crear sinergias y alianzas empieza a ser una tónica habitual entre los pequeños productores que, por tradición, vocación o elección personal, cultivan, elaboran y transforman para aportar valor añadido, en esta ocasión al consumidor.
El espíritu colaborativo y la mejora de la competitividad presente y de futuro fue el punto de partida, este martes, botellas en mano, de la puesta de largo de la asociación de productores de bebidas alcohólicas de Cantabria, #CantabriaBrinda, que, bajo el paraguas de la Oficina Agroalimentaria de la CEOE, dio voz en las instalaciones de la Destilería Siderit, en Puente Arce, a 14 de los 17 socios fundadores de esta nueva alianza. Juntos mostraron un cambio de mentalidad así como el potencial y la grandeza de sus productos.
Una cifra representativa que poco a poco irá creciendo, como dejó entrever su presidente, Pedro Giménez, de Cervezas Smach, porque «afortunadamente nos vamos dando cuenta de que ir cada uno a lo nuestro no nos ayuda y estar juntos es necesario».
Surgida hace unas semanas al hilo de un encuentro entre la representación de la plataforma agro, Giménez explicó que haber saltado al barco así de rápido demuestra que el sector está muy por la labor de colaborar. «Tenemos muchas complejidades en la distribución y la venta a nivel local y poco germen de asociacionismo. En Inglaterra, donde he vivido cinco años, se protege mucho más a los productores. Allí he visto mucho más potencial».
'La unión hace la fuerza' es un lema «muy repetido» pero, Giménez concluyó que «sobre todo en producciones pequeñas hay que intentar ayudarse, y si uno no tiene capacidad productiva, se la puede prestar otro... La idea es sacar el máximo rendimiento».
La destilería cántabra, o casa de la ginebra como se refirió a ella José Antonio Parra, de Picos de Cabariezo, ejerció como anfitriona en un debut que contó con un amplio respaldo evidenciado por el público asistente entre los que se encontraba el presidente de la CEOE, Enrique Conde; el consejero de Desarrollo Rural, Guillermo Blanco; la directora general de Pesca y Alimentación, Marta López; así como miembros de la corporación local que acompañaron a la alcaldesa del municipio de Piélagos, Verónica Samperio; además de representantes de grupos de acción local, productores agroalimentarios, cocineros, hosteleros –junto a su nuevo presidente, Javier Bedia–, distribuidores y los responsables de la Oficina Agroalimentaria de la CEOE, Pachi Aguilera y Paloma Fernández, que además fueron los promotores de un evento que fue conducido por el redactor jefe de El Diario, y coordinador de Cantabria en la Mesa, José Luis Pérez.
Enrique Conde, presidente de CEOE Cepyme dio la bienvenida a los asistentes elogiando al mundo agro, «una de las patas más importantes de la región». Aseguró que lo que más le cuesta al productor es «vender, hacer marketing y organizarse para estar en el mercado y ser competitivo». Además de elaborar o transformar, «los productores tienen entre manos una empresa», y es aquí donde la oficina vertebra toda esta estructura.
Hace dos meses fue Cantabria Quesera y ahora #CantabriaBrinda es la nueva ilusión que ocupa a la organización que representa y defiende los intereses de estas empresas. «Es necesario crear sinergias, compartir lo que hace cada empresa», añadió. «El mercado agroalimentario tiene capacidad de integración a nivel nacional y es lo que desde esta asociación se va a impulsar».
Durante los discursos quedó demostrado que verse como competencia es un concepto erróneo. Aunque se pueda competir a nivel local, comentaba Giménez ya en calidad de productor, «fuera de nuestras fronteras somos una miga en una rebanada de pan. Hay que animarse a trabajar de forma conjunta, día a día, porque se ve que hay gente interesada en Cantabria que valora y consume lo que hacemos».
En la misma línea, David Martínez, vicepresidente de la asociación y cofundador de Siderit, afirmó sentirse «demasiado pequeños» para ser competencia. «Más bien somos micro pymes dentro de un mundo de multinacionales gigantes». Finalizó su discurso asegurando que el mundo de las bebidas es tan maravilloso como las gentes que lo forman y «juntos vamos a hacer grandes cosas, sumando nuevos asociados porque el objetivo es que en los bares y restaurantes de Cantabria se consuma lo nuestro».
Ya finalizada la presentación, los asistentes pasaron a la cata de las bebidas que conforman la asociación: Cervezas Smach, Destilería Siderit, Sidra Somarroza, Casona Micaela, Viña Carmiña 16, Bodegas Hortanza, Bodegas Miradorio, Orulisa, Bodegas Pago Casa del Blanco, Bodegas Camesía, Cervezas Dougall's, Bodega Picos de Cabariezo, El Coterón, Sierra del Oso, Sidra La Coruja, Cervezas Rocker Beer, Bodegas Sel D'aiz, Bodega Señorío del Pas y Pacharán El Purriego.
«Es bueno que la CEOE anime a asociarse. Estar asociados es importante y también sumar en conjunto». Este fue el primero de los mensajes que el consejero de Desarrollo Rural, Guillermo Blanco, trasladó a los miembros de la Asociación así como al resto de productores y asistentes. Se reafirmó, también, en el compromiso de su departamento de seguir siendo un aliado de los productores y de aquellas iniciativas que dinamicen el sector a partir de sus propios recursos. Una industria transformadora, «a la que pertenecéis quienes elaboráis bebidas alcohólicas», que conforma el 3,66% del PIB industrial de Cantabria, «aunque en ocasiones se haya minusvalorado», lamentó. Desde la Administración, puntualizó, «tenemos que facilitaros el camino para que transitéis quienes arriesgáis presupuesto y creáis empleo en Cantabria. Cuantas menos dificultades, mucho mejor». Y animó a todos ellos a «no cesar en ese empeño de seguir haciendo productos que nos hacen cada vez más infinitos. No producimos grandes cantidades pero sí de una altísima calidad y todas las bebidas que se elaboran en Cantabria nos hacen presumir de lo que sois».
Bodegas Casona Micaela: Pionera en el cultivo de uva albariño fuera de Galicia. Disponen de 8 ha de viñedo con un proyecto de ampliación y produce dos vinos a partir de albariño y riesling. «Me hubiera gustado haber tenido la décima parte de las oportunidades que hoy se nos presentan». Para Carlos Recio, enólogo, viticultor, el mayor premio es que «los cántabros nos digan lo bueno que está el vino que hacemos».
Bodega Viña Carmina 16: Los viñedos de albariño, godello y treixadura de esta bodega nacida hace una década en el seno de la familia Quintanal, en Vargas, son fruto de «mucho trabajo, mucho esfuerzo y muchos bajones» dice Gabriel. «Cosechamos en 1,5 ha y el 90% de nuestro albariño va para Madrid. También vermut, pero la producción aún es pequeña, menos de mil botellas».
Bodega Miradorio de Ruiloba: El proyecto de Esther Olaizola y Gabriel Bueno arrancó en 2013 para convertirse en un referente del enoturismo. La mayor parte de sus viñedos, 7 ha, están sobre el mar y sus dos vinos blancos tienen matices muy salinos. «Mar de Fondo es nuestro buque insignia. Un coupage de las cuatro variedades que cultivamos, hondarrabi, riesling, godello y albariño. Tiene mucha complejidad y se está valorando muy bien en las guías».
Bodegas Hortanza: En Guriezo comenzó este proyecto conformado por una casa rural y media ha de viñedo, iniciado por la enóloga Irene Rodríguez con ayuda de su padre. El vino original con el que se dieron a conocer está elaborado al 50% con uvas gewürztraminer y riesling. El único objetivo era reflejar el enclave: «suelo, clima y la familia que lo elaboramos». Acaba de sacar un espumoso y está recuperando un viñedo abandonado entre Laredo y Liendo.
Bodega Pago Casa del Blanco: Originaria de la ciudad del Manzanares, en Ciudad Real, Antonio Merino es enólogo, cántabro de adopción y responsable de esta bodega familiar con raíces vitivinícolas, que cuenta con 150 ha en tierras manchegas. En Bárcena de Cicero elaboran ViñaMar, albariño de Nates; y Palacio de Treto, el mismo pero más complejo. En las inmediaciones del Palacio de Treto terminaron transformando «lo que iba a ser un campo de golf en un viñedo de godello de 2 ha». Después llegó la bodega, en Nates, con otras 3 ha de albariño y están restaurando otro palacio «porque la intención es seguir aumentando la superficie de viñedo».
Bodegas Camesia: Al sur de Cantabria, además de patatas también se plantan viñas. Camesía del alto Ebro es el proyecto de la familia Lucio que comenzó hace casi veinte años con 5 mil metros. «Somos tres hermanos y dos nos dedicamos a esto con 8 ha. Producimos blanco godello y tempranillo crianza». Apostaron por el vino de altura, dice Guillermo, «porque creemos que es el futuro. Queremos traer gente a Polientes los 365 días del año».
Bodega Picos de Cabariezo: De tradición orujera, José Antonio Parra reconoció que su reto era elaborar vino tinto siguiendo la tradición de Liébana para «romper con el tópico de 'buen aguardiente y vino corriente'». La innovación ha sido otro de sus desafíos y así lo demuestran sus productos. «Con distintas uvas se pueden hacer productos excelentes pero hacen falta ganas y presupuesto». Hoy, su catálogo lo forman tres tintos, una pequeña producción de blanco, el aguardiente, las cremas de orujo, la ginebra As de Picos, el brandy y el whisky, «que van a presentar este año».
Cervezas Dougall's: Como es habitual en él, Andrew Dougall llenó de anécdotas la presentación sobre sus comienzos, en Liérganes. «Muy duros, por cierto, porque Cantabria es una plaza difícil, pero ahora sois nuestro principal cliente. Tener gente normal bebiendo cervezas raras es un lujo». Están inmersos en la ampliación de la nueva fábrica, que incluirá bar y restaurante, y estará lista «en junio o julio». Con una treintena de cervezas en el mercado, hacen el 70% de la producción con tres, entre ellas la 942.
Cervezas Smach: En 2014 los hermanos Giménez comenzaron a elaborar cerveza sin filtrar, sin pasteurizar, «completamente natural». Recuperar la tradición cervecera de Santander fue uno de los objetivos que les motivó, explica Pedro. «Empezamos a ver el potencial y creamos un par de cervezas para consumo habitual. Primero Smach SDR, nuestra versión más artesanal, una rubia fresca; y después la tostada, Silda, en homenaje a Sotileza. Ideal para invierno».
Sidra Somarroza: El proyecto que lideran Jesús Gómez y sus hijas, Cecilia (enóloga) y Lucía, en Renedo de Piélagos es «especial», con una sidra muy natural, «de mucho nivel». Tienen 11 productos en el mercado, «de altísima calidad y numerosos premios internacionales». La novedad es Rubí de Somarroza, una sidra de manzanas que «son únicas en el mundo», con un zumo rojizo de acidez campárica».
La Coruja: Este centro de turismo rural situado al sur de Cantabria, en Valderredible, lleva algo más de una década elaborando sidra. A los pocos años de poner en marcha el alojamiento, cuenta Óscar Bárcena, apostaron por una pequeña producción de sidra ecológica. «Tenemos poco más de media ha a 600 metros de altitud y hacemos entre 5 y 6 mil botellas de forma completamente artesanal. Nuestra sidra es suave y un poco más alcohólica por el azúcar de las manzanas».
Sierra del Oso: Ángel Moreno también tuvo un recuerdo para sus padres y abuelos que ya fueron orujeros aunque fue a finales de los 90 cuando comenzaron a diversificar el producto. «Las cremas de orujo son la estrella y seguimos apostando por nuevas referencias como el whisky, nuestro producto diferencial por el tipo de destilado y porque lo envinamos con una mezcla diferente a otros del mercado». Tienen otras 4 ha diseminadas en la zona del río Deva para producir bajo la IGP y «vamos a plantar albarín».
Orulisa: Carmen Gómez, junto a su marido, fue la promotora de un proyecto vitícola en Tama, en los años 80, que heredó su hija Isabel Gómez hace diez años. Fruto de su pasión por el vino puso en marcha Justina de Liébana. Un proyecto pequeño en el que destila hollejos especiales, «algunos de agricultura ecológica, con una imagen premium». Produce un vino muy natural, peculiar. «Buscaba una tipicidad, que fuese Liébana. No es para todos los gustos pero sí muy personal».
Destilería Siderit: David Martínez y Rubén Leivas arrojaron un dato que muestra la magnitud de su proyección en solo una década: «Hemos pasado de fabricar seis mil botellas en un año a hacerlas en un par de días». Nacieron con la ginebra en Torrelavega, en una nave de 80 m2 y hoy tienen 1.800 m2, capacidad de producción y «otra forma de ver el mundo, además de un montón de sueldos». El vodka, que les abrió las puertas al mercado internacional, pero «se nos fue de las manos» y ahora cuentan 26 productos. El vermut les «salvó» en pandemia y esta semana han llenado las 100 barricas del whisky que verá la luz dentro de otros diez años. «El de los destilados es un negocio largo y tedioso».
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