Un buen desayuno es la esperanza tras una mala cena

Y como hemos entrado en la época del año de los nuevos propósitos, entre los que no suele faltar el alimentarse de manera saludable, os voy a escribir sobre el desayuno. Todos hemos oído y leído que el desayuno es la comida más importante del día, y muchos de vosotros seguro que os habéis planteado si el que venís realizando es el idóneo, o al menos, es mejorable.

Ya dejó de ser ideal aquel que constaba de: 'Café, zumo, pincho, tostada y/o croissant'. Las famosas dietas como las de Clínica Mayo, Dukan, Dash, Power, cetogénica, etc, nos han cambiado todo, a la vez que nos complican más los conceptos. E incluso muchos ponderan no desayunar como en los 'ayunos intermitentes' o en la 'dieta paleolítica'.

Como siempre se ha dicho que tenemos que tener presente nuestra historia, hoy os voy a comentar ciertos detalles de desayunos de personajes con indudables cualidades intelectuales y creativas, no en vano se ha dicho siempre que un buen desayuno faculta para la labor del resto del día.

Así, para poner el motor en marcha, como él afirmaba, el presidente americano Truman se tomaba un vaso de bourbon Old Grand-Dad. También arrancaban el día de forma similar Winston Churchill que acompañaba su desayuno con un vaso de vino o un whisky con soda, terminando el mismo con uno de sus famosos puros. También el escritor Mark Twain tomaba un vaso de vino antes del desayuno y la reina inglesa Isabel I regaba el suyo con una jarra de cerveza inglesa.

Los huevos, tan denostados hasta hace poco por muchos, han tenido un buen protagonismo también. Así, Víctor Hugo tomaba dos huevos crudos cada mañana, algo parecido el pintor francés Monet que acompañaba sus huevos con perifollo, cebollino, perejil y estragón formando con todo ello una mezcla. Adepto a los huevos fue también Einstein que los acompañaba de setas siempre que disponía de ellas.

Para desayuno sin frugalidad el del escritor y periodista Hunter S. Thompson que se conformaba con: «Cuatro Bloody Marys, dos pomelos, una cafetera, crêpes, medio kilo de salchichas, bacon o picadillo de ternera con chiles picados, una tortilla española o huevos benedictinos, un litro de leche, un limón picado para aderezar al azar y algo parecido a una porción de tarta de lima y dos margaritas». Algo más discreto era el presidente americano Lyndon B. Johnson que se sentaba ante un plato de carne asada echándole nata por encima, y si no tenía carne asada desayunaba un hermoso filete.

Seguro que muchos para estos momentos de la lectura estáis pensando, que mucha creatividad, pero que destrozaron su salud, pues deciros que los referidos vivieron desde los 68 años de Thompson hasta los 90 de Churchill, y vivieron en una época que la medicina no estaba tan avanzada. Nos dejó escrito H.S. Thompson: «El desayuno es la única comida del día que tiendo a ver con el mismo tipo de reverencia tradicional como la que la mayoría de la gente asocia con el almuerzo y la cena». ¡Ah¡ recordad que un buen desayuno es la esperanza tras una mala cena.