Las verduras y hortalizas son muy versátiles, en general, porque con ellas se pueden hacer innumerables recetas y, además, son sabrosas, saludables y baratas. En particular, el calabacín es la hortaliza del verano –pertenece a la misma familia del pepino y la sandía– ya que ... de junio a septiembre es la época idónea para obtener los ejemplares de mayor sabor, aunque, afortunadamente, podemos adquirirlo todo el año.
Normalmente existe una gran diferencia de sabor entre los de invierno y los de verano. No tan exagerado como en el caso de los tomates, pero si es notable. He de decir que es uno de los vegetales con mayor aceptación en la gastronomía mundial, no sólo por el gran aporte de vitaminas que ofrece, sino también, como os decía anteriormente, por la gran diversidad de recetas que se pueden elaborar con él, muchas más que la tan socorrida crema.
Hay muchas elaboraciones en las que el calabacín puede sustituir a la pasta. Buenos ejemplos son: la lasaña vegetal con queso, tomate y unas laminas de calabacín finas; un riquísimo wok de verduras salteadas con carne o marisco, siempre contando con el 'sacapuntas' que nos hace mas fácil hacer de un calabacín unos fideos, noodles o, incluso, unas cintas, que simplemente al vapor o salteadas en una sartén están increíbles. ¿Puede haber algo más saludable?
Si lo rallamos obtendremos una especie de fibra que nos va a servir para hacer la receta que hoy nos ocupa. Unos deliciosos buñuelos de calabacín. Su textura y contenido en agua hacen que el relleno de estos bocados sea mucho más jugoso que en otras elaboraciones, y es una forma estupenda de que los menos amigos de la hortaliza no se den ni cuenta de que lo están comiendo.
Comenzamos rallando el calabacín con un rallador clásico, no el súper fino, queremos que tenga algo de cuerpo y –esto es fundamental– escurriendo todo lo que podamos, porque cuanto menos agua tenga más crujientes nos van a quedar los buñuelos, que pasaremos también por panko, el pan seco japonés que ya hemos utilizado en otras ocasiones para empanar.
Cuando tengamos el calabacín rallado y escurrido lo sazonamos y reservamos. En un bol vamos a mezclar 1 huevo, un par de cucharadas de harina, sal, pimienta y un buen queso rallado, el que más os guste, pero mejor si tiene un poco de carácter. Buscad en la nevera, siempre queda algún resto de una cuña que se ha quedado duro. Ese es el trozo que yo voy a usar.
Mezclamos todo bien hasta conseguir una pasta, añadimos el calabacín y por último el panko. Sobre 100 gramos para un calabacín mediano.
Calentamos un poco de aceite de oliva virgen en una sartén, a fuego medio, y vamos echando cucharadas de la mezcla, no muy grandes, lo que nos quepa en una cuchara sopera. Dejamos que los buñuelos se formen y se doren durante un par de minutos y los damos la vuelta. No nos tienen que quedar perfectamente redondos, lo bueno es que sean todos distintos, que se vea que son caseros.
Una vez listos los vamos sacando a una fuente con papel absorbente para que no quede una gota del aceite de la fritura, aunque ya os he dicho que utilicéis poco, no demasiado.
Cuando aún estén calientes rallamos por encima un poco del queso que teníamos en el fondo de la nevera y lo tendremos. Podemos acompañarlos con una salsa de yogur, con un poco de limón y menta, todo batido, veréis que maravilla.
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