El mundo está bastante alterado en muchos aspectos. Uno de ellos es, sin duda, todo lo que tiene que ver con la alimentación y la nutrición. Aquí les presento una nueva perla de este desbarajuste. En agosto de 2022 se publicó en la revista ' ... Pharmaceutics' un estudio cuyo título, bastante largo, comienza con la frase «The antiobesity efects of porous silica», que traducido a vuela pluma quiere decir que «la arena tiene un efecto anti obesidad». Claro que se refieren a la arena comida; tumbarse en la arena de la playa no adelgaza, como todo el mundo sabe.
Bueno, tampoco se refieren en el artículo a la arena en bruto, sino aquella tratada de manera conveniente para extraer unas nano partículas de sílice, que son las que, al parecer, ejercen tan milagroso efecto. Según parece estas nano partículas, de las dimensiones de la mil millonésima parte de un metro, atrapan las moléculas de grasas y de hidratos de carbono en el intestino e impiden su absorción. También se unen a los enzimas digestivos y los desactivan con lo que bloquean la digestión de los alimentos.
Ya existen algunos fármacos que impiden la absorción de las grasas (como el orlistat) o los hidratos de carbono (la faseolamina). Con mayor o menor eficacia ayudan al que se propone seriamente perder el exceso de peso y combina los fármacos con una dieta saludable.
En todos estos remedios inhibidores existe el problema de ¿cómo sale del organismo por el otro agujerito lo que por la boca ha entrado y no se absorbe? Yo imagino que la arena habrá que tomarla con las comidas para que ejerzan su función inhibidora. Y por muy pocos nanómetros que tengan los granitos de arena ingeridos luego hay que evacuarlos, junto con todo el material que hemos comido y que han impedido su normal absorción.
Navidad inminente
Bueno, voy a reconducirme, que este texto está saliendo demasiado escatológico. Ustedes ya me entienden. Y mientras estamos pensando en comer arena (o cualquier otra sugerencia exótica) para adelgazar, a los supermercados ya llegó la Navidad. En todos los que he visitado en mi ciudad ya hay, desde mediados de octubre, unas mesas cargadas de un abundante surtido de polvorones y turrones. Y ya estamos reservando restaurante para la decena de comidas y cenas que vamos a celebrar, además de los ágapes familiares tradicionales. Mucha arena vamos a tener que tragar para compensar tantos excesos que caracterizan hoy la Naviobesidad. Vayan dragando El Sardinero.
¡Que tiempos aquellos cuando mi madre nunca compraba los dulces de Navidad antes del 20 de diciembre y los guardaba bajo llave en la despensa, cuando las despensas tenían llave! Preparaba una fuente de dulces en cada día señalado, que eran tres o cuatro, y se acabó hasta el año siguiente.
Hoy ese exceso de turrones y polvorones sobrevive a la Navidad y los vamos consumiendo hasta febrero. Y por muy buenos propósitos que nos hagamos, el refranero es implacable: «Gallina en casa rica, siempre pica».
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.