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Pequeño de tamaño pero grande en cuanto a su sabor, la galera (Squilla mantis) es un crustáceo con dotes de boxeador, por la disposición de sus pinzas que le convierten en inexpugnable; de ahí que la tradición sea su utilización como cebo de pesca. Pero ... en plena temporada es exquisito y en la actualidad, está muy bien valorado, nada que ver, desde luego, con lo que ocurría tiempo atrás en que sólo se rentabilizaba gastronómicamente hablando como ingrediente en los fumets.
Tal es así que cada vez son más los restaurantes que dan valor a las galeras, un manjar sencillo de presentar, una de las mejores fórmulas: a la brasa o a la plancha con una pizca de sal y, por supuesto, un buen aceite de oliva (no hay que tenerlas al fuego mucho rato porque su carne, prácticamente desaparecería). Conviene abrirlas al medio, lo que se hace fácilmente con unas tijeras.
Su consumo. Y explotación se remonta al siglo XIX. Es un crustáceo que se pesca con arrastre y también en el marisqueo a pie. El mejor momento para hacerlo es en diciembre, cuando llegan las galeras de coral, que son las más sabrosas y apreciadas.
Un clásico de la Navidad. Al ser su temporada más apta, muy recomendables, además, por su bajo coste.
Su nombre científico. Se llaman Squilla mantis y son muy habituales en zonas de Cádiz, Huelva, Ceuta y Tarragona. Los puertos de Bonanza, en Sanlúcar y Huelva, son los que más género manejan. Mide entre 12 y 18 centímetros.
Propiedades. Aportan proteínas de alto valor biológico, vitaminas del grupo B y minerales de tanta importancia como el fósforo y el potasio. Un consejo para tener en cuenta consumir con moderación por sus altos contenidos en colesterol.
En la mesa. Son perfectas para dar sabor a los arroces y para acompañar también otros guisos marineros. Y con las cáscaras, que son punzantes, se pueden elaborar fumets clásicos de la cocina más mediterránea y saludable.
Su carne sorprende al comensal por su fineza y gusto, incluso cuando se las cuece en agua salada y con arroz (echarlas cuatro minutos antes de que finalice la cocción) forman una simbiosis muy apetecible, al igual que si se quiere preparar con ellas otros guisos marineros. Un consejo: cuando más frescas sean, mucho mejor porque la galera se estropea con rapidez. Es buen remedio una vez compradas, dejarlas con hielo.
En cuanto a sus propiedades, aportan un contenido elevado en proteínas de alto valor biológico. También poseen vitaminas del grupo B y los minerales que más están presentes son el fósforo y el potasio. A la hora de disfrutarlos en el plato, hay que hacerlo con moderación porque tienen un alto contenido en colesterol.
Para algunos presenta un inconveniente, la dificultad a la hora de pelarlas puesto que su caparazón es algo punzante. Con la cáscara, cuando se consigue sacarla entera, se pueden elaborar sabrosos caldos. Y es muy popular en los países asiáticos, donde forma parte de sus gastronomías, especialmente en Japón y en China.
Hay dos tipos de galeras, la coral (al cocinarse se vuelve como color salmón) que es la más costosa, y la de carne, mucho más sabrosa. Este marisco, que en otros tiempos no estaba nada valorado ni considerado gastronómicamente, está encontrando ahora, el lugar que le corresponde en la mesa. Entre sus ventajas, su precio moderado, siendo un buen sustitutivo, por ejemplo, de los clásicos langostinos. Aunque con menos carne, su sabor es potente e incorporado con otros productos, sobre todo con el arroz, se consigue un buen producto. Con cebolla y tomate, o al horno agradarán igualmente a los comensales, una receta muy saludable.
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