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La cocina de picoteo y tapeo en Cantabria quizás no sea especialmente amplia, pero tiene platos interesantes, muy tradicionales y siempre elogiados, como las rabas o las anchoas, 100% cántabras. Para lograr de las rabas una alta calificación se requiere un producto de calidad: magano de guadañeta, peludín, pulpo o cachón, principalmente. Pero la materia prima necesita después un buen tratamiento en la cocina. Y parece fácil, pero no lo es.
Las rabas, cortadas en bastones de unos dos centímetros de espesor, se secan, se salan y se pasan por harina de trigo. Después se les quita con un colador el exceso del cereal y se fríen en abundante aceite hasta que cojan ese característico y atractivo color dorado. La rabas deben quedar crujientes por fuera y tiernas por dentro. Tienen que 'pecar' de saladas más que de sosas y deben comerse templadas. Para muchos, les sobran el limón y algunas salsas de acompañamiento como la mahonesa o el ali-oli. Dentro de la variedad de las rabas encontramos además los rejos, que son los tentáculos de calamares y potas, que también se fríen pasados por harina.
Por desgracia, estropear unas rabas tampoco es muy complicado. Una mala descongelación (el calamar congelado comparado con el fresco no influye demasiado en el resultado final), los excesos de harina, los aceites quemados, etc, pueden echar a perder uno de nuestros platos con mayor identidad. El limón, por su parte –ya en muchos restaurantes se prescinde de él– no suma, sin que resta.
Otro de nuestros aperitivos 'estrella' son las anchoas en salazón que se soban en la región. Bocartes del Cantábrico, mejor de los llamados de primavera, de buen tamaño, sobados a mano por manos expertas, con un aceite refinado que no 'oculte' el sabor del pescado, la sal justa y una adecuada temperatura a la hora de servir en la mesa. La limpieza de la anchoa es fundamental, no debe tener ni 'rastro' de espinas ni del salazón que, durante meses, ha curado sus lomos. La anchoa es un producto caro, pero el esfuerzo en su pesca y elaboración, sin duda, lo justifican.
En Cantabria encontramos como raciones más frecuentes las que también en otros puntos del país se exhiben en barras y mostradores. Las tortillas de patatas de nuestra región se sitúan entre las mejores de España y existen ya unos cuantos establecimientos especializados. Con cebolla o sin ella, es el pincho más demandado con el café de la mañana. Las croquetas también tienen una gran demanda, y con productos de cercanía, como el chorizo de Liébana, ganan muchos puntos.
Un aperitivo muy cántabro
Las sabrosas rabas de Cantabria, para lograr un sobresaliente de nota, precisan de dos factores importantes. El primero, contar con un producto fresco y de calidad. En temporada, unos buenos maganos de guadañeta. La fritura es esencial..., harina, aceite bien caliente y la sal precisa.
Hay distintos tipos de moluscos apropiados para hacer rabas. Calamar, pulpo, peludín, cachón y pota, cada uno con sus virtudes. Lo importante es huir de los excesos: Un aceite muy usado, poca o demasiada sal o la mala costumbre del limón. Las auténticas rabas no se hacen nunca a la gabardina.
La conserva por excelencia
Para preparar unas anchoas de calidad se requiere una partida de bocarte del Cantábrico, de la costera de primavera, de entre 30 y 33 granos. La limpieza es, después, fundamental. Los lomos tienen que presentar un buen color y no deben tener restos ni de sal ni de espinas.
El bocarte pescado en otras aguas que no sean las del Cantábrico influye en la elaboración de unas buenas anchoas en salazón. Un aceite de poca calidad, un sobado de manos poco expertas, una pesca de tamaño pequeño..., echan a perder este producto.
En verano y en invierno
Con una patata de calidad bien cocida y una buena mahonesa –las hay industriales muy respetables, aunque siempre es mejor la casera– se puede conseguir una sabrosa ensaladilla. Se le puede añadir huevo y zanahoria cocidos, guisantes, aceitunas y atún en conserva. Y pimiento rojo para adornar.
Hay ensaladillas que salen a la mesa o muy frías o calientes, y ni una ni otra. Deben tener una temperatura agradable que no te deje helados los dientes ni resulte apelmazada al morder. Hay que huir también del batiburrillo. Muchos ingredientes, sin ton ni son, no son buenos para bordar este plato.
El debate eterno de la cebolla
Se puede decir que la tortilla es un producto íntimo, un plato muy nuestro que, a cada cual, le gusta hecho de una forma u otra. Ya no es la cebolla, sino que también influye el cuajado, el punto de la patata, los huevos empleados y la sal. Hay además a quienes les gusta fría y a otros caliente.
Como en muchos de nuestros platos, es fundamental acertar con las medidas. La tortilla española debe tener un equilibrio entre la patata y la cebolla, si es que se decide hacerla con ella. También hay que batir los huevos precisos y que no resulte al final muy grasienta por exceso de aceite.
De Val de San Vicente a Castro Urdiales
La leche fresca de vaca y la mantequilla son dos productos esenciales para elaborar unas ricas croquetas. Luego, cualquier relleno es válido. La besamel hecha con estos dos ingredientes, más el harina, el aceite, la sal, el huevo, el pan rallado y la nuez moscada, debe quedar muy cremosa.
Malos ingredientes –aceite de poca calidad, margarina o leche descremada– y malos usos –aceite poco caliente al freír, muchas piezas a la vez en la sartén o una masa demasiado apelmazada– pueden estropear uno de los productos más demandados en nuestro país y que gustan a pequeños y mayores.
Fritas o bravas
Las bravas no son unas patatas fritas a las que se les eche una salsa industrial. Requieren dos frituras, una a fuego lento, y otra, tras unos minutos de reposo, con el aceite muy fuerte. Después se preparará una salsa con tomate picante. Las patatas fritas para que estén realmente ricas deben hacerse en sartén.
El gran fallo de las patatas bravas viene de la comodidad de quien las cocina. Patatas hechas a desgana, con aceite de mala calidad y servidas generalmente con tres salas industriales: mayonesa, ali-oli y ketchup. Las fritas deben estarlo bien, no sirve sacarlas antes de tiempo del aceite caliente.
Al vapor, con salsa o con vinagreta
Para cocerlos tan solo se necesita un poco de agua y una cazuela. Así lograremos unos sabrosos mejillones al vapor. Eso sí, el producto debe ser fresco y haber sido suprimidas las 'barbas' y limpiadas las conchas. Con el agua que suelten pueden hacerse unas ricas salsas. La vinagreta, con los ingredientes de siempre.
Se aprecia mucho en algunos restaurantes cómo los mejillones no se han preparado con acierto en la cocina. Al vapor o con vinagreta, el plato no tiene complicaciones. Las salsas son otra cosa. No vale cocer los mejillones y después añadirles un tomate frito o una salsa que se ha elaborado días antes.
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